Capítulo 29

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Suelto otro suspiro y doy un paso al frente, pero el sujeto me detiene y me mira con mala cara.

—Te dije que no puedes pasar.

Lo miro y trato de pensar, pero nada de me ocurre.

—Mi novia baila está noche —le digo con voz de idiota. "Novia", que palabra más extraña. Me siento patético, no tendría que estar haciendo esto, pero aquí estoy, y muero por verla. Tengo que hacer algo. No me gusta pensar que ya no la tendré detrás de mí diciéndome lo que siente, mirándome de esa manera especial, tratando de leer mi mente. Me he acostumbrado a eso desde que la vi como una mujer por primera vez y no puedo dejarlo.

—Molestas en la fila, vete o tendré que sacarte a la fuerza.

Suelto otro suspiro y miro a todas las personas que están en la fila. ¿Qué mierda hago ahora?

Vuelvo a la acera y miro como la fila avanza. Todos van a poder entrar y yo no.

No hay caso, lo intentaré de nuevo.

Vuelvo a colarme en la fila, los demás se quejan y el tipo con la lista pone los ojos en blanco una vez más.

—¿Cuánto quieres para dejarme pasar? —pregunto por lo bajo. Tengo que entrar y me desespera pensar que se acaba mi tiempo.

—No estás en la lista, no entras. Fácil.

—Dime cuánto. ¿Diez mil, veinte?

—No pierdas tu tiempo, chico.

Coloco ambas manos en mi cara y el sujeto deja pasar a otro grupo de personas.

—Mira... —tomo mi celular, busco la foto de Kya y se la enseño al tipo—. Sé que la conoces... Ella baila aquí, por favor, amigo, necesito que me dejes pasar.

—Tú no eres ese tal Michael, ¿cierto?

Oírlo decir eso hace que pierda el control por completo, estoy por morir.

—¿Scott está aquí? ¿Él está aquí? —pregunto desesperado.

—No ha llegado aún.

Deja pasar a otro grupo de gente que le enseñan unas tarjetas con el logo del local y hace que nos apartemos de la puerta.

—Necesito recuperar a esa chica, amigo —imploro con la peor cara de sufrimiento que soy capaz de poner—. Si no la veo hoy, ese idiota me la va a quitar.

El sujeto sonríe levemente y niega con la cabeza.

—Eggers sí que tiene problemas... Que chica más loca.

—Déjame pasar. Te lo suplico.

—No puedes hacer alboroto o tendremos problemas.

Suelto un suspiro de alivio y lo miro incrédulo. No puedo creerlo.

—Gracias.

—Ya, pasa.

Le hace señas al otro tipo de la puerta y éste se hace a un lado, pero me mira con muy mala cara.

La música suena algo fuerte, el murmullo me invade y las luces rojas hacen que este lugar parezca el mismísimo infierno.

—¿Quiere dejar su chaqueta en el guardarropas, señor? —pregunta una rubia con otra maldita lista en manos. Esto tendrá que ser más fácil.

—No —respondo con una sonrisita—. Sólo iré a beber algo a la barra.

Ella me sonríe y ya no me pregunta nada. Eso significa que puedo pasar.

 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now