Max. Extra

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Milan toma la barra de metal y comienza a realizar las series que le ordené. El tipo parece saber lo que hace, tiene treinta kilos en cada lado y sus brazos no indican signo alguno de que no pueda hacerlo.

—Su reacción fue lo que esperaba —comenta con los ojos cerrados y el ceño fruncido.

—Creí que sería peor —admito.

—Sí, la verdad es que esperaba un poco más de drama y toda la cosa, pero... Ella nos sorprenderá, ya lo verás.

—Lleva toda la tarde en su habitación, no sé qué pensar.

—Es mujer, y todas están locas. En este momento debe tener el más perverso plan para hacerte mierda, lo sabes.

Oírlo decir eso me hace sonreír levemente, claro que lo tendrá, es una Kya diferente, pero es una nueva Kya que se cómo podrá reaccionar. El infierno se aproxima.

—Tienes tiempo hasta el viernes. Demuéstrale que sí puedes ser el tipo que ella espera.

Suelto un suspiro y trato de concentrarme en la barra y en las pesas, pero no puedo.

—Nunca seré el tipo que ella espera.

—Si la quieres, si lo harás.

Me quedo unos minutos en silencio hasta que Milan por fin acaba con la última serie en la barra. Después toma su toalla blanca y se seca la cara.

—¿Y ahora?

—Por hoy es más que suficiente. Si seguimos, mañana no te podrás mover.

—Bien —toma su botella de agua, bebé un poco y señala el lugar—. Arregla todo... me gusta el orden.

—No te preocupes, acomodaré todo.

Él se va, pero se detiene antes de cruzar la puerta.

—Ah, Maxwell...

Lo miro y espero.

—No te acerques a mis hijas... Sobre todo a Luz, ella es como su madre, es algo... Alocada.

Sonrío levemente porque creo que los dos estábamos pensando en la misma palabra y no fue lo que él dijo precisamente. Asiento con la cabeza y él por fin se va.

Comienzo acomodar todas las pesas en su lugar y apago el equipo de sonido. No importa lo que trate de hacer, ella no sale de mi cabeza. Esta no fue una mala idea, pero me va a costar, y temo que hasta el viernes es no sea suficiente. Temo que no salga nada bien, porque francamente, conmigo nunca puede salir nada bien. No tengo que arruinarlo. Tengo que hacer que ella vea que siento cosas y que trataré de no ser un imbécil...

—Toc toc... —Cierro los ojos y suelto un suspiro. Si me volteo sé a quién veré ahí en la puerta y... No quiero problemas.

—¿Qué sucede...? —trato de decir su nombre, pero la verdad es que no lo recuerdo y no me importa.

—Luz —murmura con una sonrisa. Sólo veo su cabeza asomada a la puerta porque está ocultando su cuerpo—. Te dije que quería una clase.

Ahora si se mueve y camina en mi dirección. Cierro los ojos de nuevo y suelto un suspiro al ver que trae ese traje de baño blanco, ese mismo de hace unas horas. Tuve que ir a mi habitación porque no podía verla así, mojada, y en la piscina. Me causó... está chica me causará problemas.

—No hablé con tu padre sobre eso —digo, tratando de mantener el control, pero estoy teniendo una erección y no puedo evitarlo.

—Bueno, no creo que el viejo se moleste. Sólo será una clase. Le diré que te pague más si quieres.

—Luz... —advierto, pero ella se acerca, da un par de pasos cuando lo noto está delante de mí, acariciando mi pecho y mirándome de esa manera tan... de esa forma que hace que imagine mil cosas diferentes.

—Tranquilo, guapo. Será nuestro secreto. Kya y el viejo jamás lo sabrán... —La manera en la que mueve su boca al hablar hace qué me caliente más.

Ella mueve su mano hacia mi erección, pero la detengo antes de que llegue por completo.

—Vete. Tengo que terminar de arreglar esto.

Ella se ríe y mueve a un lado la parte superior de su traje de baño y deja que vea esos senos. Juguetea con su lengua sobre sus labios y después vuelve a acercarse.

—Kya no lo sabrá, y sé que lo quieres. Puedes ayudarme a hacer ejercicio...

—Vete, ahora, o hablaré con tu padre.

Ahora veo que está desconcertada y yo también lo estoy, ¿Qué diablos estoy haciendo?

Solo salgo del cuarto donde Milan tiene Montano una pequeño gimnasio.

—¡Hey, espera! —grita la rubia a lo lejos, pero aunque mi miembro me dice que regrese y que la ponga en todas las posiciones posibles sobre los aparatos, mi cabeza me dice que siga caminando. Y Kya, la cara de Kya al verme esta mañana no sale de mi cabeza.

Llego a mi habitación y demoro un segundo en entrar. El cuarto de Kya está al otro lado y no sé sí... No, ahora no. Primero tengo que darme una ducha con agua fría para acabar con todo esto. Definitivamente Luz será peligro.

A la hora de la cena todos nos sentamos a la mesa, pero el lugar a mi lado está vacío. Kya aún no ha bajado y la rubia mayor le grita a Milan.

—¡Te dije que esto sería un problema, Milan!

—Cálmate, ¿quieres? Ella ya bajará.

—No, claramente Kya no lo quiere aquí, esto es una jodida mierda. ¿Y qué pasará si Eggers se entera? ¿Ya lo imaginaste?

—Mejor cierra la boca y come, Samantha.

—¡No te atrevas a hablarme así! ¡Eres un maldito imbécil!

La rubia mayor se pone de pie y miro de reojo a las gemelas y al niño que se ven un tanto incómodos. Milan se pone de pie y va detrás de ella entre gritos por las escaleras.

¿Qué hago aquí? ¿Qué demonios hago aquí?

—Ya se les pasará —dice Liz comiendo lo que tiene un su plato.

—No quiero que el viejo y mamá peleen —dice el niño.

—Siempre pelan, Marco. Tal vez el viejo y tu mamita se divorcien algún día...

—¡Luz! —grita la gemela dos, la que todavía no se su nombre—. No le hagas caso, Marco. Sólo es una pelea. Come. Ellos ya lo solucionarán.

La gemela malvada pone los ojos en blanco y los tres comen. Miro lo que tengo en el plato, pero francamente no tengo hambre.

Me pongo de pie y me retiro de la mesa en silencio. Subo las escaleras y al llegar al pasillo veo a Milan golpeando con fuerza la puerta de su habitación.

—¡Samantha! ¡Abre la jodida puerta!

—¡Púdrete, Milan!

Milan suelta un suspiro y yo me detengo porque no sé qué hacer.

—Lo siento... ¿Sí? Lo siento, guapa, no era mi intención hablarte así, yo... Joder... Puta mierda. Te amo, ¿lo sabes, cierto? ¡Samantha, te amo, joder!

La rubia mayor abre la puerta de la habitación y sonrío al ver que Milan se pierde en el interior.

Que imbécil, soy. ¿Cómo no se me ocurrió antes?

Bajo a la cocina a toda prisa y me detengo al ver a...

—Carolina —dice la mujer con una amable sonrisa.

—Sí, claro, lo olvidé. Sólo necesito una bandeja y cosas para preparar un sándwich.

Ella se ríe levemente y después de decirle lo que quiero, me ayuda a preparar todo.

—¿Vas a intentarlo con la comida?

Suelto un suspiro y me aseguro de ver bastante aderezo en esa bandeja.

—Hasta el viernes voy a tratar de todas las formas posibles...

 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now