Capítulo 24

9K 810 79
                                    

Max me mira por un segundo y reacciona al siguiente. La desesperación invade mi cuerpo, el calor se hace más intenso y siento como comienzo a perder las fuerzas para seguir intentándolo.

Mis manos se mueven lentamente, Max es más rápido que yo y me quita la sudadera, la lanza al suelo y sé que sólo puedo mirarlo, ver como sus ojos se llenan de pánico, pero también veo seguridad porque sé que él sabrá que hacer.

—Tranquila... —susurra mirando el suelo. El aire no llega, trato de respirar por la boca, pero siento ese muro en mi pecho, esa cosa que no deja que el aire pase.

—Max... —digo, perdiendo las fuerzas.

Él me sienta en el suelo, se mueve un poco y rebusca en el interior de mi bolso. Parece desesperado, pero tratando de fingir que está todo bien.

—Tienes que calmarte, Kya...

Miro el cielo, busco aire, trato de sentir que mis pulmones pueden recibir aire, pero me agito y siento ese muro en el pecho cada vez más pesado.

Max se acerca de nuevo, me carga en su regazo, acomoda mi cabeza y me da el medicamento, esa maldita cosa que debo cargar conmigo todo el tiempo sólo por si algo así sucede, pero lo extraño es que casi nunca sucede. Sólo hoy, con Max.

Mamá dice que tengo esto porque estaba ansiosa por llegar al mundo, mis pulmones no estaban tan perfectos como los doctores creían después de todo.

—Kya, mírame y trata de normalizar tu respiración... —me dice muy serio. Estoy tan perdida y me siento tan cansada que sólo quiero cerrar los ojos y ver cómo todo desaparece.

—Quiero ir a casa...

Max toma mi botella de agua dentro de mi bolso, mira mis pies y siento como me quita las pesas de los tobillos, ¿tenía esa cosa ahí todavía? después me da un poco de agua que me cuesta tragar, pero lo hago de todas formas. Mi pecho comienza a recibir aire de a poco, pero ya no es desesperante.

—¿Mejor?

Muevo mi cabeza para decirle que sí, él quita algunos cabellos de mi cara y me mira fijamente. Me mira como yo lo estoy mirando justo ahora. Sus ojos son azules, como los míos, pero los de él siempre me han encantado, son de un azul diferente. Cuando era niña mamá y él discutían por qué tono de azul tenía cada uno, pero nunca pude decirle que sus ojos siempre me parecieron los más hermosos que jamás haya visto. Que a veces eran muy azules, intensos, y otras veces se veían grises. Pasé casi cinco años de mi vida admirándolo en secreto, y suspirando.

—No dejas que esté con Mike, pero tú tampoco quieres que yo esté contigo...

Max suelta un suspiro y se pone de pie. Sin pensar en ser delicado, me suelta como si yo fuese algo que literalmente tiene que quitarse de encima.

—Estás comenzando a obsesionarte con esto, Kya.

—¡Tú me estás volviendo loca!

—Claro que no.

—Esta es la última vez que te lo preguntaré. ¿Sientes algo por mi o no?

—Bebe un poco más de agua, siéntate ahí —señala la banca de madera—, y espera unos minutos. Te llevaré a tu casa...

Abro los ojos cuando mamá palmea mi brazo un par de veces. Me acomodo en la cama y veo cómo sonríe mientras que me entrega una taza de té.

Max me trajo a casa. Sólo recuerdo como nos movíamos por la ciudad. Cuando esos ataques me sorprendían siempre me quedaba dormida, o desmayada o lo que sea, mi cuerpo se cansaba rápidamente. Y hoy yo me sentí más cansada que nunca.

 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now