Extra. Max

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Tara entra a mi oficina sin tocar, por enésima vez en la maldita mañana. Le pongo mala cara, y ella me sonríe con simpatía. Quiere sexo. No puede ser de otra manera.

—Tara —digo antes de que ella hable.

—Lo sé, lo siento. Lo olvidé por completo.

—¿Qué quieres?

Suelto un suspiro y ella da un par de pasos hasta mi escritorio. Está usando ese sostén deportivo ajustado que combina a la perfección con esos pantalones que son más como una segunda piel.

¿Por qué demonios la contraté en realidad? ¿Por sus tetas, o porque quería que Kya se pusiera celosa de ella cuando conociera el gimnasio. Mierda... Kya, Kya, ahora no. Llevaba toda la mañana sin recordarla. Sin ver mi maldito teléfono.

—Estaba por encargar mi almuerzo y quería saber si tú también quieres.

—Tara, tu lugar es en recepción, no eres mi secretaria.

Ella deja de sonreír, acaba de molestarse, pero no me importa en lo absoluto.

—Está bien.

—Retírate, por favor.

—Bien, recuerda que después del almuerzo tienes una clase privada.

Tecleo eso en una nota de mi computadora para no olvidarlo y después tomo mi celular. No hay mensajes, no hay llamadas, ni siquiera está en línea. Su última conexión fue hace dos días... ¿Cómo puede estar dos días sin ver su teléfono?

Mierda...

Abro su foto una vez más, hago eso todo el tiempo y cuando noto que me comporto como un imbécil, la cierro, finjo que nada sucede. Esa hermosa foto en la piscina de Lucas. Con su cabello al viento, ese traje de baño rojo y esa inmensa sonrisa. Se veía preciosa, se veía increíble y jamás se lo dije.

Imbécil...

Suelto otro suspiro, dejo mi teléfono a un lado y trato de concentrarme en la pantalla de la computadora. Tengo que organizar esos horarios, hacer que todo encaje, pero mi cabeza es un desastre ahora.

Tomo mi teléfono de nuevo, abro la foto de Kya una vez más y la llamo. No me interesa, ella va a tener que contestar alguna vez. Ya ni siquiera recuerdo por qué peleamos...

Suena, suena, suena miles de veces, pero no hay respuesta. Cuelgo y pruebo con la llamada tradicional.

"Hola. Soy Kya, con ensayos intensivos de Ballet. Deja tu número y te devolveré la llamada cuando pueda"

Suelto otro maldito suspiro y cuando oigo el tono, me atrevo a hablar.

—Kya... soy yo. Necesito que hablemos ¿de acuerdo? Fui a buscarte el viernes, pero no logré... En fin, sólo llámame.

Cuelgo de nuevo, suelto mi teléfono y después lo tomo otra vez. No podré seguir con esto si ella no me dice que todo está bien. Eggers ya sabe que baila en ese lugar, ¿y si la castigó?

Llamó a Simon, y cuando por fin me contesta siento un poco de alivio.

—¿Quién habla?

—Maxwell. ¿Dónde está tu hermana, por qué no responde el teléfono?

Hay un corto silencio.

—¿Oh, no lo sabías?

—¿Qué cosa?

Escucharlo decir eso hace que entre en pánico.

—Max... lo que te voy a decir es serio.

Me pongo de pie rápidamente e imagino lo peor.

—¿Qué sucede? ¿Kya está bien?

—Sí... bueno... tiene muchas náuseas todo el tiempo, y me está volviendo loco con sus antojos, pero...

—¿De qué mierda estás hablando?

—Kya está embarazada, Max... Son gemelos...

Mi corazón se detiene y siento que dejo de respirar. No, ¿qué?

—¿¡Qué!?

—¡Caíste, idiota! Kya está muerta para ti. Déjala en paz.

—¡Simon, espera! —grito rápidamente, pero el cuelga—.¡Simón! ¡Mierda!

Suelto mi teléfono encima de la mesa con brusquedad y después siento que vuelvo a respirar.

Mierda... Maldito niño...

Kya y yo jamás usamos protección, nunca... No, de todas formas eso sería una locura.

—¡No, espere, no puede pasar!

—¿Y ahora qué mierda sucede, Tara?

Escucho los gritos de Tara desde las escaleras y cuando doy un par de pasos, la puerta se abre de golpe y veo al señor Eggers.

Oh, Genial.

—¡Le dije que no podía pasar, Max!

—Vete.

Tara se larga y cierra la puerta. Eggers está a unos pocos metros de mí, pero se ve serio. Está más que claro que ya lo sabe.

—Fuiste tú, ¿verdad? —pregunta con esa mirada cargada de odio. Admito que estoy esperando el golpe, pero él no se mueve—. ¡Responde!

Suelto un suspiro y asiento levemente con la cabeza. Eggers se mueve rápidamente, me toma por sorpresa y el primero va directo a mi mentón. Ese mentón que Kya adora besar. Sólo siento un fuerte dolor y después un impulso que hace que acabe contra la pared.

—¡Eres una mierda! —grita, tomando mi cuello con fuerza— ¡Ella es una niña! ¡Te aprovechaste de ella! ¡La ilusionaste con toda tu mierda!

—¡No fue así! —aseguro colocando mis manos en su pecho para alejarlo un poco.

—¿Cómo pudiste hacernos esto? A mí, a Alex... Durante todos estos año te traté como a un hijo más, te ayudé cuando lo necesitaste, te di mi confianza... ¿Y así me pagas? ¡Jugaste con mi hija! ¡Sabías que Kya era prohibida!

—Kya siempre supo lo que quería. Y me quería a mí, señor Eggers.

Otro golpe, pero esta vez en la nariz, sólo siento el fuerte dolor y después la sangre sobre mi boca y mentón.

Eggers me acorrala de nuevo, pero no me importa. Esto iba a pasar.

—Te atreviste a tocarla...

Suelto una risita y después lo alejo un poco. Ahora solo hay unos centímetros más, pero siento que tengo mi espacio.

—Yo no la obligué a nada. Todo lo que hicimos... —me tengo por un segundo y después continuo. Esto iba a estallar en algún momento—. En realidad, todo lo que le hice... —ahora sonrío—, y lo que ella me hizo a mí, fue porque los dos lo quisimos. Lamento decirte que Kya ya no es una niña, Eggers.

Él se mueve con prisa y me golpea una vez más. Me resultan placenteros esos golpes porque los estuve esperando desde la primera vez que me atreví a mirar a Kya como mujer por primera vez.

Ella estaba en el jardín, con un corto short de jean y una camiseta blanca... Tenía trece años, pero sus senos habían crecido bastante, su cintura se veía perfecta, su trasero era más grande y aquella boca... Quería hacerle de todo aquella boca...

—Escúchame bien, pedazo de mierda... —Aprieta mi cuello una vez más y hace que lo mire. Tengo sangre en mi ojo derecho y no veo casi nada—. Vas a alejarte de Kya ¿Entendiste? Te quiero lejos de mí hija.

—Ella regresará a buscarme, Señor Eggers. Siempre regresa por más...

—¡Hijo de puta!

Un golpe más en el mentón, otro en el estómago, y después me toma del cuello con más fuerza que antes.

—Sí vuelves a acercarte a Kya de nuevo, te mato...


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 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now