Capítulo 40

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            Cuando bajo las escaleras comienzo a sentir como el suelo vibra por la música fuerte en el jardín. Es medio día, Tía Sam corre de un lado al otro, Marco está detrás de ella y sólo oigo gritos, risas, agua por todos lados y la música. El lugar se ve impresionante y la verdad es que ahora estoy algo cohibida por todo. Me siento extraña, y además de eso, Max y tío Lucas no están en la casa.

—Sí, lo sé, pero necesito mucho más —dice tía Sam hablando con fuerza al teléfono—. ¡Lo sé, pero pagaré lo que sea! ¡Si, de todos los sabores que sean! ¡Lo más rápido posible!

Me detengo en la cocina para verla, sé que debo salir, pero la verdad es que no quiero hacerlo.

Tía Sam cuelga el teléfono y después lo suelta con furia sobre la mesa, acaricia la cabeza de Marco, pero sigue moviéndose de un lado al otro por la cocina. Se ve frustrada y algo molesta, quiero decirle algo, pero no sé qué.

—¿Sam, ya están las bebidas? —pregunta Liz entrando a la cocina. Tía Sam suelta un suspiro y después golpea su pierna con su mano. Claramente está desesperada.

—¿Por qué hay tanta gente ahí afuera? Tu hermana me dijo que serían unos treinta chicos...

—Oh, joder, Sam... No pudiste caer en eso.

Luz entra a la cocina con su diminuto biquini, está algo mojada y ahora que lo pienso, se ve como una perra total.

—¿Qué demonios pasa con la comida y las bebidas? ¿Por qué demoras tanto? —pregunta en dirección a tía Sam.

—¡Me dijiste que eran treinta, acabo de contar y son más de sesenta. ¡Tu padre te matará!

—Y una mierda con lo que digas. Se colaron algunos, pero tú dijiste que querías organizar todo y la verdad que tu organización para esto es una puta mierda.

—Luz... —dice Liz con asombro.

—Sabes qué, no me importa, soluciónalo.

Luz se va hacia afuera y Liz la sigue. Siento pena por tía Sam. Y Luz es una perra de nuevo.

—¿Ayudo en algo? —pregunto.

Tía Sam sólo me mira, luego toma a Marco de la mano y ambos se van de la cocina sin decir nada. Me siento algo inútil y muero por ver a Max.

Me asomo al patio y miro mi ropa. Tengo un short de jean y una camiseta. Hay demasiada gente y precisamente hoy me siento algo extraña.

Todos están en traje de baño, hay chicos jugando fútbol, otros lanzándose en el tobogán, otro gran grupo en el castillo inflable, muchos de ellos bailan dentro de la piscina y el DJ pasa música alocada a todo volumen. Todo es un gran descontrol y por más que vea la mesa repleta de cosas para beber casi vacía, nada me impulsa a unirme a ellos. Quiero esta fiesta, quiero disfrutar, pero no me siento igual que antes si Max no está aquí para verlo molesto o misterioso.

Sé que tengo que ir ahí arriba y colocarme ese maldito bikini, pero no quiero hacerlo. En este momento extraño a Simon y sus bromas, extraño a papá y sus besos y también extraño toda esa seguridad que mamá me transmite sólo con verla.

—¡Sam! —grita el tío Lucas entrando a la casa. Me muevo a toda prisa y llego hasta él, pero no veo a Max y eso realmente me desconcierta y también me molesta bastante.

—¿Dónde está Max? —pregunto antes de poder evitarlo. Mi boca habla por sí sola. Tío Lucas deja una bolsa sobre la mesita de la sala de estar y luego busca a tía Sam con la mirada.

—Tía Sam está por ahí con Marco. ¿Y Max? —pregunto una vez. Quiero verlo ahora. En realidad, lo que quiero es largarme de aquí.

—Max fue a hacer algunas cosas y enseguida regresará.

 KYA - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora