Capítulo 27

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Miro a Max anonadada, pero al mismo tiempo aliviada. Acabo de recibir el golpe y no me dolió, no me hizo daño. Ese golpe acaba de abrirme los ojos. Vi todos mis años de bailarina pasar delante de mí en sólo un segundos, vi todos mis sueños cumpliéndose, me vi a mi sonriendo, y ahora, ahora veo a Max y no veo nada de eso. No me duele. El golpe que debió matarme no me provocó nada. Es más. Me hizo más fuerte de lo que yo creía.

—¿Quieres que renuncie al baile? —pregunto con la voz débil. Es sólo un escudo, él no sabe que acaba de despertar al monstruo que mamá me prohibió que sacara. Es algo que nadie quiere ver.

—El baile moderno. Déjalo.

Sigue sonando autoritario, sigue creyendo que para mí es importante. Pero no. Ya no. Sólo es algo que debo sacar del camino de la manera más rápida posible. Y algo me dice que debo hacer lo imposible para que a él le duela, quiero que sufra.

Doy un paso y estoy mucho más cerca de él. Podría haberlo golpeado, pero no quiero eso. Quiero jugar con su mente como el intentó jugar con la mía.

—Max... —susurro mirándolo fijamente mientras que acaricio su pecho levemente con mi mano. Él sonríe levemente y coloca ambas manos en mi cintura, pero una baja un poco más y se posa en mi trasero.

—Dime que lo dejarás y juro que te cargo hasta mi habitación ahora mismo.

Sonrío levemente, desvío la mirada para que él piense que estoy avergonzada, y vuelvo a mirarlo. Ahora me siento fría. Siento que no tengo alma, que mi corazón se congeló, puedo sentir como su frialdad y la mía se enfrentan, pero eso él aún no lo ha notado.

—Vamos, Kya. Tienes que decirme que lo dejarás...

—Escúchame, Max... —susurro acercando mi boca a la suya. Noto como se ve algo confundido, pero cuando muevo una de mis manos por su abdomen, él cae en la trampa—. Yo... yo jamás, jamás en mi vida, dejaría lo que amo hacer... Y menos por una mierda como tú.

Me alejo y me trago todo el enojo y la furia. Siento que no es suficiente. Para destrozar a ese gigante de hielo tengo que decir mucho más, quiero herirlo, quiero llegar al fondo de todo esto y saber si tiene sentimientos o no.

—¿No lo dejarás? —pregunta ya de pie. Me río, que idiota.

—¡Claro que no lo dejaré! ¡Y mucho menos por ti! ¡Nunca haría eso!

—Entonces ve! Sigue demostrándole a todo el mundo que eres una maldita su...!

Antes de que él termine la frase, mi mano está en su cara, con todas mis fuerzas, con todo el enojo. No me importa si funciona o no, no me importa si hice algo que no sé cómo acabará. Sólo lo hice y ya.

—¡Nunca en tu puta vida vuelvas a hablarme así! ¡Jamás dejaré que lo hagas! —grito. Él se ve sorprendido, mi golpe lo tomó por sorpresa, pero aquí se acabó esa Kya. No más niñita dulce—. Te equivocaste conmigo, Pearson, te equivocaste de nuevo.

—Eres una niña... —susurra furioso.

—¡Claro que soy una niña!¡Soy una niña que no es idiota! ¡Que no se va a dejar manipular por una mierda como tú!

—Vete.

—Me iré cuando yo terminé de hablar! ¡Se acabó la niña estúpida!

—Habla entonces y luego lárgate!

—¿Sabes cuál es tu problema Maxwell? —pregunto, mirándolo con lástima. Sí, es lástima porque no puede ser otra cosa—. Tu no amas a nadie, a nada... No sabes lo que significa esa palabra, y es por eso que me pides que lo deje todo por ti, pero jamás haría eso, porque una cosa es querer estar contigo, y otra muy diferente es AMAR lo que yo hago. Tú no tienes lugar en esa palabra, Maxwell. Nadie lo tiene.

 KYA - Deborah Hirt ©Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt