Capítulo 14

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—¡Pero, papá! —grito y lo persigo por toda la sala de estar.

—¡Te he dicho que no, Kya! —exclama volteándose hacia mi dirección.

—¡Pero, papá, estás siendo irracional! —grito, y tomo de su brazo. Esto es un completo desastre. Miro a mi madre y ella se encoge de hombros, mientras que come palomitas y mira la televisión abrazada a Simon.

—¡Ya te lo he dicho! ¡Tienes dieciocho años y mientras que vivas en mi casa harás lo que yo te diga! ¡No tendrás una cita, no saldrás de esta casa sin mi autorización, y se acabó!

—¡Esto es injusto, papá! —grito y me cruzo de brazos—. ¡Solo es una salida! ¡Él es amable y...!

—¡Ese sujeto tiene veintisiete años, Kya! ¡No lo conoces, no es para ti! ¡Esta es la última vez que discutimos por algo como eso!

—¡Pero, papá!

—¡Se acabó, Kya! —grita furioso hacia mi dirección—. ¡Mientras que estés debajo de mi techo, harás lo que yo diga!

Mis ojos se llenan de lágrimas por la frustración. Él jamás me entenderá, nunca. Si no acepta esto, ¿cómo se supone que debo decirle lo del baile? Nunca podré hacerlo. Miro a papá por unos segundos y me limpio la mejilla. Quiero decir algo más, pero nunca podré decirle a papá que lo odio porque eso no es cierto.

Subo las escaleras a toda prisa y cuando entro a mi habitación me aseguro de golpear la puerta con todas mis fuerzas. Mi padre no me comprende y sé qué no podré hacer nada. Mi día ha sido una completa mierda y acaba de empeorar. Aún sigo recordando todo lo que sucedió con Max y me siento como una estúpida. Necesito un abrazo, necesito que alguien me mime y lo único que he hecho es fingir durante todo el día y también la cena que todo está bien.

—Kya, ¿puedo pasar? —pregunta Simon al otro lado.

Tomo mi almohada, la abrazo con fuerza y oculto mi cara en ella. No quiero ver a nadie y tampoco hablar con nadie. Soy una estúpida, una niña que se había ilusionado de nuevo. Sí, esa tarjeta me sorprendió y al mismo tiempo me gustó. Me encanta saber que hay alguien interesado en mí, ya había imaginado nuestro beso y todo, pero papá... Papá es un problema.

Simon abre la puerta de mi habitación y se sienta al borde de la cama, él ya lo sabe, se lo he dicho absolutamente todo, pero aún no me ha dicho nada. Me siento completamente destrozada y solo quiero encerrarme en mi habitación y llorar. En menos de dos semanas todo esto sucedió y confieso que tengo miedo porque no sabré lo que sucederá. No podré controlarlo.

—Oh, ven aquí —dice dulcemente cuando suelto un gran sollozo. Dejo que él me abrace y escondo mi cara en su cuello repleto por esa gran melena—. No seas boba y deja de llorar —me dice acariciando mi espalda—. Ya sabes cómo es el viejo, es alemán y terco.

—No soy una niñita, Simon. Nunca he tenido novio, nunca he tenido una cita real... Él solo... Solo está...

—Él solo quiere cuidarte. De hecho quiere que seas virgen hasta que te mueras porque eres su ángel y toda esa mierda, pero solo está asustado porque sabe que vas a follar con alguien en cualquier momento —asegura. Me río levemente y lo miro. Seco mis mejillas y descanso mi cabeza en su pecho—. Tienes que hablar con él sin gritos. Sé que lo entenderá.

—Eso nunca pasará.

—Mamá y papá se están peleando en el piso de abajo. Ya sabes cómo acabará esto.

—No me lo digas. Mamá y papá pelearan por mi culpa.

—¿Y eso qué? Siempre pelea por tu culpa. Eres la hija rebelde.

 KYA - Deborah Hirt ©Where stories live. Discover now