Capítulo 5

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Capítulo 5

Diego

De camino al colegio, Marcus me habla de lo bien que está en su nueva escuela. Me cuenta de sus compañeros, que es feliz estando con ellos, pero, lo que más me llama la atención, es como se le ilumina el rostro al nombrar a su maestra. Vive diciendo que es simpática y muy linda, y que sus ojos son de un verde más claro que los míos, y eso le causa mucha curiosidad, como si fuera un color exótico. Me dice que, no extraña a la profesora de antes, y que está emocionado porque falta muy poco para aprender a escribir, y todo, gracias a su fabulosa maestra, haciendo que desee conocer a esa mujer tan fantástica, y agradecer lo bien que le ha hecho a mi hijo.

Una vez que dejo a Marcus en el colegio, me voy raudo al hospital, llegando justo para asistir en una operación, donde soy el médico ayudante de Bernardo.
Finalizada la intervención, decido ir a la cafetería, pues deseo tomar café para despejar un poco la mente, ya que, últimamente no he descansado bien. Me pongo a pensar en Ambra, en qué me cuesta asumir que cambió después del embarazo de Marcus, pues siempre pensé que, al conocer al hermoso bebé que habíamos tenido, se enamoraría de él, tal cual me pasó a mí. Han pasado seis largos años, y todo este tiempo he albergado, tontamente, que vea en nuestro hijo sus cualidades. Marcus es un niño obediente, respetuoso con los demás, inteligente, generoso, y un sinfín de atributos que no logra visualizar. Por otro lado, la Belleza de Ambra me cautiva, la sensualidad que sale por cada poro de su piel, llevándome al cielo cada vez que me toca, aunque, con el pasar de los años, ya está pasando a segundo plano.

—¡Aquí estás! —exclama Bernardo acercándose hacia mí, con un café en las manos—. Saca Ambra de tu cabeza, aunque sea un día.

—¡Imposible! El rechazo que tiene hacia Marcus me está volviendo loco —confieso—. Deseo que Marcus se sienta querido, que crezca con sus padres juntos, no como yo..., pero ella no hace nada para que nos unamos, si no fuera porque aún creo que estoy enamorado, tal vez ya me hubiera ido...

—Creo que el amor lo perdiste hace rato —lo escucho decir.

—Estoy confundido —digo cabizbajo —. Sabes bien que, ella me gusta, además, es la madre de lo que más amo en la vida

—¡Es una excusa!

—No entiendo el aguante que tienes al soportar mis penurias —digo riendo, porque mi vida ya es tragicómica.

—Hago yoga.

—¡Ay, Dios! Por cierto, hoy iré al colegio por Marcus, pues escuché que, él le decía que ya no llegara tarde a retirarlo.

—¿A qué hora sale Marcus?

—A las dos —respondo—. Quiero sorprenderla en el acto. imagínate, ella no trabaja, no hace nada, entonces, no puede poner ni una sola excusa por su retraso.

—Tienes toda la razón —me apoya—. Ahora me voy, o el atrasado seré yo.

—Si, vamos. Yo también tengo pacientes citadas ahora —comento, bebiendo el último sorbo de café.

La mañana pasa más lento de lo que quisiera, hasta que llega la hora de vigilar las actividades de Ambra. Estaciono mi vehículo lo suficientemente lejos del colegio para que Ambra no me vea, luego me bajo y me escondo detrás de un árbol, muy similar a un delincuente, o, aunque, esta vez soy el detective a cargo. Diviso a lo lejos, a muchos niños siendo retirados por sus padres de la escuela, hasta que solo queda uno, y es precisamente mi hijo. Sigo observando la situación, y Ambra lleva diez minutos de retraso. Una joven mujer que, seguramente debe ser la maestra de Marcus, lo abraza con ternura, y acaricia su cabellera de una forma tan maternal, que Marcus aprovecha de rodear su cintura, con esos delgados brazos, recibiendo el amor que tanto necesita. No visualizo su rostro, pero como sea, ya es un ángel para mí. Luego de unos minutos, aparece otra mujer joven, que, si mal no recuerdo, debe ser la directora. De un momento a otro, la maestra se inclina para quedar a la altura de Marcus y lo deja con la directora, mientras corre hacia la parada de autobús. Media hora de atraso de parte de Ambra, y ya es suficiente para mí. Salgo de mi escondite para ir en busca de mi hijo, pero me detengo al ver el auto de Ambra estacionarse frente al colegio. Mi esposa cruza la calle, Marcus se acerca a abrazarla, pero ella se suelta de su agarre. La directora camina hacia su dirección, intercambian un par de palabras y entra al colegio, mientras que mi hijo corre tras su madre. Ambra se sube al auto, y espera a que Marcus haga lo mismo, sin brindarle la ayuda que él necesita.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora