Capítulo 36

10.1K 840 125
                                    

Capítulo 36

Diego

«¿Antonella seductora?»

Me dejo llevar por las palabras de mi chica, pues la osadía que está mostrando hoy es digno de disfrutar, por lo que solo cierro los ojos sintiendo sus caricias que van desde mi rostro hasta llegar dónde tanto me gusta. Su húmeda lengua pasa por mi erecto pene, una y otra vez hasta que abre la boca y lo chupa, teniendo que afirmarme en el marco de la puerta de la habitación principal para no tambalearme y soportar el orgasmo que es inminente. Con una gran fuerza de voluntad saco mi pene de su boca para no correrme dentro de ella, o más bien, para no correrme y poder seguir disfrutando los dos. Mientras mi pecho sube y baja, y trato de respirar con normalidad, la miro a los ojos, saco mi camisa y pantalón quedando completamente desnudo, y me abalanzo sobre ella comenzando por besar su cuello.

—Debemos inaugurar la otra habitación —susurro en su oído, sabiendo que no hubo orgasmos, sin embargo, el sexo oral que me ha dado ha sido suficiente para sentir que hemos inaugurado el cuarto, pues he sido yo quién, por voluntad propia, no quiso correrse.

—La casa es grande... —aclara extasiada, mientras poco a poco voy quitándole la ropa, dejándola tirada por el pasillo hasta llegar al cuarto conjunto.

—Tenemos para horas de placer...

Beso sus labios bajando poco a poco hasta llegar a sus delicados pechos, y mis juguetonas manos vuelan hacia su vagina, dándome la seguridad de que está más que preparada para mí.

Lentamente, con el placer revoloteando por el cuarto, me pongo detrás de ella besando su espalda, y hago que se incline hasta dejarla arrodillada. Sigo con mi tortura amatoria, y jadeo sabiendo que una de mis fantasías con Antonella se pueden hacer realidad. Paso mi lengua hasta llegar a sus glúteos, mientras que con una mano la empujo para dejarla con el culo parado apuntando hacia mí, una posición que seguramente le complicará por su timidez, pero no le doy tregua, paso mi lengua por su ano, bajando lentamente hasta su húmeda vagina. Mi pene, grande e hinchado está a punto de estallar, pero completamente compenetrados abre las piernas dispuesta a seguir con el juego del placer. Lentamente introduzco mi pene, hasta suspirar aliviado, mientras que mis movimientos lentos empiezan a aumentar la velocidad al ver sus pechos sacudiéndose al compás de mis embestidas.

—Diego... —dice mirando hacia atrás, posando sus ojos directamente hacia los míos, y la locura se incrementa, sin evitar ponerme salvaje, tomando de su cabello cual jinete domina a un potro, y le doy duro viendo cómo jadea excitada, haciéndose mi fantasía realidad.

—Sh... déjame —digo extasiado, vuelto loco con esta mujer.

—Ya no doy más mi amor, quiero correrme... por favor...

—¡No! —exclamo deteniéndome, mientras me salgo de adentro de ella.

Dejo unos segundos y lentamente paso mi dedo desde su vagina hasta su ano, una y otra vez, sacando de su misma lubricación para dejarla en su ano. Introduzco un dedo delicadamente, mientras me posiciono para penetrar su vagina, y así empiezo nuevamente con mis movimientos que se aceleran con rudeza.

—¡Córrete An! —ordeno.

Dos estocadas más y la aprieto hacia mí, pensando en que deberíamos ducharnos después de la fiesta vivida. Nuestras respiraciones agitadas empiezan a normalizarme poco a poco, y una vez que nos calmamos, salgo de su interior. Automáticamente ella cae en la alfombra, mientras yo hago lo mismo, quedando en completo silencio, mirando hacia el techo, para luego mirarnos a los ojos y ponernos a reír.

—¡Esto estuvo magnifico! —digo sabiendo que ella piensa como yo.

—No te negaré que al principio me dio un poco de vergüenza, pero... estuvo glorioso —confiesa.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora