Capítulo 51

10.1K 906 126
                                    

Capítulo 51


Antonella

Cuidadosamente me levanto de la cama para no despertar a Marcus, pero antes de volver a mi cuarto, me quedo observandolo y pensando en todo lo que ha pasado este pobre niño, hasta el punto de pedirme que sea su madre, que por favor lo quiera, y mi corazón se rompe en mil pedazos, porque no se merece sufrir de esta manera, y decido ser su madre, ser la mejor mamá que pueda existie en esta vida, y por supuesto, jamás defraudarlo.  Me seco la última lágrima que rueda por mis mejillas, le doy un beso en la frente y apago la lámpara que está en su mesita de noche.

—  ¿Marcus se ha dormido ya? —pregunta Diego al verme entrar a nuestra habitación.

Él está acostado sobre la cama, con su torso desnudo, y lamentablemente la boca se me hace agua, sin creer que me excite cada vez que le miro, y la duda de que si se puede vivir teniendo sexo a cada momento, se instala en mi cabeza, porque ya no sé si es normal o debo internarme, o quizás algo más religioso y Dios no me deje entrar al cielo cuando sea mi turno. En fin, no hay vuelta atrás y el deseo ya está instalado, y quiero abalanzarme sobre él y montarlo, cabalgar sobre el pura sangre, como una diosa de sexo, como lo haria Isabelle de Canalón. Sonrío con mis pensamientos, y me justifico con mi forma de ser, porque estuve años de abstinencia de orgasmos, y ahora vivo en la fábrica, por cierto, y aunque no debería recordarle, pero lo hago porque este personaje de mi vida era todo lo contrarios de Diego, y es por lo que me pregunto que será de Solcito.  Se lo ha tragado la tierra, y es mucho mejor para mí, aunque debo confesar que se me ha aparecido como un fantasma, pero creo que es producto de mi imaginación—.  ¿Y?

— ¿Y qué? —respondo.

— ¡Qué si Marcus se ha dormido!

«¿Tanto tiempo he estado pensando?»

Me río por dentro.  Siempre supe que mis pensamientos eran largos, pero también creí que eso se reflejaba en mi, pero no en el exterior.  O sea, que...

«¿Ya te enredaste? Pues si»

— Si —me despabilo—, ya se durmió...

Vuelvo al mundo Antonella, y mi lengua juguetona pasa por mis labios secos al ver su pecho, pero me centro y vuelvo al carril, porque mi cerebro entiende que hay prioridades—. Marcus me ha pedido que sea su mamá.

Diego se queda pasmado, y de un momento a otro  cubre su rostro con un brazo, mientras me quedo quieta sin saber que hacer, pues él está llorando. Mi amor, mi hombre, mi protector, mi amigo y compañero sufre  por su hijo y se emociona ante cualquier acontecimiento que tenga  que ver con él.  Me acerco y le doy mi abrazo protector, porque  siempre lo he visto como a un Dios, y me doy cuenta que es humano, no es un simple mortal, pero humano al fin y al cabo, y eso me hace enamorarme  cada día más—.  Tranquilo mi amor, si deseas llorar puedes hacerlo junto a mi —me acomodo en la cama, él pone su cabeza sobre mi pecho, y yo acaricio su cabellera.

— Gracias, eres maravillosa... —le escucho decir.

— No debes darme las gracias —aseguro, pues creo que quien debe agradecer soy yo—. Marcus es un niño maravilloso, que se merece tener una madre, y juro por Dios que lo querré como si lo fuera, no necesito haberlo tenido en mi vientre para amarlo.

— ¿Ves por que digo que eres maravillosa?

Nos quedamos dormidos, empiezo a sentir un calor insoportable, abro los ojos y veo a Diego tumbado con un boxer negro, se ve tan lindo dormido, no debería recordar a Solcito, pero no puedo dejar de comparar a Diego y a la foca de mi ex.

«Nada en contra de las focas, ni las morsas»

Me levanto de la cama y salgo de la habitación, no sin antes ver que son las tres de la mañana. Paso por el cuarto de Marcus y duerme igual a Diego, esta todo destapado, pero no lo culpo porque hace mucho calor.  Corro las cobijas hacia atrás y lo arropo solo con las sabanas, luego voy a la cocina,  bebo  agua, y decido volver a mi habitación, pero me detengo frente a la puerta de un cuarto que esta sin ocupar; me acerco y  me pongo a pensar que ese será la habitación de mi bebe ya que es bastante amplio. Instintivamente toco mi vientre, que lo único que tiene de abultado es un rollito que se escapa de vez en cuando, lo que me hace sentir ansiosa, queriendo  saber si será niño o niña, y ya deseo empezar a arreglar la habitación, pero es muy pronto para eso, y soy muy consciente, por lo tanto, dejo de soñar y vuelvo al cuarto. Cuando entro veo que Diego no se ha percatado de mi ausencia, pero si se a movido, puesto que ahora esta boca arriba y su prominente miembro se nota más grande bajo ese bóxer que retiraré  en cualquier momento.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora