Capítulo 47

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Capítulo 47


Antonella

«Sabía que la felicidad no era para mi...»

La ilusión de empezar una vida nueva junto a Diego y Marcus se esfumó, y nuestra linda casa, que no era una edificación cualquiera, sino qué, un hogar, se quedará a la espera de que algún día podemos llenarla de amor, de esperanza, de juegos, de alegría.  Esa casa sería un refugio, no tan solo para mi, sino para Marcus, que es el único que sufrirá las consecuencias del capricho de su madre.  Me duele  corazón, y no por mi, porque el amor que Diego siente por mi está intacto, pero tengo miedo por mi niño, porque tarde o temprano llegará con su carazoncito roto, solo espero poder curarlo y que confíe en que el amor existe, no de la madre que le dió el ser, sino qué, de una madre sustituta que lo adora con el alma.

Abro la puerta de la habitación donde  Marcus esta descansando.  Seco mis lágrimas y entro despacio para no despertarlo.  Me quedo observando su belleza física, y sonrio, tontamente, sabiendo que tiene el atractivo de sus padres, pues los dos son bellos, y agradezco que, solo haya sacado la bondad de Diego.  Lentamente abre sus ojitos, iluminando mi mirada con su verde tan especial.  Marcus sonríe genuinamente al verme, y me pregunto porque no podré ser su madre, pues tengo todo el amor que él necesita para entregarle.

— ¿Cómo te sientes? —pregunto tomando su mano.

— Me duele un poquito la cabeza —responde—.  ¿Por qué llora?

Abro la boca ligeramente, sin darme cuenta de mis actos. Instintivamente seco las lágrimas que recorren mis mejillas y sonrió demostrando que todo está bien.

— No me hagas caso —digo—, yo soy una llorona.  Lloro de penas, de risas, porque hay risas con lágrimas, y también lloro de alegría, y ahora estoy feliz porque veo que estás bien.

— Ah, llora de felicidad.

— Si, porque te quiero —digo al fin.

— Y yo la quiero a usted.

Suspiro contenta con sus palabras, y pienso en que no debo ser egoísta.  Él desea estar con Ambra, y es lógico pues es su madre, aunque lo terrible, es que estoy segura le hará daño.   Diego tiene razón, siempre nos hemos hablado con la verdad, él siempre ha sido sincero, y si Marcus esta recién recuperándose, lo mejor es que se vaya con Marcus para protegerlo.

— Pronto te irás de aquí, podrás irte a tu casa —digo fingiendo felicidad.

— ¡Antonella! —escucho a Diego detrás de mi.

Tomo todo el valor que tengo para mirarle a los ojos, para que vea que lo amo y lo comprendo,  y no se angustie por mi.

— Estaba visitando a Marcus —comento—, él se ve mejor, solo espero que pueda ir pronto a casa...

— Si, gracias. ¿Podemos hablar por favor?

— Claro...  —respondo mirando a Marcus—.  Cuidate mi niño, pronto nos veremos en clases.  

Al salir de la habitación de Marcus, lo primero que hago es abrazar a Diego para ponerme a llorar, con el deseo que no me suelte jamás—.  Tengo miedo —confieso.

— Yo jamás te dejaré.  No debes sentir temor de este retroceso. Si bien es cierto,  me voy a casa de Ambra, no me voy con ella, ni por ella, sino por Marcus.

— ¿Sabes? Es que tengo como rabia, no sé...

— Lo sé, y es mi culpa. Esto no estaría pasando si hubiera hablado desde un principio con Marcus.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora