Capítulo 27

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Capítulo 27

Diego

Después de una tarde maravillosa con Antonella, es tiempo de ir por mi hijo. Conduzco con precaución, tal cual me lo ha pedido An, hasta que llego a mi destino. No alcanzo a bajar del auto, y veo por la ventanilla a una mujer parecida a Roberta, quién sonríe con cordialidad. Me bajo con cautela, y ella se acerca a abrazarme, como si me conociera de toda la vida, para luego decir que ya sabe de dónde Marcus saco la belleza haciéndome sonreír. Me invita a entrar a su casa, y aunque estoy cansado, agradezco el gesto y la sigo hasta que veo a su gran familia reunida bajo un parrón, y mi hijo, sin percatarse de mi presencia, ríe y corre detrás de unos chicos, lo que me hace estremecer, pues ver su felicidad es sin duda una alegría que me alivia por completo. Todos se acercan a saludar, mientras miro a Roberta sonriente con la eufórica bienvenida que me brinda su familia, y los trozos de pasteles que me regalan, mientras intento rechazarlos con cordialidad, sin embargo, logro comer dos trozos, pensando que cinco es demasiado hasta para un hombre tan grande como yo.

Al llegar casa, agradezco de corazón a Roberta por todo el cariño que Marcus recibe en casa de su familia, pues jamás podría darle una estabilidad en esta casa, y menos, con la mujer que tiene por madre. Le doy un baño a Marcus, y mientras termino para ponerle su pijama y pueda descansar, me cuenta lo genial que ha estado su día.

—¿Quieres que te lea un cuento? —pregunto.

—No alcanzaré a escucharlo, se me cierran los ojos —responde con voz somnolienta.

Pestañea una y otra vez intentando mantenerse despierto, pero el agotamiento del día pasa factura, y cae en manos de Morfeo. Le doy un cálido beso en la frente, y me voy hacia mí habitación. Reviso toda la estancia, hasta por debajo de las sábanas, y una vez que sé con certeza que estoy solo, me relajo quitándome la ropa para darme una ducha. Una vez en la cama envío un mensaje de buenas noches a Antonella, poniéndome en alerta, pues se demora en responder, hasta que por fin la respuesta, diciéndome que está dándose un baño.
Me quedo pensando en todo lo que he vivido últimamente, despertar por fin de un matrimonio que no tenía futuro, del cual luché por todos los medios para que saliera a flote, hasta me engañaba a mí mismo, disfrazando la belleza y el sexo que me daba Ambra, creía sinceramente que aún seguía enamorado, no digo que el amor no existió, pero ella se encargó de matarlo día a día con su forma de ser. También deseaba formar una linda familia para Marcus, y no destruirla, no deseaba que él se sintiera abandonado y solo, como muchas veces me sentí cuando niño, además, es más dañino tener una madre que no deja de demostrarle lo mucho que lo desprecia, y ya no deseo ver la tristeza en los ojitos de Marcus, ya no más.

Jamás tuve la intención de fallarle a mi matrimonio, y menos llegar a sentir algo por otra persona, pero es muy difícil no salir enamorado de una mujer como Antonella, quien tiene muchas cualidades, y los pocos defectos los convierte en algo grato de apreciar, aunque suene absurdo.

Cierro los ojos tratando de quedarme dormido, pero el rostro de Antonella viene a mi mente, no puedo, ni quiero dejar de pensar en ella, y menos con la tarde que me ha regalado hoy; sé que para ella es difícil ser sexy, pero intenta saca a la mujer ardiente que lleva dentro, solo le falta un poco de confianza en sí misma, por lo que me alegro de que todas esas facetas las esté descubriendo junto a mí. No me considero un hombre celoso, y si bien es cierto, es una mujer casada, que ha vivido, o más bien está viviendo con su esposo, me pone en alerta imaginar que pueda haber hecho con Bruno todo lo que hace conmigo, aunque sé que no es así. Antonella no tiene mucha experiencia y eso lo agradezco con el alma, aunque debo confesar que al saber que en estos momentos esta acostada junto a él me vuelve loco, no se lo he dicho, no quiero ponerla en aprietos, y se ponga nerviosa, sin embargo, no puedo evitarlo.

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