Capítulo 39

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Capítulo 39

Diego

Salgo despavorido del hospital, caminando a toda prisa para llegar al estacionamiento donde tengo aparcado mi auto. Por el trayecto, caras amigas me saludan sin sospechar que no brindaré, como es costumbre, esa mirada acogedora y amable que están acostumbrados a recibir de mi parte.
Al llegar a mi auto, me encierro aprovechando de dar un grito ensordecedor, mientras mi pecho sube y baja con la ira que llevo guardada gracias a la traición del que fuera, por muchos años, mi mejor amigo.
Me quedo pensando en todos los momentos vividos con Bernardo, las veces en que me aconsejó y brindó su paciente compañía, sin sospechar en que estaba interesado en una mujer, que claramente sabe no vale la pena, y lo que es peor, mi esposa. Tomo mi celular dispuesto a enviarle un mensaje, pero la imagen de Antonella, reflejada en la pantalla me hace cambiar de opinión, sabiendo que ella no tan solo es la mujer con la que hago el amor, sino que, es mi compañera, confidente y mejor amiga, por lo que decido llamarla a ella.

─ ¡Hola, amor! ─escucho desde el otro lado de la línea.

─Te necesito... ─logro decir ante este sentimiento que oprime mi pecho.

─ ¿Qué pasa amor? ─indaga, bajando abruptamente las revoluciones de su entusiasmo.

─ ¿Nos podemos ver?

─Claro ─responde─, estoy en el centro comercial con Cinnia, pero ya terminamos las compras...

─Voy por ti ─digo cortando la llamada.

Enciendo el motor del auto, sin dejar de imaginar a Ambra con Bernardo, con la rabia acumulada por la traición del que creí era mi amigo. Estoy seguro de mis sentimientos hacia Ambra, estoy consciente de que el amor que sentí alguna vez se ha desvanecido, y que puede rehacer su vida con quién desee, pero sus actos son vengativos y me molesta.
Sin percatarme me paso un semáforo en rojo, y las bocinas de los autos se alteran ante mi osadía, pero, aunque la cabeza me retumba, yo sigo a toda velocidad sin importarme una mierda. De un momento a otro me doy cuenta de que estoy cerca de casa, y dudo si doblar hacia la derecha o izquierda, sin embargo, la furia acumulada me hace ir a casa antes de llegar donde Antonella espera por mí.

Bajo de mi auto dando un portazo, entro a la casa y subo por las escaleras, porque sé, encontraré a Ambra en la habitación, no obstante, la voz de Roberta me detiene a medio camino, y me frustra saber que nunca puedo saciar mis sentimientos iracundos como deseo, pues siempre hay algo, o alguien, que me lleva a la cordura, pero esta vez no puedo, ni quiero ceder.

─Saca a Marcus de aquí ¡Ahora! ─ordeno con determinación, sin darle explicación a su mirada confundida. Roberta corre hacia la cocina desatándose el delantal por el camino, y hasta que sé que no estará en casa, termino de subir las escaleras llegando al cuarto que por años compartí con Ambra.

Abro la puerta estrepitosamente, encontrándome con esa mujer que tanto daño le ha hecho a su familia. Ella está acostada leyendo una revista, mirándome sin entender que hago en el cuarto, por lo que me acerco y agarro uno de sus brazos para sacarla de la cama y por fin saciar su curiosidad.

─ ¡Diego! ─exclama asustada─. Qué, ¿Qué sucede? ─pregunta mientras acerco mi rostro al de ella.

─ ¿¡Te gustó estar con Bernardo!? ─escupo.

─No... no sé de qué me hablas.

─ ¡Hablo de que te acostaste con él! ─aclaro.

─ ¿¡Si fue así qué!? ─responde sacando las garras─. Tú estás con esa zorrita disfrazada de maestra. ¿Te das cuenta? No la amas, me amas a mí.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora