Capítulo 46

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Capítulo 46

Antonella

Me quedo detrás de la máquina expendedora de gaseosas escuchando la conversación de Diego y la hermosa Ambra, alias la Sacapelos, y una furia incontrolable se apodera de mi al recordar que Diego la llamó para que viera a Marcus. Si, ella es su madre; si, el niño pidió verla, pero es obvio que el golpe en la cabeza le ha afectado, además, yo quería estar para él, para consolarlo, mimarlo y cuidarlo.

«Marcus, mamá no podrá venir porque entró a un reality.  Marcus, mamá no podrá venir porque fue a salvar a las ballenas. Marcus, mamá no podrá venir porque... Tantas escusas para no llamar a Ambra, y ningúna escogió»

— ¿Dónde está Marcus?  —pregunta Ambra, y se me ablanda el corazón pensando que talvez el accidente hizo mella en su frío corazón, si al fin y al cabo es su hijo.

«Por desgracia»

— Cesar lo esta atendiendo —responde Diego sin mirarla a la cara—.  Debemos esperar a que nos avise la enfermera. No quiero entrar y entorpecer el procedimiento.

— Tienes razón, debemos dejar a Cesar hacer  su trabajo para que nuestro hijo este bien.

«Para que nuestro hijo este bien... Perra»

Observo desde mi escondite como Diego se sienta en un sofá de la sala de espera; lista para atacar si es que ella se le acerca de forma romántica, dispuesta a arriesgar mi cabellera con tal de cuidar la integridad de mi hombre, o más bien mi honra—.  ¿Recuerdas cuando nació Marcus? —pregunta acercándose a Diego—. A penas lo ví supe que sería tan guapo como su padre.

— Por su puesto que recuerdo ese día —responde con fastidio—.  ¿Cómo olvidar  que te negaste a amamantarlo? 

«Buuu perra»

— Vamos amor, no recuerdes las cosas negativas —dice.

«¿Amor?»

Observo desde lejos lo bella que es esta mujer.  Su cuerpo casi perfecto, con curvas excitantes, y sin nombrar ese rostro que enamora a cualquiera, menos a mi que soy heterosexual, además de conocer su negra alma.

Siempre me sentí fea, insignificante, y llegó Diego a mi vida para mostrarme que tengo belleza, que soy importante.  Me eligió a mi ante esa mujer que es su esposa, por lo mismo, enderezo mi espalda, acomodo mi cabello  y camino con firmeza hacia su dirección.

— Amor —digo, logrando captar, no solo la atención de Diego, sino qué, de Ambra también—.  Decidí acompañarte.

Diego levanta la cabeza y su mirada se le ilumina, esa sonrisa que tanto me gusta aparece para darme la confianza que necesito. Ambra que me da la espalda, se da la vuelta lentamente, hasta que da conmigo, con su mirada de odio.  Entiendo que ahora soy quien esta con su esposo, porque ellos siguen casados, y que tal vez cree que soy la causante de que su matrimonio  no funcionara.  Tal vez para ella soy una roba maridos, pero lejos de la realidad, ella ha sido quien lo perdió a pulso, ella ha dejado que Diego, no tal solo dejase de amarla, si no que, la odie con todo su corazón.

— ¡Bravo! —exclama poniéndose a aplaudir, mientras agradezco que no haya gente—.  Esta es la escena más bonita que pueda  vivir.  La descarada de la amante de mi esposo esta aquí.

— ¡Ambra! —dice Diego.

— ¿No te da vergüenza ser una roba maridos?  —escupe sin importar lo que piense Diego, haciendo que la mire con odio, muy del contrario de su mirada, que es triunfante, con una arrogancia que llega a China.

— ¿Tu no te cansas de ser tan mala madre? —contraataco, demostrandole a Diego que tengo valor.

— No seas tontita —se carcajea—,  tu no puedes venir a decirme que soy mala madre.  Aquí estoy por Marcus, el hijo que tuvimos con Diego, producto de nuestro amor.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora