Capítulo 48

10.5K 913 193
                                    

Capítulo 48


Diego

Dentro de una bolsa de basura comienzo echando las botellas de licor que están desparramadas por la sala, los cuadros rotos, y la imagen de mi hijo con esa fatídica frase la rompo en mil pedazos para ser botada también dentro de la bolsa. La cocina está en iguales condiciones, y me pregunto cómo estará el resto de la casa, aunque a estás alturas no me sorprende nada. Roberta aparece tras de mi con aspiradora en mano, y una disposición que agradezco pues no esta en obligación de arreglar este desastre.

—  ¿Y Marcus? —pregunto mientras seguimos ordenando.

— Se ha quedado dormido, dijo que estaba cansado —responde.

— Esta bien, es mejor que descanse... —opino.

— Señor... —escucho a Roberta con advertencia.

— ¿Si? —alcanzo a decir, mientras una mueca en su rostro me indica que algo no le parece.

— Mire —dice, apuntando hacia un rincón, mostrándome que unas cuantas botellas rotas no es el peor panorama que puedo encontrar, sino qué, un condón usado al lado de una cajetilla de cigarros.

— ¡Dios! —suspiro frustrado, imaginándome todo lo que ha sucedido en mi ausencia, y en lo que se ha convertido la mujer que tanto amé,
y en lo que ha quedado la casa que elegí con tanto cariño para que Marcus creciera en ella-. Aspiralo por favor.

— Si señor...

Agradezco a Roberta por la ayuda brindada y me voy al cuarto de invitados, un lugar que utilicé por meses tratando de escaparme de Ambra. Me doy una ducha rápida, y me siento en el borde de la cama a pensar en el siguiente paso que debo dar, hasta que no soporto no saber de Antonella y decido llamarle, sin embargo, no recibo respuesta, por lo que intento con Cinnia y luego Enzo, pero tampoco responden las llamadas.

Al no tener notícias de Antonella, me voy al cuarto de Marcus para ver como sigue, y poder dejarlo tranquilo antes de ir al departamento de Enzo. Para mí mala suerte, por el pasillo que da hacia la habitación de mi hijo, me encuentro con Ambra, quien, con su ya típica sonrisa maliciosa me sigue por detrás.

— Hola papá —saluda Marcus al verme asomar la cabeza hacia el cuarto.

— ¿Cómo te sientes? —indago, entrando del todo a la habitación.

— Ya no me duele tanto la cabeza —asegura—, me estoy recuperando pronto para poder ir a clases. ¿Crees que mis compañeros me extrañan?

— Estoy seguro que si —digo—. Le pediré a Antonella que te envíe las tareas a casa.

— A ella es a la que más extrañaré estos días, porque es muy bonita.

— Tienes buen gusto, pues ella es hermosa —digo mirando hacia la puerta, creyendo que Ambra está detrás de mi, empero, no es así.

— Si, pero es un secreto. Mamá no se vaya a enojar —dice, y una puntada en el corazón me invade, y la culpa de no hablar con la verdad desde un principio me carcome.

— Tranquilo —logro decir—. Hijo, debo salir ahora, pero te quedarás con Roberta, ella cuidará de ti.

— Yo cuidaré de él —interviene Ambra apareciendo de pronto—, por algo soy la madre...

— Gracias mamá —dice Marcus.

— De nada hijito.

Aprieto los puños tratando, de alguna forma, reprimir la ira que me provoca su cínismo, pero ver un poco de felicidad en el rostro de Marcus me deja acceder a sus caprichos.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora