Capítulo 9

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Capítulo 9

Diego

Subo el último bolso a la parte trasera del auto y nos vamos rumbo a la casa de playa. Ambra se pone lentes de sol y unos audífonos para no ser molestada durante el trayecto, en cambio Roberta y Marcus, cuentan los autos que pasan por nuestro lado, mientras que yo, conduzco por la carretera recordando la noche que pasé con Antonella. Estoy consciente en que estuve mal al engañar a mi esposa, pero no puedo dejar de pensar en esta mujer inexperta que se cruzó en mi vida, y tontamente la comparo con Ambra, una mujer experimentada, excelente amante, que, a pesar de todas sus cualidades amatorias, no me llena como antes.

Al llegar a la casa de veraneo, Marcus sale corriendo del auto hacia el interior, mientras que yo, bajo las maletas con la ayuda de Roberta, pues Ambra, solo se limita a tomar su bolso de mano.

—Roberta, quiero que te vayas a la cocina a preparar el almuerzo, pues muero de hambre —ordena Ambra, recibiendo como respuesta un bufido de parte de Roberta, el cual me hace reír.

—Amor —intervengo—. Vinimos a descasar y pasarla bien. Ve a ponerte traje de baño para que tomes sol mientras pido comida a un restaurante.

Ambra se limita en hacer un gesto de fastidio, y empieza a caminar hacia la escalera para ir al cuarto principal, donde he dejado su equipaje. Ella sube cada escalón con suma elegancia, y de vez en cuando mira hacia atrás, fijándose que Marcus la sigue de cerca.

—¡Quiero descasar! —exclama fastidiada—, por favor no me sigas —dice en tono autoritario, haciendo que Marcus asienta con un moviendo de cabeza, mientras desciende para no importunar a su madre.

—¡Ven aquí campeón! —digo, acercándome para ponerlo en mi espalda.
Cuento hasta diez y cojo una gran cantidad de aire para no ponerme a gritar como un energúmeno, pues no deseo que la actitud de Ambra hacia Marcus arruine su fin de semana.

—Don Diego —escucho tras de mi—. ¿Le parece si cocinamos?

—Si, me parece —afirmo, creyendo que será más divertido para mi hijo, en vez de pedir comida a un restaurante.

—Y yo, ¿qué haré papá? —cuestiona Marcus.

—¿Tú? ¿No sabes que necesitamos a un ayudante?

—¡Si!

—Para que seas un buen chef, necesitarás un delantal y un gorro de cocina —digo, recibiendo los implementos que me ofrece Roberta.

La diversión en la cocina se termina, y es hora de ir por mi esposa para que almorcemos, mientras que, Roberta y Marcus ponen la mesa.
Me dirijo a la terraza pensando en que Ambra está tomando el sol, pero al no encontrarla, subo hasta nuestro cuarto, viéndola sentada en el borde de la cama mientras utiliza su celular. Al verme, me sonríe y se acerca con el solo propósito de seducirme, metiendo sus manos entre mi camisa para seguir con cálidos besos en mi cuello.

—El almuerzo está listo... —logro decir, mientras baja la cremallera de mi pantalón, cogiendo mi pene, acariciándolo de arriba hacia abajo—. Ambra... nos están esperando abajo.

—¡Esta bien! ¡Qué fastidio por Dios! ¿Te das cuenta por qué quería que viniéramos solos?

Con un gran suspiro —nuevamente— arreglo el problema que ha dejado en mi entre pierna, y una vez más, cuento hasta diez para no ponerme a discutir, pues necesito estar en paz este fin de semana, y, ojalá este matrimonio se salve, aunque, como vamos, lo dudo bastante.

Invito a Roberta para que almuerce con nosotros, pero se niega al saber que Ambra estará presente, y no la culpo, pero está vez, Ambra está advertida, por lo que no acepto un no por respuesta, pues necesito que Marcus este contento, y que ella comparta nuestra mesa. Roberta acepta a regañadientes, y hace un gran sacrificio, pues como yo, todo lo hace por la felicidad del niño, y porque no decirlo, hay dos motivos más que la impulsan a aceptar. Entre nosotros hacemos un buen trio, por lo que no existe inconveniente para estar juntos, y de paso, fastidiar a Ambra, quien se muerde la lengua por no poder gritar. Roberta se sienta al lado de mi hijo, mientras que Ambra, solo se limita a abrir la boca para comer.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora