Capítulo 41

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Capítulo 41

Antonella

Hacemos el amor por última vez, mientras poco a poco va saliendo pelaje en mi cuerpo.  Mis brazos y piernas convirtiéndose en patitas, mis orejas creciendo hacia arriba y mis dientes... Ay, mis dientes. Así es, parezco un conejo de tanto sexo que tengo, pero supongo solo estoy disfrutando de algo que me han negado por mucho, y no es que sea vieja, pero el estar casada por seis años y tener sexo esporádico, algo que agradezco por tener a tal espécimen como pareja sexual, además de no sentir absolutamente nada, a parte de frustración, es como mucho para este joven cuerpo.

«Enredada como siempre. Cuando tengas pensamientos así omitelos ¿Si? No, no quiero, o no puedo»

Con una toalla envuelta en mi cuerpo, salgo del baño para que Diego tome su turno en la ducha, y mientras lo espero, me siento en la cama pensando que ya basta de tanta lujuria, por lo que me aferro a las cobijas para no ir al baño y continuar de inundar la habitación de gemidos candentes. Tenemos que pensar en Marcus, que depende de nosotros, y que no puede faltar a clases por mi culpa, además que le he tomado un cariño especial, hasta el punto de saber que mi aprecio va creciendo como si de una madre se tratase.

Mientras Diego se baña, yo comienzo a vestirme con la ropa que compré en el centro comercial. Me pongo del perfume que siempre tengo en mi bolsa, y ya estoy lista esperando por él. Me siento una vez más en el borde de la cama, tomo mi celular y veo las conversaciones del grupo de whatsapp, quedando perpleja, y en un acto reflejo pongo mi mano en la boca, sin creer todos los comentarios que generó la fotografía que envíe de Diego...

«Ahora entiendo porque le pusieron "Las pervertidas" al famoso grupito. ¡Mentirosa! Ya sabías el porque del nombre»

Con el corazón a mil por hora, pienso en la reacción de Diego al enterarse de lo que he hecho, un acto que no puedo enmendar, aunque también analizo la situación, y supongo que lo que está en el grupo se queda en el grupo ¿O no?
Me quedo como boba observando la imagen de Diego, con suspiros saliendo de mi boca, viendo lo hermoso, sexy y caliente que es, y lo que es mejor...

«¡Es mío! Hasta que se entere de lo sucedido... ¡Cállate!»

En vivo y en directo, con una toalla enrollada en la cintura, con gotas de agua corriendo por su perfecto torso musculado, aparece Diego frente a mi. Suspiro sin creer que no me canso de tocarlo, y que me he convertido en una insaciable, hasta el punto de tener una teoría para este nivel de calentura, pues lo mío es eso combinando con amor y nada más. El análisis a mi "fiebre", pues ahora quiero llamarlo así para parecer más descente, lo atribuyo a los años de invierno, y de pronto, llega el verano, y lo que es mejor, todos los días del año.

«¿Quién no disfruta de algo así? Ahora tu grupito de WhatsApp»

Diego camina hacia donde estoy sentada, y ya me creo el cuento de que quiere, una vez más, estar conmigo, y que está igual, o más caliente que yo, pero no, él solo quiere coger su maleta que está justo a los pies de la cama. Observo cómo saca de su valija un boxer, y sonrío sabiendo que ha hecho la maleta apurado, pues su ropa esta un poco arrugada, y aunque sé que andará arrugado por la vida,  igual se verá guapo. Con una sonrisita estiro el brazo, con la intención de coger su pantalón y estirarlo con la mano, pero paso a llevar su toalla, la cual cae a sus pies, dejándolo completamente desnudo frente a mi.

«Es el destino... ¡Lo hiciste apropósito! Es el destino y mi subconsciente... Yo soy tu subconsciente. Entonces soy inocente y es el destino»

Miro hacia arriba, viendo directo a su hermoso rostro, y creo que debe pensar que lo he hecho a propósito, hasta el punto de que debe preguntarse a que hora me canso. Su miembro descansa plácidamente, y como sé que debo tranquilizarme, tomo aire y me inclino a recoger la toalla para dejarla de dónde no debió caerse jamás, pero quedo paralizada cuando tengo su miembro a centimetros de mi rostro, y veo en cámara lenta como empieza a crecer hasta tocar mi nariz. Levanto la vista y Diego esta con las manos en la cintura, mirándome con su sonrisa ladeada de chico malo.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora