Capítulo 33

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Capítulo 33

Antonella

Me quedo ordenando algunos materiales de los niños mientras hago la hora para que Diego pase por mí. Mientras espero, mi cabeza empieza a funcionar de manera inequívoca, y el corazón me bombea más rápido de lo normal, las manos me sudan y me vuelvo más torpe de lo habitual. Me digo a mí misma que soy valiente, y en el fondo lo soy, de lo contrario, jamás hubiera dejado a Solcito, aunque en estos momentos no pueda dejar de pensar en que llegará a hacerme daño, y volveré a su lado para que este miedo se me pase, aunque es totalmente absurdo.

«¿Tan profunda es la huella que puede dejar un abusador?»

Para tranquilizar mi mente, empiezo a tararear una canción que me distraiga y me saque de los pensamientos horribles que me aquejan, pero unas manos en mis ojos no me ayudan en absoluto. Trago saliva, y pienso con la cabeza fría, y aunque es difícil, intuyo que Bruno no hubiera tapado mi vista, al contrario, él me hubiera zamarreado y llevado a casa a la rastra, para darme "mi merecido" allá. Me atrevo a subir mis manos temblorosas lentamente, hasta que siento unas manos grandes, delgadas y masculinas, lo que me hace botar el aire acumulado. Sonrío tranquila, hasta sentir como esas manos que están sobre mis ojos se van hacia mi cabellera, despejando mi cuello para recibir cálidos besos.

—¡Hey! —escucho a Cinnia a lo lejos—. ¿No pueden esperar?

Siento el aliento de Diego en mi cuello, haciéndome estremecer, hasta que me rodea, parándose frente a mi para tomar mi rostro y besarme con delicadeza.

—Te extrañé —dice en susurro, olvidándonos de que mi amiga nos ha reprimido.

—Yo también te extrañé —confieso, hechizada completamente con su verde mirada.

«¡Ay Diosito! Nos ponemos tan mensos cuando estamos juntos»

—¡Vamos chicos! —exclama Cinnia aplaudiendo para despabilarnos, mientras dirige a la salida del colegio—. ¿Pueden dejar los arrumacos para después?

—¡De acuerdo! ¡De acuerdo! —responde Diego riendo, tomándome de la mano, siguiendo de cerca a mi amiga.
Llegando a las puertas que dan hacia la calle, este hombre maravilloso se acerca a Cinnia y besa su mejilla, tomándola por sorpresa—. ¿Cómo estás? ¿Nos vamos?

—Si. Vamos —responde Cinnia totalmente descolocada, poniéndose a mi lado, mientras Diego sigue sin soltar mi mano—. Ya sé porque te enamoraste de este hombre, aparte del bello rostro y el cuerpazo, es todo un galán, se nota a leguas te ama... además, ¿viste el beso que me dio? ¡Él es lindo! —susurra en mi oído.

—Aja... —respondo hipnotizada—. Él es maravilloso.

Al llegar a la calle donde Diego tiene su auto estacionado, el miedo y nerviosismo entran a mi torrente sanguíneo, y comienzo a mirar hacia todas direcciones, segura en que en cualquier momento Bruno llegará para arrebatarme la felicidad.

—¿Para dónde va Cinnia? —pregunta Diego.

—Va por su auto al estacionamiento privado —respondo queriendo sonar natural.

—¿Qué pasa amor? —indaga, arrugando su frente, demostrándome lo mucho que me conoce.

—Nada... ¿Por qué lo preguntas?

—Tu voz... —dice—. Apretaste mi mano, y hasta diría que estas temblando.

—Es que, pise una piedrita y me dolió el pie —miento.

Doy un grito de sorpresa ante la reacción de Diego, tomándome entre sus brazos hasta llegar a su auto. Abro la boca ligeramente, pero me callo y lo dejo ser. Él aprieta el mando del seguro de las puertas, me sienta en el asiento del copiloto mirando hacia afuera, se agacha, toma mi pie, y saca mi zapato.

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