Capítulo 15

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Capítulo 15

Diego

Tres de la mañana y el taxi se estaciona frente a mi casa, bajo mi maleta y entro sin hacer ningún ruido, dejo mis pertenencias en la habitación de invitados y paso al cuarto de Marcus. Me acerco sigilosamente, y como es costumbre duerme destapado; lo arropo, le doy un beso en la frente y dejo en su mesita de noche un auto control remoto que compré en mi viaje, apago la luz de la lámpara y me voy a acostar. Acomodo la almohada para poder descansar, pero antes de dormir, se me viene la imagen de Antonella a la mente, y una sonrisa se me dibuja en el rostro, al recordar lo que debe ensayar.

La noche pasa más rápido de lo que quisiera, y el despertador suena escandalosamente, indicándome que debo levantarme. Sin deseos de nada, me acomodo para seguir descansando, pero luego recuerdo que debo llevar a Marcus al colegio. Salto de la cama para ir a la ducha, una vez listo, lo paso a despertar, me paro en el marco de la puerta viendo que ha despertado solo, y lo observo conducir el auto que le he traído, el levanta su mirada y corre a mi encuentro.

—¡Papá, gracias! —Dice abrazándome con cariño.

—Al parecer te ha gustado tu obsequio —comento, quitándole el control de las manos, para empezar a jugar yo.

—¡Papá! Lo has traído para mí, tú ya estas grande —me reprende saltando para alcanzar el control.

Levanto los brazos, pero Marcus es más inteligente y se sube a la cama, haciendo que recuerde a Antonella queriendo alcanzar su vestido. Corro escaleras abajo, mientras Marcus va detrás de mí, una vez en la sala lo tomo entre mis brazos, dándole vueltas escuchando su risa incontrolable.

—Buenos días don Diego —escucho entre las risas de Marcus.
Miro hacia atrás, para ver a Roberta parada con los brazos cruzados en el marco de la puerta que da hacia la cocina. Hago una mueca de disculpa por el ruido provocado, pero ella solo sonríe.

—Buenos días —saludo—. Siento haberte despertado, por favor, ve a acostarte.

—Hola Roberta —saluda Marcus—. Mi papá me ha traído un auto, si quieres puedes jugar con él mientras estoy en clases.

—Gracias mi niño, claro que jugaré con tu auto —dice—. Ahora voy a preparar el desayuno.

—Por favor, Roberta —digo cogiendo su brazo—. Sigue descansando, yo me ocupo del desayuno —aseguro.

—¡No señor! Ya estoy levantada, y nada me cuesta hacerlo —dice caminando hacia la cocina.

Roberta suele ser un tanto testaruda cuando se trata de nosotros con Marcus. Ella nos cuida como una madre, y yo lo agradezco con el corazón. Es una mujer buena, noble y, a decir verdad, no sabría que hacer sin ella.

Terminamos de desayunar entre risas, Marcus va a lavarse los dientes y yo aprovecho de preguntar cómo se comportó Ambra en mi ausencia, aunque no me extrañaría que no se haya percatado de la presencia de nuestro hijo. No obstante, he quedado sorprendido con la actitud libertina que ha desarrollado, un aspecto poco usual en ella.

Conversamos de todo con Marcus de camino al colegio; su tema favorito es el reinado, y lo genial que es su maestra, lo que me hace reír, porque no puedo confesar que me encanta que hablemos de Antonella.
Faltando poco para llegar al colegio, la ansiedad recorre mi cuerpo, y el corazón se me acelera como hace mucho no pasaba. Estaciono mi auto, y Marcus baja de prisa para entrar al colegio. Siempre somos los primeros en llegar, nos levantamos temprano, y agradezco que mi hijo no se queje de aquello.

—Nos vemos en la tarde papá —dice Marcus, besando mi mejilla antes de entrar al colegio.

—¡Espera! —exclamo, queriendo ver a Antonella.

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