Capítulo 21

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Capítulo 21


Diego

Con mucho cuidado de no despertar a Antonella me levanto del sofá en donde nos hemos quedado dormidos, fijándome que son la siete de la mañana, lo que me lleva a llamar a mi asistente para que cancele unas citas que tenía programadas. Después de realizar mi llamada telefónica, vuelvo a la sala, dónde Antonella sigue dormida, y sin poder evitar me quedo contemplando su belleza, y la serenidad que tiene al dormir. Después de un tiempo, decido ir en busca del baño; subo por las escaleras, hasta que doy con una puerta, para mi mala suerte, es el cuarto que comparte con Bruno. La cama está estirada, pero no puedo dejar de imaginar que en esa cama duerme con él, recibe sus caricias y disfruta del cuerpo que deseo solo para mí. Sacudo la cabeza para moverme del lugar, hasta que encuentro el baño. Las cosas de Antonella están separadas de las de Bruno; hay toallas blancas y rosas, por lo que decido tomar una rosa después de hacer mis necesidades y lavar mi rostro.
Antonella sigue dormida, pero se estremece, por lo que decido desenrollar la toalla que había puesto alrededor de mi cintura, y la arropo para que reciba el calor que perdió cuando me levante de su lado.

Me dirijo a la cocina para preparar el desayuno. Abro gavetas en busca de lo necesario; preparo café para mí, y té para ella, y los pongo sobre una bandeja. En el refrigerador hay jamón y queso, también mermelada, pero desisto de esa opción, pues jamás me ha gustado.

Un grito en la sala me hace correr para ver qué ha pasado, y me encuentro con Antonella tirada sobre la alfombra sobándose un codo.

—¿Qué ha pasado? —cuestiono preocupado mientras la ayudo a levantarse, sin embargo, ella está más preocupada de tapar sus desnudez con la toalla.

Afirmo uno de sus brazos y la dejo sentada en el sofá, sin tener ni una pizca de pudor al verme parado frente a ella completamente desnudo, una situación que no comparte Antonella, pues su mirada va hacia la pared, sin contar lo roja que se ha puesto, causándome gracia, pues la noche fue de lo más excitante, recorriendo y acariciado cada rincón de nuestros cuerpos.

—Yo..., yo solo me caí olvidando que no estaba en mi cama —dice casi sin pestañear, mientras sigo parado frente a ella, con el solo propósito de ponerla nerviosa.

—Pobrecilla... Pero ¿estás bien? —cuestiono, para luego abrazarla, dejando su cabeza casi tocando mi pelvis.

—Si, si... —responde nerviosa, hasta que decido dejar de torturarla, pues recuerdo que estaba preparando el desayuno.

—Tengo hambre, tr...

—¡Lo siento! —exclama asustada, sin dejarme continuar, y como un resorte corre hacia la cocina, devolviéndose a medio camino en busca de la toalla.

—Pero...

—Lo siento —se disculpa asustada—, prepararé el desayuno rápidamente, es que estaba tan cansada que...

—¡Hey tranquila! —exclamo sorprendido, obligándola a que se siente nuevamente, aunque esta vez, tomo mi bóxer y me lo pongo para que deje un poco los nervios de lado—. Quiero que te quedes aquí.

Vuelvo a la sala con el desayuno, dejo la bandeja en una mesita, y me siento al lado de Antonella, dándole un beso sobre los labios antes de continuar—. ¿Te gustan las tostadas?

—Si... me gustan, gracias, gracias, eres... —dice dejando la frase inconclusa.

—¿Perfecto, maravilloso, adorable, lo máximo? —cuestiono de forma graciosa, no obstante, su rostro compungido me aclara que no le causa gracia.

MIRAMEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora