Capítulo I.

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«Y de repente ya sabes: es hora de empezar algo nuevo y confiar en la magia de los comienzos

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«Y de repente ya sabes: es hora de empezar algo nuevo y confiar en la magia de los comienzos.»

-Maestro Eckhart.

Las personas se enamoraban de las maneras más inusuales del mundo.

Algunas lo hacían como un árbol que brilla sus hojas con mayor intensidad ante la tormenta de invierno, hay otras que lo hacen como un árbol que crece poco a poco bajo su propio curso de tiempo y también están los que cuando ves como una semilla pequeña sabes que pronto se convertirá en un árbol frondoso.

—¡Esto es lo que me faltaba!

Eso es lo que pensé cuando vi la mala suerte que cargaba una chica de cabellos dorados antes de conocer al amor de su vida. Estaba lloviendo a cántaros desde el oeste del país y pese a que las gotas estaban empapando cada ápice de su cuerpo, era posible distinguir las gotas de agua entre las lágrimas saladas por el simple hecho de que las lágrimas desprendían un aroma dependiendo de su causa. Ahora, también era cierto que en el amor había reglas que se tenían que cumplir pero había otras que dependían enteramente de la persona.

Como por ejemplo, tomar una de las tres oportunidades que te daba la Madre Destino para cruzarte en el camino de tu alma gemela.

—Un tonto que me mira cara de tonta —La chica siguió parloteando en voz baja cuando entró a la tienda de dulces—, es lo que me faltaba. ¡La guinda del pastel!

En una nota aparte, al menos la chica seguía teniendo un sentido de humor en los malos momentos. Pasteles en una dulcería, vaya genio.

Floté a su alrededor cuando agarró cuatro barras de chocolate de un estante lleno de paquetes de distintas marcas hasta que caminó entre sollozos a la caja registradora y colocó los cuatro chocolates encima del mostrador. Y en ese momento pude ver cómo todo su mundo cambió.

—Bienvenida a Clarkson & Cane, la tienda que endulza tu vida —dijo el chico detrás del mostrador con una sonrisa pequeña—. ¿Solo se llevará cuatro barras de chocolate o desea algo más?

La chica parpadeó por un par de segundos pero después comenzó a peinar el desastre de su cabello mojado con los dedos y borró las lágrimas de sus mejillas en un segundo. —Solo cuatro barras de chocolate, gracias.

—Eso sería 17 baltines¹.

Había una música melodiosa de fondo mientras la chica sacaba el dinero de su cartera. No era un experto en el tema, pero sonaba como el hermano de las canciones que ponían en los ascensores.

—Gracias por preferirnos —dijo el muchacho mientras retiraba el recibo de la máquina—. Espero que tenga un buen día.

La chica de cabellos dorados tomó la bolsa entre sus dedos y caminó hasta la salida con una expresión de abatimiento, sin embargo, esta cambió rápidamente a una de pánico cuando se resbaló en el suelo con sus zapatos empapados hasta que su trasero se reunió con el culpable de todo este desastre y la bolsa salió volando por los aires de manera dramática.

Halcyon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora