Capítulo XL.

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Sucedió hace cinco años antes de la actualidad.

El inicio de una nueva cuerda roja.

Era justo en la noche cuando cerré la puerta con fuerza y pillé las miradas de mis compañeras de dormitorio que se veían un poco sorprendidas por el sonido repentino, pero mi mejor amiga estaba llorando en nuestra habitación por culpa de un tío estúpido que jugaba con su corazón y no podía tolerar simplemente estar de pie sin tomar cartas sobre el asunto.

—Ese bastardo me va a escuchar —dije sin detenerme un segundo.

De vez en cuando comprobé la dirección proporcionada por otro amigo y me hizo caminar aún más apresurada, decidida a acelerar la caminata de veinte minutos a diez y llegar al campus de educación y arte lo más rápido posible.

No estaba en el mismo campus en el que mi amiga y yo estudiábamos, pero estaba lo suficientemente cerca, así que llegué allí en cuestión de minutos y me quedé mirando la ventana de la derecha con un aspecto determinado. Me agaché para agarrar una piedra y con decisión, la arrojé a la ventana con la intención de llamar la atención del babuino, pero como no creó ningún tipo de reacción cretina por su parte, agarré dos más y le di otra oportunidad. Esta vez, un tipo me miró con curiosidad y yo no tardé mucho en gritarle.

»¡Abre la estúpida ventana, imbécil! —Le ordené, aunque probablemente no podía escuchar lo que estaba diciendo—. ¡Abre la ventana ahora mismo!

El tipo la abrió sólo para poder oírme mejor y sacó la cabeza por la ventana, haciéndome desear hacer una guillotina allí. —¿Sí? ¿En qué puedo ayudarte?

—¡A mí en nada, idiota, pero a mi amiga Cassie en mucho!

—¿Cassie? —Me preguntó, ladeando la cabeza hacia un lado.

—¡¿Te vas a hacer el que no sabe nada ahora?! ¡Cassie Fenster, la chica con la que terminaste por teléfono como todo un cobarde! ¿Quién te crees que eres para romperle el corazón de esa forma, ah? ¡Eres inaceptable!

El sin cerebro soltó una risita, negando con la cabeza. —Amor, creo que...

La palabrita me puso de todos los colores habidos y por haber, pero no por las razones correctas, así que dejé escapar un gritito indignado y comencé a reír de manera sarcástica, mirando al tipo sin poder creerlo. —¡Eso es lo que faltaba! ¿Ahora vas a llamarme amor también? —Me mordí el labio con ira y sacudí la cabeza—. No respondes a las llamadas de mi amiga durante semanas y cuando lo haces, sólo le dices que quieres romper porque encontraste a alguien más. ¿Y ahora tienes las agallas de decirme amor a mí?

—De acuerdo... ¿Cariño? Lo que intento decirte es que...

—¡No quiero oír tu fea voz más de lo necesario! ¿De acuerdo? Acabo de venir aquí para llevarte a disculparte con ella y hacerte saber lo mal que pienso de ti porque nunca en tu zarrapastrosa vida vas a conseguir a alguien mejor que ella, pero no quiero escuchar tus estúpidas excusas o tu estupidez en general.

Halcyon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora