Capítulo XXIX.

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Pasó tiempo otra vez junto a Jersey y decidió cepillarle el pelo, cantando en voz baja las canciones que eran alegres y navideñas y las que no podía cantar esas noches en el teatro porque estaba muy lejos de allí. Incluso ahora las conocía y podía tararear en mi mente junto a ella, pero no quitaba el hecho de que su voz era pura y no necesitaba música de fondo para hacerla mágica.

—¿Cómo es que no hemos decorado la casa todavía? —preguntó Ellie.

Lydia le sonrió a un tipo que acababa de comprar uno de sus caballos y decidió ayudar a Mike a lavar una yegua llamada Pansy. —Hemos estado ocupados.

—Sí, pero siempre hemos tenido tiempo para decorar —dijo la niña mientras miraba a sus hermanos—. No es Navidad si no decoramos la granja.

—Tienes un punto, hermana. No estoy sintiendo el espíritu navideño.

Ellie asintió con la cabeza a lo que su hermano le dijo y les señaló con el cepillo. —Eso es lo que estoy diciendo. No podemos decir que somos Ryans con orgullo si no decoramos para Navidad. Es necesario.

—Entonces vamos a tomar algún tiempo para decorar la casa hoy —concluyó la hija mayor antes de mirar a Ellie con una pequeña sonrisa y poner su mano en su cadera, lista para traer el espíritu navideño a la granja.

Después de terminar con lo que estaban haciendo, consiguieron sacar las viejas cajas del ático y como era víspera de Navidad, los muchachos habían terminado con el trabajo temprano, así que era el deber de Mike y de su padre de poner las luces fuera de la casa; tuvieron que colocar una escalera en el patio y Jeremy la estaba sosteniendo con fuerza para que su hijo no muriera por accidente en un desliz ocasionado por la nieve. En otro lugar muy cercano, las chicas estaban tratando de meter con la ayuda del chico de las entregas el árbol natural que habían ordenado y también procuraban no golpear algo mientras luchaban con la dichosa decoración navideña. Una vez que todo estaba en orden y bien ubicado en la esquina de la sala de estar, volvieron a respirar e incluso se rieron porque no esperaban que el árbol pesara tanto.

—¡Jo, ese sí que es un árbol pesado! —Ellie se tumbó en el sofá de golpe.

—No te sientes mucho tiempo porque tenemos que empezar a decorarlo —Lydia palmeó para comenzar—. Hay que abrir las cajas del árbol.

—Lo siento, sé que ya pagaste por el árbol, pero ¿quieres darme tu número de teléfono, nena? —El repartidor de árboles miró a Lydia con una linda sonrisa.

Lydia lo contempló en silencio y parpadeó. —Piérdete.

Ellie rió sin creer a su hermana, pero se cubrió la boca con la mano cuando el chico la miró y luego salió de la casa con una cara derrotada. La mujer comenzó a abrir una de las cajas para sacar las bolas de Navidad sin prestarle mucha atención y la chica de los cabellos dorados sólo la miró con curiosidad, mordiéndose el labio con la pregunta silenciosa de si debía preguntarle al respecto o simplemente pasarlo por alto como si no hubiera pasado nada.

Halcyon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora