Capítulo VIII.

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Siempre fui un gran fanático de la noche

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Siempre fui un gran fanático de la noche.

La oscuridad permitía a los seres humanos dejar de pensar en lo que otras personas podrían percibir entre ellos y más sobre lo que estaba por encima de sus cabezas, y la mayoría de las veces, siempre eran las pequeñas luces de las estrellas. Era un recordatorio de que aún cuando todo parecía negro, sabían que había muchas oportunidades de encontrar luz incluso si estaban lejos o si parecía que eran intocables. Todavía tenían la oportunidad de admirar la luz, e incluso para una persona que estaba en lo profundo de la oscuridad, sólo la mera visión de ella era suficiente para tener esperanza de nuevo y seguir adelante. Las estrellas eran más que sólo estrellas, eran ilusiones.

—¿Cantarías para mí? —Dejé de mirar fijamente hacia arriba y parpadeé cuando noté cómo Luke empezó a limpiar sus dedos con una sacudida—. Quiero decir, ahora mismo.

Ellie mordió su rebanada de pizza y sonrió de una manera divertida. —Te diré qué: si conozco la siguiente canción que venga en la radio, te la cantaré.

—Eso es un trato, entonces. —Saltó de la caja para subir el volumen.

Había una canción en el aire sobre una Lucy que aparentemente estaba en el cielo con diamantes y después de eso, otra empezó y tanto Luke como yo miramos a la chica de los cabellos dorados en el afán de cualquier reacción que indicara si conocía la canción o no. La chica sería muy buena jugando al póquer porque no pude descifrar nada hasta que empezó a cantar.

—Los sabios dicen que sólo los tontos se precipitan —Ella cantó con un tono tan suave y bajo que casi pude tocar el terciopelo de su garganta, pero estaba muy ocupada mirando a Luke y él estaba babeando—, pero no puedo evitar enamorarme de ti.

Luke tragó saliva y arrugó nerviosamente sus vaqueros.

—¿Debo quedarme? ¿Sería un pecado? Si no puedo evitar enamorarme de ti. —Él estaba más que ido y para ser sincero, yo también. Había algo en su voz que me hacía pensar en los arcoíris y el olor de un té caliente de manzanilla—. Es como un río que fluye seguramente al mar. Querido, así es, algunas cosas están destinadas a suceder.

—Toma mi mano. —Luke trató de cantar, pero era más como un susurro.

Ellie le sonrió tiernamente. —Toma mi vida entera también.

—Porque no puedo evitar enamorarme de ti.

La canción siguió en marcha, pero fue un eco a sus cabezas, otra parte de aquel fondo borroso que empezaba al final de la última mecha de pelo de la persona frente a ellos y se transformaba en un conjunto de la nada hasta que tocaba el otro lado de sus cabezas. Un poco de magia podría poner en la radio la canción perfecta para comenzar un momento inolvidable y aunque yo no conocía esa canción hasta ahora, era la opción ideal para la futura pareja.

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