Capítulo XXXI.

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«En la vida hay momentos de plenitud que no pueden ser explicados totalmente por esos símbolos llamados palabras; su significado sólo puede ser articulado por el inaudible lenguaje del corazón.»

-Martin Luther King.

Había una pequeña cafetería en Pottery Bane llamada la Escoba Mágica. Tenía mesas de madera y decoraciones de Navidad con una música suave en el fondo, pero lo que valía la pena mencionar era que todas las reuniones de las personas que se habían criado ahí y que habían estudiado en la escuela secundaria del pueblo siempre se realizaban en La Escoba Mágica. Era una regla tácita, la cual era la razón por la que Ellie estaba sentada en una de las mesas un par de minutos antes del tiempo acordado, esperando a que llegaran sus viejos amigos de la escuela y el club de baile para ponerse al día y ver los rostros de cada uno después de un año y medio.

—¡Hola, chica del teatro! Es bueno verte después de tanto tiempo —saludó una de las muchachas, la que tenía una diadema roja y un lunar en la nariz, cuando entró en el lugar con una gran sonrisa y se sentó al lado de ella para abrazarla.

Ellie le sonrió con alegría. —¡Lo sé, los he extrañado! ¿Qué tal todo?

—La verdad no me quejo. Pronto abriré una tienda con mi novio en Briland.

—Él es de Briland, ¿verdad? Los hombres de allí son muy calientes.

—Ni me digas, Annie —se rió la chica—, que me babeo cada vez que lo veo.

—¡Dejen de hablar de chicos, por favor y gracias! —Un tipo con pelo negro y rizado y un par de ojos negros exclamó mientras se sentaba con el grupo de chicas y despeinaba el pelo de Annie con la mano—. No queremos hablar de eso, queremos hablar de lo que hemos estado haciendo desde que nos graduamos. Cosas que no implican romance, ¿verdad, Ellie?

—Ahora que lo dices, Sam, ¿hay algún chico que le haya robado el corazón a la grandiosa Ellie Ryans? —Annie la miró con una sonrisa sugestiva y Ellie se echó a reír, mirando la mesa con ojos divertidos.

—Quiero decir, sí, es un poco complicado ahora, pero arreglaremos las cosas.

—¡Oh, lo dijo! Cupido ha golpeado otro corazón, amigos mío —canturreó una muchacha con el pelo azul y yo la fulminé con la mirada, sintiéndome un poco ofendido por su comentario. ¿Pensaban que era el trabajo de Cupido? ¡Pues, que se vayan a freír espárragos con ese estúpido ladrón de fama y su estúpida mitología romana! De todos modos, no me importaba.

La joven con el lunar en la nariz envolvió su brazo alrededor de un tipo con gafas y comentó. —Bueno, ahí se van tus esperanzas, pequeño Roy.

—¿Qué hay de ti, Maia? ¿Quieres ir a una cita conmigo? —le respondió con una sonrisa burlona y la niña empujó su cabeza con la mano.

—Sé que vendes cigarrillos para ganarte la vida, asno.

Halcyon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora