Capítulo 31

3.2K 222 9
                                    

— ¿Y bien para que viniste?— le vuelvo a preguntar.

—Pues para saber cómo estabas, hoy saldré con mi hermano aprovechando que no tenemos clases y pues no quería desaprovechar la ocasión de poder venir a saludarte.

—Pues estoy algo exhausta, pero ya sabes lo único que ocupa mi mente en estos tiempos, así que no hay nada más.

Nos quedamos parados frente a frente y por un instante creo que piensa en besarme, así que doy un paso hacia atrás tomando distancia y preparándome para marcharme.

—Pues bueno veo que tienes prisa— dice tomándose mechones de cabellos y desordenándolos entre sí.

—Un poco, en fin...te agradezco muchísimo el que hayas venido y espero verte pronto. — le digo mientras me acerco para darle un beso en la mejilla, las despedidas con él siempre son extrañas y pues hoy no fue la excepción, me toma de la cintura y se inclina hacia mí para corresponderme todo pasa en silencio pero lo rompe un susurro en el cual él me dice adiós, lo abrazo y siento su calidez, sé que es un idiota pero de verdad es bueno saber que en él puedo encontrar un amigo.

Me subo a mi auto y comienzo a alejarme de donde se encuentra él, después de varios metros de distancia ya no tengo visibilidad del lugar en el cual él se encontraba así que sigo conduciendo, alejándome de mi hogar el cual al parecer se ha trasladado a la habitación de un hospital, porque un hogar no es solo el lugar donde se habita, más bien está donde están tus seres queridos.

Mientras conduzco mi estado de ánimo decae y comienzo a pensar en toda esta realidad que me golpea y me noquea, que me deja sin respiro y con ganas de botar la toalla.

A veces o mejor dicho siempre me cuesta mucho el asimilar las cosas, tal vez es porque no siempre puedo entablar algún tipo de relación con las personas, me cuesta hacer amigos y también me cuesta el encariñarme con alguien, por ende cuando existen estos sucesos me siento tal vez más afectada que el resto de personas.

Conduzco hasta el hospital, me estaciono y entro como de costumbre, esto ya es mi rutina diaria así que no hay cambios en el itinerario, solo es venir e irme venir e irme.

Casi nada cambia aquí, los doctores pasando entre los pasillos un poco apresurados ya que se trasladan de un lugar a otro de improviso, las enfermeras que si bien unas se toman muy en serio su labor otras forman círculos y solo se ponen a hablar de los nuevos chismes que rondan en el hospital, también están la personas que vienen a tratarse de algún mal, unos curables y otros no...y por ultimo "las visitas" o sea personas como yo que vienen a poder compartir un poco más de tiempo con sus seres queridos, todo aquí ya es normal para mí y no me he relacionado con ninguna persona, como ya sé en qué habitación está mi padre simplemente paso sin preguntar en recepción y me dirijo directamente a su habitación.

Entro sin golpear y para mi sorpresa no está mi padre, está una señora ya muy mayor que se despierta con sobresalto por mi manera de entrar, por un momento creo que me he equivocado de habitación y regreso algunos pasos atrás para ver el número de la habitación y para mi sorpresa no me he equivocado, pero es que no entiendo que ha sucedido aquí y de pronto escucho la voz de aquella viejecilla tierna que se encuentra recostada.

—Buenos días querida, creo que te has equivocado de habitación. — me dice, creo que mi confusión es demasiado notable.

—Es que...es que mi padre estaba aquí pero ahora, ahora ya no está. —digo aún demasiado confundida como para hablar coherentemente.

—Tranquila cariño, aquí suelen cambiarnos de habitación dependiendo la necesidad del paciente. —mi tranquilidad se acaba ¿Y si le pasó algo malo a mi padre? Dios santo, siento como mis huesos se resquebrajan y se hacen polvo y yo me vuelvo gelatina y por un segundo me siento caer—toma asiento te ves muy mal— me dice la viejita devolviéndome a la realidad.

DIARIO DE UN PECADORWhere stories live. Discover now