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-¿Qué? ¿No quieres que se enteren? -grité mientras lo agarraba del brazo y apartaba su brusco agarre.

-Cierra el maldito pico Nathaniel -siseó mientras me miraba con demasiado odio, abrí los ojos un tanto sorprendido, hacía mucho tiempo que Castiel no me llamaba por mi nombre. Él solía utilizar los términos "rubia" o "delegado".

Lo empujé y me apoyé en las taquillas, intentando recuperar algo de fuerzas.

-Lo que decía, cobarde -gruñí mientras me estiraba.

Castiel se acercó a mí y me agarró de la barbilla con fuerza.

-Atrévete a soltar una sola palabra y eres hombre muerto, delegado.

Me tiró al suelo con facilidad, pues tenía mucha más fuerza que yo. Me miró, me dedicó una de sus miradas asesinas y se marchó sin decir nada más. Pronto oí a Melody corriendo hacia mí.

-¿Qué ha pasado, Nath? -dijo Melody posando su mano en mi pierna.
Peligro.

-Apártate -le dije mientras le quitaba la mano de encima mío. Me levanté y me dirigí al baño con mala gana.

¿Cómo era posible que de un empujón me haya hecho dos heridas?

Abrí el grifo e intenté limpiarme la poca sangre que tenía, pero me fue difícil. Me apoyé contra el lavabo y suspiré frustrado.

«Atrévete a soltar una sola palabra y eres hombre muerto, delegado».

No pensaba contar nada, sólo quería hablar con él acerca de lo sucedido, pero me había pillado demasiado cabreado. Creo que Castiel no había pensado que si decía algo la mierda también me caería a mí. Este hombre no es muy inteligente.

Y ahora... creo que he perdido mi oportunidad para hablar con él y terminar bien. Pensé que esto podría salir bien, pero no sería posible de ninguna manera.

Tengo que empezar a aceptar que sólo me utilizó.

[Dos semanas después]

-Disculpa Nathaniel, ¿Has visto mi libreta? -cuestionó Lysandro en la puerta de la sala de delegados.

-No, lo siento. ¿Has mirado en el patio? La última vez estaba allí.

-No, ya sé dónde está.

Lysandro se acercó y pasó por mi lado, dándome un pequeño empujón apenas notable. Levantó mi chaqueta de la silla y cogió su libreta, que allí estaba.

-¿Por qué la has cogido sin permiso? -preguntó, en su voz se podía notar que estaba molesto, pero como siempre, actuaba tranquilo.

-No la he cogido, de veras. Lo siento mucho, pero no sé cómo ha llegado hasta aquí-

-¿La has leído? -siguió con su interrogatorio sin creerme.

-Lysandro -me acerqué a él y le miré triste-, no quiero que te enfades conmigo, no la he cogido yo.

-¿Y entonces qué hace ahí? -lanza otra pregunta con el mismo tono.

-Un momento, ahora vengo.

Salí de la sala y miré en el patio; menos mal que Castiel siempre estaba en un mismo lugar.

-¿Has sido tú?

-Sí.

Me acerqué y lo observé; era obvio que no estaba estudiando, ni nada parecido.

-¿Podrías hacer el favor de dejar de centrarte en bromas y estudiar? -dije con un tono molesto.

Lo que pasó hace un mes ya estaba olvidado para mí y parece que para él también. Mi opinión era que sería mejor ignorarnos, y lo único que hace él es hacer bromas que tengan que ver conmigo.

Castiel se levantó y pasó por mi lado.

-Déjame en paz, delegado.

Siguió caminando y yo fui detrás de él.

-Puedo informar a la directora de esto.

Me tensé al ver cómo se giraba y se dirigía a mí cuando no había nadie alrededor que pudiera alejarme de una paliza.

-Ah, ¿Sí? -dijo mientras se acercaba y pronto se detenía frente a mí-. ¿Me acusarás?

-Si no te detienes, pienso hacerlo -contesté temeroso.

-¿Me acusarás.. -me agarró de la camisa y me pegó a él- ... después de esto?

Le miré desconcertado esperando un empujón, o un puñetazo que hiciera que mis ideas cambiaran acerca de acusarle.

Pero no fue nada de eso.

Fue algo muy diferente.

Un beso.

Un simple beso.

Liar © (CN #1) Where stories live. Discover now