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Nathaniel se removió nervioso debajo de Castiel, mirando a otro lado para evitar cruzar miradas. No le gustaba mucho el hecho de que el pelirrojo le atacase de tal forma, pues sabía que era de gemidos fáciles.

— ¿P-por qué haces esto? —intentó Nathaniel, avergonzado a más no poder.

—Porque creo que tú nunca vendrías a mí de esta forma —respondió este con una media sonrisa.

¿No iría a por él de esa forma?, ¿quién lo afirma? Aquel comentario se quedó grabado en la mente de Nathaniel, haciendo que frunciera el ceño y se levantase.

—Nadie dice que no.

—Se nota que jamás lo harías, Nath.

Aquella última frase hizo que Nathaniel se levantara y saliera de la tienda, comenzando a caminar por el descampado y siendo perseguido por Castiel. Este le agarró de la mano en cuanto pudo y lo inmovilizó, abrazándolo a medias. Nathaniel se resistió hasta soltarse de su agarre, pero en cuanto el pelirrojo le tomó la mano de nuevo, se giró con velocidad y se abalanzó hacia él, tirándolo al suelo con una fuerza que ni él mismo sabía de dónde la había sacado.

 —¿Y si ahora soy yo quien no quiere escuchar nada de ti? —cuestionó frunciendo el ceño de forma burlona.

—Tendrás que callarme.

Ambos rieron juntos y Nathaniel se aproximó a su rostro, dejando que sus labios rozaran los del otro. Castiel acarició la espalda del rubio, haciendo que este mismo se estremeciera. Puso más presión para que Nathaniel cayera sobre su pecho y luego lo abrazó por completo, besando la coronilla de su cabeza.

Ambos se levantaron y Castiel guió a Nathaniel hacia la tienda, tumbándolo suavemente sobre el duro suelo de esta. Luego prohibió cualquier salida cerrando las cremalleras y se aproximó hacia el otro, quien yacía esta vez tranquilo en el suelo. Una silenciosa guerra de besos comenzó entre ambos, besos por el cuello, susurros lanzados al aire y miradas repletas de pasión. Castiel acarició suavemente el cuello de Nathaniel cuando se separó de sus labios y en ese momento lo vio como la cosa más preciosa que jamás había visto en toda su vida.

—No sabes cuánto te quiero.

Castiel no obtuvo respuesta; tampoco quería, pues sabía perfectamente la respuesta. Sonrió al notar el sonrojo del otro y este recorrió con sus manos el torso de Nathaniel hasta llegar al borde de su camiseta. La subió, pero sin quitársela. 

Una cálida sensación se detuvo en el pecho de Nathaniel, donde Castiel jugaba a provocarlo. Respiraciones agitadas llenaron el vacío de la tienda tan pronto como Nathaniel agarró el cabello de Castiel y lo tiró violentamente hacia arriba, separándolo de él. No podía esperar más y ya era suficiente que el pelirrojo fuera el único que dominara la situación.

Con la misma mano Nathaniel tiró de la camisa del otro, juntando desesperadamente sus húmedos labios con los del otro. El ambiente se volvió cálido y acogedor; diferente a las otras veces. Esta vez lo querían hacer bien.

El rubio se deshizo de su propia camiseta, haciendo lo mismo con la de Castiel. Esta vez no se sonrojó, si no que fue el otro quien lo hizo. Castiel jamás habría esperado tal reacción de aquel chico que ahora se encontraba encima de él, dirigiendo su mano a aquella zona prohibida que ambos tanto conocían.

Bajó un poco más la mano e hizo presión, recibiendo lo que quería como respuesta. El ambiente no se hizo incómodo en ningún momento; si no que se volvía más cómodo con cada segundo que pasaba. Luego desabrochó un poco más rápido el pantalón del otro e introdujo su mano dentro mientras miraba cada facción del pelirrojo con una media sonrisa.

Acarició la zona con delicadeza y luego aumentó el ritmo, atacando el cuello del pelirrojo, quien únicamente se resistía a soltar algún gemido que los delatara.

Castiel agarró la mano del rubio y la detuvo, mirándolo a los ojos con confusión.

—¿Qué te ha cambiado de esta forma? —preguntó lo más calmado posible, pues luchaba por controlar su respiración. No le molestaba en absoluto esta nueva cara de Nathaniel, si no que quería saber la respuesta.

—La desesperación de verte.

No lo dejó hablar de nuevo, pues lo calló con un beso que recorrió todo su cuello, dejando varias marcas en este. Castiel, sonrojado, luchaba aún por no hacer ruido, pero no pudo resistirse ni un segundo más cuando notó la fría lengua de Nathaniel acariciando juguetona su entrepierna. Gimió, soltando toda la presión que tenía en su pecho y el rubio aumentó la velocidad al oír tal caliente sonido proveniente del otro.

Finalmente ambos cayeron rendidos en los cojines de la tienda. Nathaniel se apoyó sobre el pecho de Castiel y así se mantuvieron horas y horas, rendidos ante el precioso poder del amor.





Liar © (CN #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora