»28

1.5K 149 17
                                    

El tiempo comenzó a distorsionarse en el instituto. La mirada de Nathaniel vagaba por todos sitios, desinteresadamente.

Pronto, aquellas fatigantes horas que se atascaban terminaron afortunadamente. Cuando pudo respirar con tranquilidad y estar totalmente solo, quiso despejar su mente, pero era obviamente imposible.

Se dirigió con pasos apretados y firmes hacia la parte trasera del instituto, sentándose en el suelo contra el muro y sacando su teléfono móvil: aún tenía que revisar algunas cosas más.

Revisó los mensajes, y se percató en ese momento de que casi antes de que este recuperase el teléfono, habían mandado mensajes a Ámber.

12:38
Soy Debrah
Tenemos que vernos ya
Tengo que darte el teléfono

14:56
No me dejan salir.
He hablado con mis padres al final y mi padre me ha encerrado en mi cuarto.
Lo siento.

15:23
Estoy muy arrepentida.
No tendrías que haberme dicho nada de hablar con ellos, ya te dije que me iban a dar una paliza como se enterasen.
¿Y qué ha pasado?
Que me han dado una paliza.
Debrah, me arrepiento mucho.
No sé qué hacer.

Leído a las 16:07

Sus labios formaron una perfecta "O" en cuanto terminó de leer aquellos mensajes. El padre de Nathaniel nunca se había cebado con Ámber o algo parecido. Entonces... Aquellas manchas de su brazo sí que eran moratones de golpes...

Rápidamente, se levantó de donde se encontraba sentado y tecleó con frenetismo el número de su hermana, apretando los dientes mientras pulsaba la tecla de llamar.

Comenzó a caminar en círculos. ¿Cómo era posible que Debrah hubiese vuelto? Y peor aún.. ¡Que hubiese tenido ella su teléfono! Era totalmente ridículo... Y peor aún, ¿qué pasaría cuando Castiel se enterase de que Debrah había vuelto? ¿Qué pasaría si se la encontrase?

Hasta que, sin siquiera percatarse de aquello, una voz respondió al otro lado de la línea.

-¿Qué quieres, Nathaniel?

Al percatarse del tono de voz que había establecido su hermana mayor, el mencionado pensó que quizás hubiera sido mejor llamarla en otro momento. Pero como la llamada ya había sido realizada y aceptada, no tuvo más remedio que continuar con las preguntas que se iban acumulando fatigosamente en su cabeza.

-¿Podemos hablar?

Varios segundos totalmente vacíos acompañaron aquella pregunta. El rubio, dudoso, comenzó a caminar casi por un acto de inercia, esperando esta vez impacientemente a que su contraria respondiese a la pregunta o, al menos, le hiciese saber que lo había escuchado.

-Tú y yo no tenemos nada de lo que hablar -concluyó Ámber, utilizando su característico tono de confusión en el acto.

Entonces, sus pasos se detuvieron por completo. Y, sintiendo cómo aquella carga volvía de nuevo a arremeter contra él, suspiró.

-¿Podemos hablar o no?

Y, como comprendiendo qué era lo que estaba pasando, Ámber colgó la llamada tras estar de nuevo un par de segundos en silencio. Por lo tanto Nathaniel esperó pacientemente, paseando su mirada por los detalles de aquella puerta de madera vieja y desgastada.

Liar © (CN #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora