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Como no podía encontrar otra respuesta por parte de Ámber, decidió aprovechar aquella media hora de recreo para ir a hablar con algunas personas que creía que tenían que ver con aquel tema; empezando, obviamente, por Kentin.

Cuando lo encontró sentado en un banco comiendo galletas y revisando su teléfono, decidió sentarse junto a él para que pillara el mensaje de que quería hablar con él.

Pero realmente... No sirvió de mucho. Cuando le preguntó por Ámber, una pequeña mueca de asco se dibujó en su rostro seguido de un «No, yo no tengo nada que ver con esa». Nathaniel dudó de sus palabras, pues Kentin no había hecho contacto visual con él mientras respondía y se tocaba la nariz con disimulo, típico en los mentirosos.

Es lo que tenía leer tantas novelas negras.

Mientras se levantaba del banco y le agradecía haber respondido, formuló dos hipótesis mentalmente: o bien Kentin era un buen mentiroso o bien estaba diciendo la verdad y Nathaniel simplemente se estaba comiendo demasiado la cabeza.

Mientras caminaba realmente sin rumbo alguno por el patio, decidió creer que Kentin no le había mentido y él se estaba rallando demasiado. Y la respuesta al porqué era muy simple: porque aquel tema conseguía alejar su mente de Castiel.

Oh, Castiel.

Su cabeza era un completo lío ahora mismo. También, para rematar estaba el tema de quién era la muchacha del vestido rojo que, a su parecer, se había llevado su teléfono.

En medio de su divague mental, se detuvo en medio del patio y negó para sí con la cabeza, comenzando a pensar (o intentarlo) en otras cosas que fuesen totalmente ajenas a todo lo mencionado anteriormente.

No supo el tiempo que se había pasado caminando como un estúpido por todo el patio hasta que el timbre se perdió en sus oídos, obligándolo a dar media vuelta y comenzar hacia su clase. Pero con el cúmulo de alumnos que había en la puerta esperando para entrar, decidió esperar lejos para no estar entre tanta gente y no agobiarse. Sabía que llegaría tarde, sí, pero bueno..

Después de esperar varios minutos hasta que la puerta se hallaba totalmente vacía, comenzó a caminar en dirección a su clase, pero en cuanto tocó el suelo del pasillo, notó una presión mayor empujándolo contra la pared y provocando al mismo tiempo que se golpeara la cabeza y perdiese por completo la nitidez en su vista por un par de segundos.

Miró al frente, pero su nitidez en aquellos momentos era ínfima. Luego, se le ocurrió la genial idea de parpadear un par de veces hasta que pudo ver con más claridad.

Vale, ahora prefería cuando no veía nada.

-C-Castiel -tartamudeó, apretando los ojos aunque mirándolo aún a duras penas-. ¿P-podemos hablar luego? V-voy a llegar tard...

-Me importa una mierda que llegues tarde, delegado. Sé que si te busco en la salida no voy a encontrarte porque siempre sales corriendo como un maldito cobarde ¿Me equivoco, delegado?

Castiel apretaba la camiseta de Nathaniel con fuerza mientras con la otra mano terminaba de aprisionarlo contra la esquina contra la que lo había empujado. Mientras tanto, Nathaniel evitaba mirarlo a los ojos, totalmente sonrojado.

-¿Qué... Qué quieres? -murmuró, sintiendo poco después cómo Castiel abandonaba su camiseta para tirar de la barbilla del menor y obligarlo a mirarle a los ojos.

-Sabes que tenemos muchas cosas de las que hablar -respondió, con el tono de voz irritado que solía usar últimamente, sobre todo si se trataba de Nathaniel.

El rubio asintió, totalmente avergonzado. No quería hablar con Castiel y mucho menos en aquel momento en el que trataba de pensar en otra cosa que no se relacionara con él.

Liar © (CN #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora