»09

4.6K 427 191
                                    

El corazón de Nathaiel se detuvo, haciendo que soltara un suspiro. Sus palabras sonaban desesperadas y eso realmente le dolía. De repente, no quería hablar con él, sólo quería esconderse en cualquier lugar y llorar a solas.

-Nathaniel, mírame -Castiel se acercó a él y lo tomó por la barbilla, obligándolo a girarse. Sus ojos se encontraron, la diferencia es que los de Nathaniel estaban vacíos.

Todo esto realmente le dolía, y no solo a él, Castiel también se sentía realmente mal. Nathaniel pensaba últimamente que todo era mucho mejor en el pasado, allí donde no había pasado nada y él era feliz mirando a Castiel como si fuera inalcanzable.

-Castiel, esto ha terminado -trató de aclarar el rubio, soltándose de su agarre y levantándose.

Pero él no iba a dejar esto a medias. El pelirrojo se levantó detrás de él y lo agarró del brazo, deteniéndolo y girándolo de nuevo. Su vista comenzaba a nublarse otra vez cuando Nathaniel luchaba por no mirarle a los ojos. Se inclinó para besarle pero Nathaniel se alejó y movió la cabeza para impedírselo, empujándolo lejos de él.

Castiel suspiró con pesadez ante su rechazo y se giró, a punto de rendirse.

-Nathaniel, no dejes que tu padre haga lo que quiera contigo -susurró, dejando que el rubio escuchara a duras penas lo que este le pedía-. Por favor.

Una última mirada recorrió a Nathaniel, hasta que Castiel se dio por vencido y se alejó, encontrándose con su mejor amigo en un punto totalmente alejado de los demás.

Lysandro, al ver el rostro pálido y decepcionado de Castiel, afirmó antes de preguntar que nada había salido bien.

-Quizá es porque no siente nada por ti... -intentó su amigo, tratando de no hacer daño.

-¡Sé que él me quiere! Lysandro, está mintiendo -dijo tratando de relajarse-, es un mentiroso..

Suspiró con pesadez y corrió lejos de Lysandro, escondiéndose en el baño pues lo último que quería después de esto es que alguien lo viera llorar. Trató de mirar el lado bueno de la situación; pero no había un lado bueno. Nathaniel era su lado bueno, y él le acababa de decir hace pocos minutos que todo había acabado entre ambos.


(Cuatro meses después)

La situación no había mejorado para el pelirrojo. Había avanzado en lo que era no acercarse a Nathaniel e intentar arreglar las cosas, pero seguía pensando en él y mirándolo siempre que podía en clases. Le había sorprendido el cambio brusco que había dado; pues su look era bastante diferente -y tentador-. Quería saber a qué se debía, pero no pensaba acercarse de nuevo pues sabía que eso empeoraría las cosas entre ellos, y era lo peor que podía pasar.

La razón era bastante simple, pero difícil de saber para Castiel. Los ánimos de Toby a abandonar la casa de sus padres y alquilar un apartamento habían funcionado; pues semanas después el rubio le había dado la gran noticia al que se había convertido su mejor amigo. Fue duro dejarlo, pues el padre lo encerró en la habitación y comenzó a sermonearle ante tal barbaridad. Cuando vio la oportunidad de salir de su habitación, preparó todas las cosas y se refugió un tiempo en casa de Toby.

-¿Vas a comprarte una mascota? -cuestionó Toby en la habitación de Nathaniel, observando curioso los cuadros que se encontraban colgados-. Creo que te ayudaré a reformar tu habitación.

El otro rió y caminó hasta sentarse a su lado, dándole un pequeño golpe en el hombro:

-¡No vas a tocar nada de mi habitación!, a mí me gusta así -respondió alzando la voz, pero con un tono divertido, al fin y al cabo no le había molestado aquel comentario-. En cuanto a lo de la mascota, no. Prefiero no tener que estar dando vueltas por aquí y por allá, ya tengo suficiente con los estudios...

El pelinegro lo calló, acunando su mejilla y mirándolo con una sonrisa burlona. El rubio se dejó llevar y lo miró fijamente, disfrutando de esos ojos esmeralda tan hipnóticos.

-Creo que un perro estaría bien -dijo Toby, rompiendo el cómodo silencio que se había formado en aquella habitación. Nathaniel lo miró con horror.

-¿Un perro? ¡No! Mejor un gato -dijo sin cambiar sus facciones.

Toby lo agarró de la muñeca y lo sacó de su habitación con ilusión, dando alegres zancadas hasta la salida.

-¡Vamos! Hay una tienda de animales cerca.

Nathaniel, sin poder detenerlo, se dejó guiar hasta que se detuvieron en la entrada. El letrero luminoso que señalaba la puerta parpadeaba enfrentando la luz del sol.

-P-pero... Yo no quiero una mascota -aclaró Nathaniel-. No ahora, al menos.

Toby se carcajeó al ver la confusión del rubio, cosa que le parecía extremadamente tierna. Le dedicó una sonrisa y, haciendo caso omiso a sus palabras, lo arrastró hasta el interior de la tienda. Ambos dieron algunas vueltas hasta que encontraron a un Sagrado de Birmania blanco que únicamente a Nathaniel le había parecido el gato más bonito que había visto jamás.

-Aw, pero mira qué cosa más adorable -exclamó Nathaniel, cogiéndolo y acercándose a Toby-, vamos, si hasta se parece a ti -dijo entre risas, comparando a ambos sujetos.

-Es mentira y lo sabes.

Toby se acercó y abrazó al gato aún en brazos del rubio. Nathaniel sonrió ante aquel acto y observó con ternura el pequeño rostro de aquel gatito, mientras Toby se fijaba en la corta distancia a la que se encontraban, dirigiendo su mirada hacia los alzados labios de Nathaniel. Se acercó a él y sin previo aviso juntó sus labios, sorprendiendo al otro. El beso es lento y suave, Nathaniel se pone nervioso al instante sin saber el por qué, pues no disfruta del todo aquel beso. Preferiría alejarse y hacer como que nada había pasado allí, sin embargo, le sigue el beso.

Varios segundos después Toby se aleja de él con una sonrisa tímida, girándose y dirigiéndose hacia la dueña de la tienda.

¿Qué... Acaba de pasar?

Liar © (CN #1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora