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La vuelta del instituto fue neutra. Todo fue normal, o eso pensaban ambos chicos, porque cuando pasaron dos días, en medio de un recreo, Armin se acercó nerviosamente a ellos, bastante sonrojado y mirando al suelo. Nathaniel pudo percatarse de Alexy al fondo, tratando de aguantar la risa por ver de tal forma a su gemelo y probablemente por lo que estaría a punto de decir.

—¡H-hola! Yo... E-eh... —Armin miró al cielo un segundo, luego suspiró y abrió los ojos, fingiendo sorpresa—. ¡¡Uy!! ¿Pero qué hago aquí? ¡Si tengo que ir a la biblioteca! ¡Pero qué torpe soy!

Comenzó a reír nerviosamente y luego se giró. Castiel y Nathaniel se miraron entre sí, sin entender. Se soltaron de las manos un momento y observaron a Alexy, quien miraba al pelinegro con el ceño fruncido, ambos hacían gestos exagerados con la mano. Al final Armin volvió a girarse, hastiado, y se acercó de nuevo a los chicos.

—E-em... —se aclaró la garganta y luego volvió a hablar—. Yo.. Estuve en la tienda y... Bueno... Me pareció oiros... Eh...

Los chicos se dieron cuenta al instante de lo que el otro quería decir. Nathaniel se sonrojó a más no poder, pero Castiel, en cambio, frunció el ceño y se levantó bruscamente.

—Bien, pues espero que estas palabras no salgan de nuevo por tu boca. ¿Entendido? —Armin asintió, un poco más ofendido por el comportamiento del teñido—. Ahora márchate.

El pelinegro refunfuñó y se dio media vuelta, comenzando a caminar hacia Alexy, quien se desternillaba de la risa. Nathaniel se quedó mirando al suelo, aún sonrojado. Sentía vergüenza real, al parecer los habían escuchado.

—Si seguimos así, nos van a pillar —aconsejó Nathaniel, sin despegar la mirada del suelo del patio.

—¿Crees que no lo han hecho ya? —comentó el otro, molesto—. Además, yo no soy el que gime como una perra.

Esta vez, el rubio sí que levantó la mirada, dándole un zape a su novio, que volvió a hablar.

—De todas formas, no importa. Son compañeros de clase, no asesinos. No van a discriminarnos.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Créeme, de eso me encargo yo.

Pasaron los días, ambos chicos seguían juntos siempre que podían, y Armin, siempre que pasaba por al lado de estos, evitaba las miradas y caminaba rápido, ya que varias imágenes siempre se le venían a la cabeza con sólo escuchar sus voces.

Un mes después, Castiel llamó al rubio para avisarle de que iría a recogerlo a su casa. Este no sabía el motivo, pero aún así aceptó, obviamente. No se arregló, pues no consideraba que aquello era una cita especial.

Minutos después Castiel ya estaba en la puerta. Para sorpresa de Nathaniel, no llevaba ninguna de sus camisetas de grupos ni nada parecido. Tampoco iba arreglado hasta las trancas, pero hoy estaba diferente. Se acercó a él y no pidió permiso para abrazarle, no lo necesitaba. Justo cuando se acercó para besarle, Castiel habló:

—Me encanta que seas tan estúpido de no arreglarte para mí.

El rubio bufó.

—Le quitas la magia al momento, Castiel.

Nathaniel trató de separarse, pero el pelirrojo lo agarró de la cadera y unió sus cuerpos, con una media sonrisa.

—Cariño, conmigo todos los momentos son mágicos...

Una sonrisa se formó en los labios de Nathaniel.

Varios minutos después, ambos ya estaban fuera, caminando por las desiertas calles de la ciudad. Nathaniel se moría por saber a dónde iban, pero claro, Castiel obviamente no pensaba soltar una sola palabra.
Cuando llegaron a la entrada de una sala de conciertos enorme, Nathaniel abrió los ojos. Sonrió y miró a Castiel, pero en el fondo de aquel lugar vio a Toby, sentado en un banco. Su sonrisa se desvaneció de repente cuando vio a la chica que había a su lado, agarrando su mano y susurrándole cositas. No se dio cuenta de que estuvo bastante tiempo mirandolo, y cuando se dio cuenta, negó con la cabeza y miró a Castiel, quien aún miraba al frente, serio.

Entraron a la sala, milagrosamente había dos asientos más cerca que los demás, y Castiel se sentó en uno de ellos, invitando a Nathaniel a sentarse en el otro. Cuando tomó asiento en el dorado sillón de cuero, sonrió ampliamente, las lágrimas rozaron con salir cuando escuchó que el concierto era de una de sus cantantes favoritas.

—¿Por qué haces esto? —dijo Nathaniel, eufórico. No se esperaba que alguien, en su sano juicio, hiciera tal cosa.

—Porque nuestro amor crece, cariño.

La música comenzó, las luces se apagaron y la chica comenzó a bailar en el escenario, consiguiendo sacar las lágrimas de la mayoría de las chicas (Y Nathaniel). Castiel reía, no le atraía este tipo de música, pero ver a Nathaniel tan contento le ayudaba a sentirse cómodo y relajado con el ambiente y con la música.

Al final del concierto, Castiel tomó la mano de Nathaniel y lo guió hacia un puente, donde se apoyó en la barandilla y abrazó a Nathaniel.

—Veo que te lo has pasado bien.

—¡Pues claro que sí! ¿La viste? Oh, dios, por un segundo... ¡Ella me miró!

Nathaniel comenzó a gritar de la felicidad, contando cada segundo del concierto y cómo se había sentido. Castiel se acercó a él y lo calló con un beso, haciendo sonreír de nuevo al otro.

—Te amo.

—Oh —dijo el rubio, ruborizándose—. Yo también.

Ambos se abrazaron y comenzaron una agradable sesión de besos. Luego, Castiel acompañó a Nathaniel a su casa, y entró. ¿Por qué no? Pensó mientras dejaba que Nathaniel lo invitara a dormir.

Durmieron abrazados, dejando que el ambiente consumiera aquel bonito recuerdo.

Liar © (CN #1) Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang