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Pasaron los días. Los chicos seguían igual de felices, y no había ocurrido nada malo aquellos días, excepto que Castiel casi le parte la boca a Toby por un malentendido. 

El fin de semana ya había llegado, y había sido Nathaniel el único que lo esperó con ansias, pues Castiel le hablaba bastante amargamente por teléfono. El rubio esperaba en el sofá de su casa, solo, sonriendo pues su novio estaba comportándose como un tonto y eso le hacía gracia. 

La puerta sonó, y fue en ese momento cuando Nathaniel le tecleó rápidamente a su novio diciéndole que ya no podían hablar más y que viniera a cierta hora, que tenía llaves de casa y no tendría que llamar al timbre.

Nathaniel corrió a la puerta y la abrió, encontrándose a Toby frente a él vestido bastante informal. El rubio sonrió y se echó a un lado para que su acompañante pudiera pasar, también con una gran sonrisa.

-¿Por qué te has arreglado? -preguntó Nathaniel, cerrando la puerta y abrazándolo, recibiendo también un beso en su mejilla.

-Siempre me arreglo cuando sé que va a ser un bonito recuerdo -dijo el otro.

Nathaniel, sonrojado, achinó los ojos y se levantó del sofá donde recientemente se habían sentado. Aquellas palabras habían sonado realmente tiernas para Nathaniel y se contenía las ganas por lanzarse encima de él y abrazarlo con ganas. Se dirigió a la habitación y volvió con un juego de mesa entre las manos. Toby le miró con confusión.

-¿No íbamos a ver una película? -preguntó el pelinegro, en su voz se podía notar levemente la decepción.

-La película la veremos un poco más tarde, cuando el sol se vaya -respondió Nathaniel, guiñándole un ojo al otro, quien recuperó la sonrisa.

Los chicos comenzaron a jugar a las cartas: no eran las típicas cartas normales, pues a Nathaniel le aburrían aquellas y decidió sacar algunas que en su opinión personal, le encantaban. Toby, mientras observaba con detenimiento las acciones del otro, habló:

-Y... ¿Cómo te va con él? -cuestionó, torciendo levemente la boca. No le gustaba pronunciar su nombre, no se sentía cómodo.

-Pues... ¡Já, tienes que coger dos! -ambos rieron y Toby obedeció, agarrando dos cartas del montón mientras esperaba curioso a la respuesta del rubio-. Me va genial, estamos mejor que nunca. 

"Estamos mejor que nunca". Las palabras de Nathaniel se repetían recelosamente en la cabeza de Toby, quien rió con sarcasmo tratando de simular normalidad.

Continuaron jugando bastante más tiempo. El sol comenzaba a caer, entonces Nathaniel recogió las cartas y luego se dirigió a la cocina, agarrando un bol de palomitas. Apagó las luces y se sentó cómodamente junto a Toby, quién se pegaba a él tratando de coger palomitas. La película empezó y ambos fijaron de inmediato la atención en ella. En algunos momentos ambos reían nerviosamente por la tensión de la película, pero no ocurría nada más.

En un momento exacto de la película, Toby fijó su vista en Nathaniel. Los dos estaban serios, y Nathaniel no se percataba de lo que el otro hacía. Toby colocó una mano en la pierna del rubio y este sonrió ante aquella muestra de cariño. El pelinegro comenzó a dale leves caricias mientras no despegaba mirada de él, hasta que, después de segundos tratando de resistirse, se acercó a él y unió sus labios en un beso inesperado que Nathaniel tardó en procesar.

Si no fuera porque la puerta se abrió en aquellos momentos, los dos chicos seguirían besándose. 

Por suerte se separaron antes de que Castiel lograse verlos.

-Eh... Hola. 

El pelirrojo se apoyó frío en la pared, observando cómo Toby recogía las cosas nervioso y cómo su novio hacía lo mismo. Castiel diría que Nathaniel estaba aún más nervioso.

-¿Ocurre algo? -preguntó. Los chicos se metieron en la cocina y segundos después salieron, observando al pelirrojo en la misma posición, sólo que esta vez de brazos cruzados-. Nathaniel, son las ocho.

En ese mismo momento fue cuando Nathaniel fijó su mirada por primera vez en Castiel. Iba con un traje bastante formal y su pelo iba recogido en una coleta. El rubió rió con nervios y se acercó a él cuando Toby se despidió y se fue.

-No tenías que haberte arreglado de esa forma -dijo el rubio, dándole un suave beso en los labios. Su semblante se tensó al recordar lo que ocurrió minutos atrás.

-Nathaniel, son tus padres, no quiero llegar a tu casa como un matón.

Nathaniel se encogió de hombros. En realidad, no importaba.

Los dos chicos comenzaron a caminar por la calle, en silencio, pues la casa de sus padres estaba muy cerca. Al llegar, el rubio llamó al timbre y se balanceó sobre sus pies, pero se detuvo en seco cuando la puerta se abrió.

-¿Castiel?

La madre de Nathaniel miraba con ceño fruncido al pelirrojo, quien la retaba con la mirada.

-Mamá, déjalo pasar, tenemos que hablar de algo.

-Se suponía que esto era una cena familiar, Nathaniel.

La madre de Nathaniel cruzó tensas miradas con Castiel.

-Por eso exactamente he venido aquí -aclaró el pelirrojo fríamente, apartando a la madre de Nathaniel y entrando a la casa sin pedir permiso alguno.

Liar © (CN #1) Where stories live. Discover now