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El resto del día, ninguno de los dos chicos habló. Estuvieron haciendo actividades por su cuenta y miradas vacías se perdían en el silencio del lugar.

Cuando la noche llegó, Nathaniel entró en la tienda y miró por esta, dandose cuenta de que estaba vacía. Sacó una de sus novelas policíacas y se tumbó, comenzando a leer. Había estado el resto del día con Toby, cosa de la que no se arrepentía.

En medio de su lectura, la cremallera de la tienda sacó a Nathaniel de su aura de tranquilidad. Castiel entró en la tienda y se sentó frente a él, sacando su teléfono e ignorándolo olímpicamente. Nathaniel trató de continuar con su lectura, pero simplemente no se concentraba.

—Lo siento —murmuró, mirándolo dudoso—. No quiero volver a pelearme contigo, pero no vuelvas a hacer eso.

—Vale.

El rubio frunció el ceño, Castiel no era el tipo de chico que perdonaba las cosas con tanta facilidad, por lo que dejó su novela a un lado y se posó en frente del otro, quitándole el teléfono móvil y apagándolo.

—No, perdóname de verdad.

—No quiero hablar contigo, delegado.

Delegado. Castiel no le había llamado así desde que comenzaron a salir juntos, cosa que entristeció a Nathaniel. Algo ofendido, frunció el ceño, agarró su mano y se acercó al rostro del otro, quien se apartó. Ante aquel rechazo, Nathaniel soltó un quejido y decidió que tendría que obligarlo.

Empujó las manos del pelirrojo y se lanzó sobre él, besando con rudeza sus labios. El otro, al tratar de quitarse, hizo que Nathaniel opusiera más fuerza.

—¡Nathaniel, apártate!

—No hasta que me perdones —susurró el otro antes de jadear, Castiel se quedó callado, dándole a entender que tendría que seguir.

Habilidosamente, coló una de sus manos entre las piernas de Castiel, haciendo presión en la zona y provocando un gemido ronco que resonó por toda la tienda.

—Nathaniel, para —jadeó Castiel mientras trataba de empujarlo, pero Nathaniel agarró las muñecas del otro y las colocó sobre su cabeza.

Con una mano sujetó las muñecas del otro, y con otra desabrochó el pantalón de quien ahora dejaba de luchar tanto porque parase. Castiel estiró su cuello hacia atrás, entreabriendo la boca y tratando de controlar su respiración. Nathaniel, en cambio, disfrutaba viendo al otro en aquel estado.

—¿Todavía quieres que pare?

Liar © (CN #1) Where stories live. Discover now