- Recuerda que sangre corre por tus venas - dice en un susurro mientras su agarre se desvanece y sus pupilas se dilatan, hasta que sus ojos se quedan estáticos y su respiración se detiene.
- ¡NO! ¡NO ME DEJES MALDITA SEA! ¡NO ME DEJES! - Grito con...
Ahí estaba aquel dolor, observo nuevamente al provocador de aquel asqueroso sentimiento ¿será posible? Se pregunta observando aquel rostro, aquellos rasgos tan perfectos.
— Dispara — esa voz retumba en sus oídos, las cosas desaparecen a su alrededor, las lágrimas empiezan a interrumpir su vista. Pero nada le impide ver su objetivo, intenta cerrar sus ojos para evitar aquel agonizante dolor, pero simplemente le es imposible. — Lo haces tú o lo hago yo decide — apretando con fuerza el arma, sus nervios aumentan.
— No me des órdenes — dice entre dientes con pesadez.
— Mi amor — y ese es el «clic» que hace que apriete el gatillo y dispare.
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