Capítulo 36 || PERDICIÓN ||

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"No quiero que pierdas el tiempo aquí, conmigo. Yo quiero que vivas feliz y que de vez en cuando, vuelvas para contarme pedazos de tu historia"

Su mente está devastada, cansada llena de miedo y tristeza sus ojos están cerrados, quiere abrirlos nuevamente y seguir con lo que comenzó. No puede es una tormenta para ella misma, su familia ya está muy lejos de ser una - Vamos tu puedes - dice en un susurro, a las cuatro paredes de su habitación abriendo sus ojos con pesadez levanta su cuerpo con cansancio escuchando y sintiendo el crujir de sus huesos.

Su mente esta liberando el dolor, ya no está siendo fuerte se esta desmoronando cada vez más provocando un desgarro dentro de su pecho cual hierro ardiendo en su piel - Vasta por favor - dice en voz ronca, postrada en la orilla de su cama.

- Me gustas - dice con voz soñadora moviendo sus manos con nerviosismo, el no dice nada esta ahí postrado solo observando a la pequeña regordeta - Que asco - escupe con desagrado, ella abre sus ojos y esconde su rostro sonrojado por la vergüenza tras su larga y lisa cabellera chocolatosa - Vale - es lo único que se anima a decir, pasando a su lado para tomar la parada de el autobús.

Llegando a casa, deja su mochila de color rosa con un panda de brillantina en el centro, yendo directamente a su habitación mirando su cuerpo, su rostro, su cabello su sonrisa - Que asco - se dice ella misma, con más repulsión cambiando de ropa se dirige a él despacho de su padre.

- ¿Soy linda? - pregunta apenas adentrándose a con su padre, el la mira y le sonríe - Hermosa - ella suelta un bufido - Lo dices porque soy tu hija - el ríe y niega con la cabeza negando furtivamente.

- Lo digo por que es así, mis genes están en ti eres y serás hermosa cariño - y eso fue suficiente, para hacerla sonreír y hacerla sentir realmente hermosa.

- Fui testigo de como tu vida fue arrebatada, sentí el dolor al perderte, fuiste mi talón de aquiles viejo - dice a la lúgubre sombra que ya hace postrada a su lado, sentando observando y simplemente cayado - Eres y serás siempre hermosa - habla la voz de su padre, provocando más agonizante el dolor en su pecho - No pude protegerlas padre - dice ahora con el nudo en su garganta, apuntó de volver a desmoronarse.

- Dos horas más de entrenamiento, ahora largo - dice y sin más se va a su escritorio poniendo sus gafas de vista.

Estando apunto de irse sin reprochar nada, pero el detiene a su hija menor observando a su pequeña copia - Catherine, cuida a tus hermanas - habla mientras le observa, ella sonríe y asiente.

- Si padre - responde dispuesta a obedecer.

Su padre no dice nada, sola la observa viendo como trata de aguantar esas ganas de llorar apretando con fuerza sus puños y tragando el nudo amargoso que se formó - Esta bien - dice cual padre protector, que entiende la situación como si el estuviera ahí.
- ¡NO, NO LO ESTA! ¡TU NO ESTÁS! ¡MAMÁ NO ESTÁ! ¡ELLA NO ESTÁ! - grita con dolor, mirando con enojo a la inexistente sombra de su padre lágrimas ya corren por sus mejillas amargas y llenas de dolor - Soy inútil, ni siquiera cuidar a mis hermanas pude - dice cayendo de rodillas, cual chica sumisa al dolor dispuesta a recibir el castigo, la sombra ríe con malicia y agonía - Mis demonios serán los tuyos - ruge con fuerza, haciendo que su cuerpo se encoja de dolor y agonía.

- Lo se - dice soltando un sollozo, mientras mira al suelo sintiendo el mayor rencor hacia ella misma, al no poder salvar a su familia - Stephen James - dice para después desvanecerse como siempre, dejando ahí tirado el cuerpo de su hija en medio de la agonía.

- Mamá está dormida, así que no hagas ruido - su voz hace que se tense, el ruido de la puerta siendo cerrada aquel susurro lleno de cuidado para que nada sea alterado, balbuceos son los que puede logra aquellos que dejó de escuchar hace meses, sus pequeños ojos verdosos salen de los más recóndito de sus recuerdos, el miedo y nerviosismos llega a su sistema «¿Se acordará de mi?» piensa sin mover un musculo.

- Estas despierta - habla con el hombre con quien se acaba de quitar la armadura y llorar cual niña pequeña por su caída, cerrando los ojos asiente aún sin mirar al petulante chico y a su pequeño saco de carne - ¿Que hacen acá? - pregunta frívola, levantando su cuerpo con detenimiento.

- ¡Ma! - la voz chillona de él pequeño hace latir con fuerza su pecho, sentír ese calor humano en el, esa felicidad inexplicable - Hola saco de carne - saluda volteando a mirarlo, ahí estaba el pequeño a quién abandono hace tiempo para no lastimarlo, sus ojos verdosos al igual que los de su padre, su piel blanca y mejillas regordetas con aquel rubor.

- ¡Mamá! - su voz sale atorada, en casi un balbuceo, su corazón late con fuerza, una sonrisa inexplicable surca sus labios al verlo en los brazos de su padre con delicadeza camina hacia ellos dispuesta a cargar en sus brazos a su pequeño Artemis. El niño alborotado, empieza a sonreír y desesperado por llegar a los brazos de su madre.

Ella lo toma con añoranza, cariño, amor una larga lágrima escurre por sus mejilla dejando ver al pequeño el agua escurridiza, tomando y tratando de limpiar su mejilla su pureza y alegría llenaron su corazón, su vida nuevamente - Te extrañe demasiado pequeño - susurra con su débil y ronca voz, abrazando con fuerza a su pequeño Artemis sintiendo el olor dulce y delicado que tango lo representa.

- El también te extrañaba, fue un caos estos días - por un momento olvido la presencia de Stephen, suelta un suspiro tomando nuevamente a su hijo tratando de ignorar el latir de su corazón - Lo tuve desde que nació, es obvio que sentiría mi ausencia pero por lo visto el ya se acostumbro a ti - dice mirando por primera vez en el día sus petulantes ojos verdes, el aire extrañamente se vuelve tenso y abrumador su corazón no deja de latir con fuerza, provocando que una mueca de desagrado se pose en los rasgos de la chica.

- Soy su padre Catherine, por instinto debería ser así - dice con voz ronca observando el escultural y majestuoso cuerpo de la chica que le roba sus sueños, junto con los pensamientos esa que hizo que una erección no fuera posible al tener sexo con otra mujer, esa chica que tan sólo al verla ya quiere tenerla postrada en la cama gimiendo su nombre como aquella última noche.

Aquella, que con tan sólo verla ya siente la exquisita y dolorosa sensación entre sus piernas.
Soltando un suspiro tratando de controlar aquellos instintos, verla con su hijo hace que su estómago tenga aquel revoloteo con fuerza su corazón late con fuerza, llenando de una extraña sensación de felicidad.

- Te estoy hablando James - sus pensamientos son detenidos, por la voz de su infierno preferido que lo está llevando directamente a la Perdición de su vida - Lo lamento, ¿Que decías? - la observa con un toque de humor y vergüenza, ella suspira y camina a su cama con su hijo en brazos - Serás mi perdición James... - susurra, jugando con delicadeza las pequeñas y suaves manos de su hijo.

- Quedate - una simple palabra que aceleró por completo su corazón.


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LA ÚLTIMA GREEN. (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora