Capítulo 3

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¿Comerse esa última porción demasiado tentadora de pastel de chocolate o seguir con la dieta de la avena y el yogurt? Esa era la cuestión.

En esos momentos insultaba mentalmente a su hermano por no haberse comido todo el sucio pastel, y también por haber dejado esa porción ahí, tan solita en aquella nevera rodeada de tantos otros alimentos que no la comprendían porque ellos eran bajos en grasas y azúcares, y ella era única y detergente como él, por eso la comprendía y le daba pena no querer comérsela.

'Quizás un pedacito... No, Chittaphon! Después no te van a entrar los pantalones y sufrirás porque Taeyong no podrá mirarte el culo, aunque tampoco tienes mucho que mostrar...' Sacudió su cabeza para quitarse esos pensamientos.

Optó por sacar un tupper con fruta congelada, la cual colocó en la licuadora, junto con un poco de leche, y se hizo un delicioso batido que estaba seguro que le quitaría el hambre durante unas horas, o al menos le quitaría la ansiedad que le estaba provocando ese sensual pastel.

Con su bebida aun en mano, subió las escaleras a paso rápido hasta su habitación. Una vez dentro, tomó un trago del rojizo líquido para luego dejarlo en la mesita de luz. Se tiró en su cama y tomó su laptop, que para ser más específicos, era de color rosa pastel y tenía un millón de stickers de gatos que le parecían la cosa más adorable del mundo. A poco macho ¿no?

Era domingo por la noche, y nadie se encontraba en casa además de él. Sus padres, junto con el insoportable de su hermano, habían ido a visitar a su abuelita, mientras que su hermana más pequeña se encontraba jugando en la casa de una de sus amiguitas que vivía cerca de la escuela. Seguramente se preguntarán porqué no fue junto con sus padres a la casa de su abuela... y no lo tomen a mal ¡pero es que esa vieja es la mujer más insoportable del mundo entero!

La anciana estaba más ciega que un topo y más parlanchina que un loro, sumándole con que también estaba quedando sorda, y como en algunas veces se olvidaba de encender su aparato auditivo, tenían que prácticamente comunicarse con ella a los gritos, provocando que más de una vez los vecinos se quejarán o llamarán a la policía por ruidos molestos o porque creen que la matarán en cualquier momento. Aunque siendo sinceros, ese pensamiento siempre estuvo en su cabeza y aun sigue con la misma idea.

Pero lo peor de todo era que no le paraba bolas a él; era el nieto invisible, ese del que ni siquiera se acuerdan cuando van a poner los platos en la mesa para cenar, la oveja negra de la familia. Situación contraria en el caso de sus dos hermanos que eran 'la luz de los ojos de la abuela Leechaiyapornkul', sus nietos más preciados por los que babeaba y daba todo de su arrugado ser.

No es que estuviera celoso (aunque admitía que lo estaba un poquito) es sólo que la vieja se comportaba tan mal con él que ya ni se preocupaba por ir a visitarla para ver si seguía viva.

Y es que eran múltiples las veces en donde lo había hecho sentir la peor basura de todas. Desde que era pequeño, en las épocas navideñas, la abuela nunca lo dejaba poner la estrella arriba del árbol, tampoco ayudar a arreglar la mesa o siquiera a colocarse esos suéteres tejidos a mano de color rojo y verde con dibujos referentes a la fecha que siempre hacia y les regalaba con gusto a sus hermanos, e incluso a sus padres, pero que extrañamente nunca recordaba hacerle uno para él, por lo que se sentía el único fuera de lugar cada vez que tomaban las fotos familiares en donde todos se encontraban iguales y sonriendo con sus suéteres super bonitos mientras él sólo vestía una camiseta blanca, que su hermanita siempre terminaba ensuciando con jugo de fresa. También recordaba cada uno de sus cumpleaños en donde, con días de anticipación, le llamaba para invitarla a sus fiestitas que casi siempre tenían la misma temática: Las princesas de Disney. ¿Qué? ¿Acaso pensaban que iba a ser de los Power rangers? No queridos, él tenía los mismos derechos de la mocosa menor de usar coronita de princesa y tener un pastel todo rosa y con flores de azúcar, sin olvidar que los invitados tenían que usar esos gorritos de la Sirenita que eran super cuchus. Volviendo al tema ¿saben cómo terminaban esas fiestas? La abuela llegando cuando todos los invitados ya se habían marchado y trayendo dulces para los otros dos renacuajos ¿y qué pasaba con él? Lo único que hacía era decirle un seco 'feliz cumpleaños criatura' y darle UN SOLO caramelo de limón que para colmo eran de esos viejos y en mal estado que ella tenía metidos entre los cojines de su sofá, del cual apostaba que tenía menos siglos que la anciana misma. Pero sus actitudes mal intencionadas se fueron por el desagüe cuando él, con sólo siete años de edad, le había pedido que le contara un cuento antes de dormir; la vieja había aceptado con una alegría muy extraña pero que lo ilusionó en esos momentos, sin embargo todo fue una mierda ¿por qué saben que le contó la muy perra? ¡Un puto cuento de terror! y para sumarle más leña al fuego, le apagó completamente las luces y le dijo antes de irse 'recuerda no gritar muy fuerte cuando los monstruos vengan a llevarte, tus padres no van a venir a rescatar a un niño como tú' y así como si le hubiera hablado del clima se fue, dejándolo solo y con los pantalones mojados. No hace falta decir que desde esa día surgió su fobia a la oscuridad y a los monstruos.

Club de pasivas ↪ [NCT]Where stories live. Discover now