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|CAPÍTULO ONCE; MATALOBOS|

Mayra solo observaba como Damon encadenaba a Mason. No protestó y no hizo nada para detenerlo, su mente estaba por los aires, quería terminar lo antes posible con esto luego tomaría un vuelo directo a Nueva York. 

En sus intensos ojos verdes no había ninguna pizca de culpa o tristeza al ver como Damon lo estaba torturando clavando una espada de plata caliente en su cuerpo. Mayra estaba sentada frente a él contemplan toda la escena

—Entonces, Katherine—giró su cuello mientras podía a calentar la espada—. ¿Cómo la conoces? ¿qué está buscando?—Damon tenía una sonrisa confundida.

Mayra se acomodó mejor, Mason soltaba gemidos de dolor que a su vez trataba de zafarse de las cadenas.

—Tenemos todo el día—se puso frente a él y le enterró nuevamente la plata en su pecho.

El ojo verde soltó gritos de dolor. Mayra sólo observaba la escena con el rostro fruncido y serio.

Damon siguió con las preguntas, la pelirroja ya se estaba aburriendo, empezó a jugar con la punta de su ondulado cabello pelirrojo.

—¿Dónde se conocieron? ¿te sedujo? ¿fingió amarte?—Mason posó sus ojos en Mayra—. Eres sobrenatural no te hipnotiso, seguro utilizó sus otros encantos—Damon rodó los ojos.

Mayra soltó una risita.

—"Encantos Petrova"—comentó burlándose haciendo comillas al aire.

—Katherine es muy buena en eso—dijo el pelinegro.

Detrás de Mason pudo divisar al mismo chico que la había interrumpido cuando hablaba por teléfono con su madre. Éste traía una caja en sus brazos, su rostro se notaba levemente confundido y sorprendido.

—¿No te dije que te fueras?—Damon se levantó acercándose al chico, su voz había sonado dura.

—Encontré algo en la caja de Alaric—explicó apoyando la caja en el mueble y sacando algo de ella.

—¿Quién es Alaric?—preguntó Mayra confundida. Las personas en la sala la ignoraron completamente causando que apreté los puños.

—Bien. ¿Qué es?—preguntó un poco inquieto.

—Ah... Busque con mi teléfono, es una planta; Aconitum Vulparia—comentó.

—Matalobos—susurró Mayra. Damon y Mason parecieron haberla escuchado, ya que la miraron al mismo tiempo, aclaró su garganta, pero el chico se le adelantó.

—Crece en las áreas boscosas del hemisferio norte—dijo mirándola por primera vez a los ojos. Tenía unos lindos ojos marrones oscuros.

—Se la conoce como acónita, cohete azul, matalobos —se incorporó y caminó hacía ellos.