»22. Amor puro y verdadero.«

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Al llegar a el departamento de Agustín, entramos a trompicones por estar metidos en las sensaciones de nuestros besos apasionados. Agustín sabía como volverme loca con una sola mirada y, al utilizar su boca, me sentía desfallecer.

No llevábamos tanto saliendo, apenas llevábamos una noche de novios, porque ni día se podía considerar, pero eso no nos iba a impedir satisfacer nuestras necesidades de tenernos piel contra piel.

Agustin cerró la puerta de su departamento y me cargó para que enredase mi piernas sobre sus caderas. Nos dirigió hacia lo que supongo era su habitación.

-¿Estás segura? -Se separó unos centímetros de mis labios para hablarme, yo aún seguía impactado por lo que hace unos minutos había pasado con Malena. Solo quería olvidarme de eso un momento y disfrutar a mi novio.

-Bésame, Bernasconi. -Rogué y él acató sin rechistar.

-Me vuelves loco, Kopelioff. -Susurró entre besos.

Al entrar hacia su recámara se separó solo unos centímetros de mi cuerpo y labios para poder respirar y encender la luz. Me giré un poco para admirar su habitación.

Muy masculina. De colores blanco y azul marino. La paredes eran blancas sin ningún diseño en específico. Había una cama matrimonial, sábanas blancas y sobre ellas un edredón azul marino. Dos burós a cada lado de la cama de madera, con una lámpara, libros y uno que otro alajero. Dos roperos de la misma madera, pegados a la pared. Una alfombra gris sin diseño. Habían varios portarretratos en un ropero y otros colgados en las paredes; podía decir que era la familia de Agustín quienes estaban en ellos. También había fotos de él de pequeño. Dos grandes ventanas cerca de los burós y una puerta blanca con un balón de fútbol americano de estampa. Supongo que era el baño.

Tenía la fragancia de Agustín impregnada por todo su alrededor. Quería quedarme aquí para siempre. Soñé alguna vez en estar aquí, con él, sólo para mí y por fin se me estaba cumpliendo.

-Me gusta. -Susurré y luego me giré a él para verlo, sonriendo.

-Es como cualquier otra. -Se encogió de hombros y cruzó sus brazos.

Se quitó sus zapatos fácilmente y yo hice lo mismo con mis zapatillas.

-Eres muy ordenado, a comparación de la mayoría de la población masculina.

Rió y yo sonreí.

-Bueno, bueno... -Se acercó a mí y mi corazón se aceleró. Me tomó de la cintura y me acercó a él. Nos miramos.- ¿En qué estábamos?

En sus ojos podía ver brillar cierta maldad y deseo, mucho deseo. Sus ojos me deleitaban. Sin darle más vueltas al asunto, volví a juntar nuestros labios, fundiéndonos en un beso salvaje.

Me volvió a cargar a horcajadas, yo encerré mis piernas sobre su cadera para sentirle más cerca.

Bajé mis manos hasta su pecho y me deshice de su chaqueta y luego procedí con su camiseta, sin romper el beso. Él me llevó hasta la cama y me depositó con cierto cuidado y él posicionándose sobre mi cuerpo; por fin separando nuestros labios.

Mis manos estaban inquietas, así que las dirigí a su pecho firme y duro. Ni tan exagerado, ni tan delgado. Perfecto para mí. Con menos vergüenza, nos hice girar para quedar yo sobre su cuerpo. Decidí acercarme a su pecho y darle un suave y húmedo beso sin separar mis ojos de los suyos, soltó un gemido.

-Eres tan guapo. -Murmuré siguiendo un camino de besos desde su pecho hacia su cuello, mandíbula y, al final, sus labios.

Mis manos volvieron a recorrer su torso hasta llegar al botón de su pantalón. Mi entrepierna ya podía sentir la suya, eso me hizo soltar un gemido que fue callado por los besos apasionados de Agustín y yo.

Lina • Aguslina.Where stories live. Discover now