Capítulo 14

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-Perdóname, Padre, porque he pecado. He tenido... pensamientos impuros.

Gabriel se congeló cuando escuchó la voz al otro lado de la rejilla. Por lo que dijo el padre Stephen, ni siquiera esperaba que alguien entrara por el otro lado. Sin siquiera mencionar que resultaba ser ella.

No podía hablar. Aunque esto era una confesión entre ella y Dios, con él como el mero intercesor, sintió que de alguna manera violaba su privacidad al escuchar.

Obviamente estaba todo en su cabeza. Si él no hubiera tenido pensamientos tan peligrosos e inapropiados sobre ella, no habría ningún problema. Ella solo sería cualquier otra chica. Así como esto era, pareciera que le estuviese leyendo su diario.

La dejó continuar, siendo incapaz de hablar.

-Han pasado décadas desde mi última confesión. Bueno, quizás años.- Leonie hizo una pausa, esperando una respuesta o un mensaje desde el otro lado de la caja, pero solo hubo silencio. -Así que supongo que hay demasiados pecados que enumerar. Pero son los recientes los que me preocupan. Pensamientos que he tenido sobre alguien.

Nuevamente ella hizo una pausa. Gabriel sabía que se suponía que debía interrogarla, pero no podía hacerle preguntas sobre algún novio. Si bien no era de su incumbencia lo que ella hacía, la sola idea de cuestionarla le arrancó las tripas.

-De todos modos, sigo teniendo estos pensamientos y sueños inapropiados, y solo quisiera que todo se detuviera. Así que pensé que si lo confesaba, entonces tal vez eso ayudaría.- Leonie sintió el impulso de confesar todo, pero no podía dejar que el padre Stephen supiera que estaba enamorada de su colega. El problema con su acento era que él iba a saber que era ella, y eso sería súper vergonzoso la próxima vez que lo viera.

Ella continuó. -Pienso en él todo el tiempo, realmente me distrae. Solo quiero estar con él. Nos imagino haciendo cosas juntos, cosas pecaminosas, y una vez que mi mente comienza a huir con todo eso, no puedo parar.

Gabriel apenas podía respirar. Por primera vez sintió las limitaciones de sus votos como una camisa de fuerza, y cómo había sido aislado del mundo. Ahí afuera, un tipo que era libre de hacer lo que le gustaba, tenía la adoración de Leonie. Mientras que él, Gabriel, había hecho votos irrevocables para rechazar cosas mundanas como las emociones románticas y sexuales.

Después de todo con Joanne, le había parecido un alivio. Ahora, por alguna razón, el Señor había decidido atormentarlo. O tal vez poner a prueba su fé. Tal vez ésta confesión era para recordarle que Leonie estaba destinada a otro camino distinto al de él. Él había elegido su suerte.

Sin embargo, su cuerpo y su corazón se agitaron mientras su voz continuaba, ese dulce y ligeramente ronco acento tan diferente del enérgico tono inglés de todas las otras chicas. -El problema es, ya ve, que está fuera de límites, por lo que está muy mal,- decía Leonie. -No quiero decir que esté casado ni nada.- Ella dijo esto apresuradamente, no quería que el Padre Stephen pensara que ella era una cualquiera. -Es solo que él es...- la frase 'fruta prohibida' estaba en su cabeza, y tampoco se atrevió a decir eso. -Está comprometido con alguien más.

Y ese 'alguien más' es Dios.

Nuevamente silencio. ¿Acaso se encontraba sola? ¿O el padre Stephen se había quedado dormido? O peor, ¿había tenido un ataque al corazón? O peor aún, ¿se habrá quedado mudo de horror ante su confesión?

Leonie sintió una momentánea punzada de pánico. Sin embargo, por mucho que deseara salir del lugar, tuvo un extraño impulso de quedarse. Había algo extrañamente íntimo en el puesto de confesión, esta proximidad a la persona del otro lado, solo una reja entre ellos. Porque estaba segura de que el padre Stephen estaba allí. Ella tenía ese sexto sentido humano de que no estaba sola.

No estaba segura de si era apropiado abrir la caja de la confesión para verificar su bienestar

-De todos modos, supongo que solo necesito sacar eso de mi pecho,- dijo rápidamente.
-Entonces, debería orar al respecto, ¿verdad?

Gabriel estaba en agonía. ¿Cómo podía tener el derecho de absolverla cuando él era culpable de lo mismo, pero hacia ella? Ella anhelaba a un novio desconocido, él la añoraba a ella.

Cerró los ojos, deseando que se fuera, y anhelando que se quedara. Solo para escuchar su voz.

-Me iré entonces,- dijo Leonie. Salió del confesionario lo más silenciosamente posible, sintiéndose confundida e incómoda. ¿Era eso algo que hacían en Inglaterra, tal vez? ¿Solo dejarte hablar y escuchar la voz de Dios en tu propio corazón o algo así? Probablemente era eso. Eso esperaba.

* * *

Leonie salió de la capilla con prisa, todavía se sentía extrañamente perturbada. Había escuchado al padre Stephen respirar, por lo que no podría estar muerto. Quizás había estado dormido. Si su confesión había sido tan aburrida como para aburrir a un sacerdote, quizás no había tanto pecado del que preocuparse.

Cruzó el patio hasta la entrada principal de la escuela y se detuvo en seco.

Ahí, viniendo hacia ella, estaba el padre Stephen. Entonces, ¿quién...?

-Buenos días, padre,- lo saludó.

-Buenos días, hija mía,- el padre Stephen vio la perplejidad en su rostro. -¿Me estabas buscando?

-Solo pensé, haberme confesado...- pausó.

-El padre Gabriel ha estado confesando está mañana.- Le sonrió y miró su reloj. -Todavía hay tiempo. De hecho, hay tiempo a cualquier hora del día. Cuando desees confesar, o simplemente tengas preguntas o desees hablar con uno de nosotros, la casa del Señor siempre está abierta.

El corazón de Leonie se revolvió sobre su estómago con horror.

-No, está bien, estoy bien. Gracias.

Ella huyó.

Mortificada, agonizante, espantosamente avergonzada.

¿El padre Gabriel estaba allí? ¿Acababa de confesar su amor pecaminoso con el padre Gabriel?

Oh Dios, ¿qué había dicho? Trató de recordar las palabras que había usado. Seguramente habría adivinado que era él. ¿Quién más podría ser, en esta comunidad llena de mujeres?

Enloquecida, se preguntó si debería pegar la foto del padre Stephen en el anverso de su cuaderno, para que el padre Gabriel pudiera pensar que estaba enamorada de su colega. Pero era absurdo, ya que el padre Stephen tenía sesenta o setenta años.

Oh Dios, oh Dios, oh Dios. ¿Qué podría hacer? ¿Cómo podría enfrentarlo de nuevo?

¡Y tenía inglés el próximo período!

Invocando el pecado - Noël Cades (traducción) BAJO EDICIÓN.Where stories live. Discover now