Capítulo 7: La Amante de los Arándonos.

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Los pasos cada vez se iban acercando más hacia nosotras, Vicky y yo estábamos escondidas debajo de una mesa esperando a que apareciera aquel intruso. Este era uno de los momentos en los que te cuestionabas si deberías salir corriendo, si sería mejor quedarnos escondidas a ver si con suerte no se fijaba en nosotras o si por el contrario, deberíamos hacerle frente. Al final optamos por la segunda opción, ya que Vicky se encontraba en un estado de desesperación máximo, pero no sin antes coger una lámpara que había encima de la mesa, simplemente por si acaso.

Nunca había rozado la muerte tantas veces como ese día, primero con la enredadera y ahora con el extraño.

—Noah, ¿quieres saber algo? Nunca había estado tan asustada como hasta ahora —susurró sorbiéndose la nariz—. Y quiero que sepas que eres la mejor amiga del mundo.

Le aparté las lágrimas que se le habían escapado.

—Quien sea que está aquí junto a nosotras, no nos va a hacer daño —afirmé con una seguridad que ni por asomo llegaba a tener.

La puerta se abrió y yo cerré los ojos mientras que todas las esperanzas que había llegado a albergar en que no encontrara esta habitación se desvanecían en mi mente.

Pero para mi horror o mi alivio, la persona que nos miraba con una mezcla de desconfianza y asombro no era un desconocido ni mucho menos, sino que se trataba de Fredy, el novio de Vicky.

Esta en cuanto lo reconoció se arrojó hacia sus brazos, mientras que escondía el rostro en su cuello y lloraba en silencio.

—Oye, no pasa nada —le consoló él acariciándole el pelo—. ¿Qué hacéis aquí?

Como estaba segura de que Vicky se iría de la lengua, me adelanté antes de que pudiera hacerlo.

—Me olvidé un trabajo —improvisé mientras que salía de mi escondite.

—¿En los archivos? —repuso divertido levantando una ceja.

—¿Algún problema? —inquirí con desconfianza. No me gustaba comportarme así con él, él no me había hecho nada malo pero el simple hecho de saber que era el mejor amigo de Cam, Vicky me contó lo mucho que se conocían esos dos, hacía que todas las alarmas saltaran en mi cabeza.

—No, en absoluto ¿lo has encontrado? —¿Ironía? ¿En serio? ¿O me estaba volviendo totalmente paranoica?

—Por favor, no me cuentes estupideces —suspiré retirándome el pelo de la cara—. Sabías exactamente lo que iba a encontrar. —Me giré y cogí mi fichero en el que estaba escrita la advertencia de Cam—. No me dais miedo, no sé a qué estáis jugando pero voy a descubrir qué es lo que ocultáis y cuando lo haga... —Le estampé mi ficha en su pecho—. Os destruiré y no me temblará el pulso.

Si quería salir victoriosa, tendría que fingir que no les tenía miedo, que no se me agitaba la respiración cuando alguno de los dos estaba cerca, que no me sudaban las manos cada vez que encontraba alguna nota. La clave de la victoria se hallaba en esa palabra, fingir, debía de fingir que era fuerte, lista y valiente. Y cuanto más me convenciera a mí misma de que no tenía nada que temer, más fácil me sería enfrentarlos.

Aunque fuera la mentira más grande de la historia.

Aunque las mentiras tuvieran las patas muy cortas.

Y aunque la posibilidad de salir airosa fuera mínima.

Tendría que fingir si quería derrotarles.

Nos marchamos Vicky y yo dejando a Fredy entre las tinieblas, tal vez pensando con cuidado en lo que había dicho o tomándome simplemente por una niña estúpida hablando de tonterías. Aunque esa noche no hubiéramos sacado nada en claro, lo único que sabía con certeza es que si Cam continuaba amenazándome, me encargaría personalmente de amargarle su existencia en este mundo, un mundo que se empeñaba en tentar a mi suerte.

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