Capítulo 18: ¿Novia?

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—No pienso dormir contigo en un hotel —afirmé decidida. Hacía rato que habíamos llegado, todo el trayecto me lo había pasado durmiendo y cuando desperté y lo recordé todo no pude hacer otra cosa que obligar a Cam a que me prometiera que Katia iba a estar bien, que no le sucedería nada. No sé cuantas veces exactamente me lo tuvo que repetir hasta que consiguió que me callara.

—¿Quién ha dicho que tengamos que dormir en la misma habitación? —replicó él entrando al hotel.

Le miré con una ceja alzada y solo para molestarle le agarré del brazo e hice que se girara hacia mí.

—¿Nunca has oído que las señoritas van primero? —Me crucé de brazos mientras que él ponía los ojos en blanco.

—Sí, suerte que no soy un caballero —recalcó ignorándome. Se acercó hacia el mostrador donde la secretaria tecleaba en el ordenador—. ¿Tendría usted alguna habitación libre para pasar la noche?

Fruncí el ceño y le propiné un codazo, el muy imbécil no había preguntado por dos habitaciones sino por una.

—Sí —respondió la secretaria buscándonos una habitación, frunció el ceño al ver mi rostro claramente enfadado—. ¿Algún problema?

Fui a contestar pero Cam no me dejó.

—No, mi novia no lleva un buen día por eso está malhumorada, no te preocupes —intervino guiñándole un ojo. ¿Novia? ¿Desde cuándo era su novia? En cuanto estuviéramos a solas lo mataría.

—A discúlpeme pues. —Me mostró una sonrisa falsa, se notaba que no le hacía ni pizca de gracia que yo fuera su "novia".

Pobre ilusa.

Era una chica joven, tendría alrededor de unos veinte años, llevaba el cabello recogido en una cola de caballo y no paraba de mirarme de reojo. Vestía con un uniforme gris perfectamente planchado que se amoldaba a su figura, dándole un aspecto señorial. Me miró con suspicacia, analizándome de arriba abajo buscando algún desperfecto en mi aspecto, porque ¿cómo podría una chica como yo salir con un hombre tan guapo?

Podría parecerle muy simpática a todo el mundo con esa cara de no haber roto un plato pero a mí no podría engañarme, en algún momento su fachada de angelito se tambalearía.

«Estás celosa», me informó mi fuero interno.

¿Celosa yo? Lo siento pero no.

Me perdí el resto de la conversación y lo último que capté fueron las siguientes palabras:

—Aquí tiene las llaves de la habitación 57, disfruten de la estancia —comentó con desagrado.

«Será estúpida».

Caminamos hasta llegar a nuestro dormitorio correspondiente y reparé en que Cam no abría la puerta.

Le miré impaciente.

—¿Qué te pasa? —Se apoyó sobre la puerta y se cruzó de brazos mientras que jugaba con las llaves a pasárselas de una mano a otra.

—Nada, abre la puerta. —¿Y ahora a mí qué me pasaba? ¿Por qué de repente estaba de tan mal humor?

«Que estás celosa, eso es lo que te pasa», volvió a repetir mi fuero interno.

«Deja de decir eso», contraataqué mentalmente.

—No, hasta que me lo digas —revoleé los ojos lo que provocó que la sonrisa de Cam se ensanchara. —¿Celosa, amor?

—¡No estoy celosa! —le grité hastiada.

Secretos EscondidosOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz