Capítulo 30: El Baile.

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La música se escuchaba durante todo el trayecto y eso solo conseguía ponerme aún más nerviosa, no era la primera vez que asistía al baile de Navidad pero sí que era la primera vez en la que iba tan arreglada. Para tranquilizarme intenté poner un poco de música clásica en la radio del coche, pero no conseguía calmarme, miles de preguntas se agolpaban en mi cabeza. ¿Cuántas personas estarían allí dentro? ¿Cómo irán vestidas? ¿Irían tan arreglados como yo? ¿Desentonaría entre ellos? Nunca me había gustado ser el centro de atención, para eso ya estaba Jessica, aunque me temía que en esta ocasión, con este vestido, no podría salir de allí sin ser vista.

Pero sobre todo, lo que más nerviosa me ponía era lo que iba a encontrar allí dentro, ¿sería capaz de ver el rayo de luz rojo? ¿Lo reconocería? Si fuera así, llegaría a la sala de profesores ¿y después qué? ¿Me quedaría esperando una señal? ¿Descubriría por qué Cam no quería que fuera al baile? ¿Saldría todo bien?

Esperaba que sí.

Katia aparcó frente al instituto y me dio un apretón en el hombro deseándome suerte, siempre hacía eso cuando me comía demasiado la cabeza.

—Sabes que no la necesitarás. —Me tranquilizó leyéndome el pensamiento—. Triunfarás.

—Te quiero —susurré. Esas palabras sonaban muy extrañas, hacía demasiado tiempo que no las pronunciaba.

—Yo también te quiero, Noah —musitó dándome un beso en la frente—. Y ahora vete antes de que me arrepienta.

Salí del coche y me dirigí hacia la entrada, solo me quedaba empujar las puertas y estaría dentro.

Entré y me quedé impresionada, todo estaba decorado con adornos de Navidad. Había un arbolito en la entrada que te daba la bienvenida, pasé junto a él y contemplé las guirnaldas que colgaban en las paredes, todas de distintos colores. Bajé las escaleras que llevaban hasta donde empezaba la fiesta, comencé a bajarlas fijándome asombrada en cómo las paredes estaban repletas de fotos de todos los alumnos, contemplé una de hace unos años en la que aparecíamos Vicky y yo dando saltos de alegría después de enterarnos que trabajaríamos para la revista del instituto. No pude evitar la nostalgia. Vicky nunca más volvería a trabajar allí. Sin embargo, eso no conseguiría detenerme, seguí bajando las escaleras. Del techo caían esas típicas bolas que siempre se colgaban en los árboles de Navidad, había de diferentes tamaños desde las más pequeñas hasta las más grandes y no solo eso, los focos que colgaban del techo apuntaban a todos los rincones.

Maldije cuando uno de ellos me apuntó directamente. Me paré un instante esperando a que parase de alumbrarme pero no lo hizo así que continué bajando. No sé si conocéis la sensación de cuando todo el mundo se os queda mirando fijamente, unos observando con asombro, otros cuchicheando entre ellos dirigiéndote miradas de soslayo y luego están los últimos, los que te señalaban con el dedo.

El efecto que causaba ser el centro de todas las miradas no era nada gratificante, al menos para mí, no sabía cómo Jessica era capaz de soportarlo constantemente. Era incómodo y extraño, siempre había acostumbrado a pasar desapercibida hasta este momento. Me limité a sonreír para ocultar cada uno de mis sentimientos. Desde mi sitio era capaz de divisar a Jessica, por supuesto, como era de esperar me lanzó una mirada asesina, de esas que demostraban lo mucho que me odiaba.

El odio era mutuo.

Debía de ser frustrante que una mocosa como yo acabara siendo el centro de atención.

«Chúpate esa, Jessica».

Bajé todas las escaleras y encontré a Christian que me miraba con la boca abierta, caminé hacia él.

Mis pasos eran lentos y sencillos y observé la forma en la que todo el mundo me hacía un pasillo para que pasara, ¿por qué? No lo entendía, debía admitir que iba muy guapa pero no era ni mucho menos una reina.

Secretos EscondidosWhere stories live. Discover now