Capítulo 25: Almas Perdidas.

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—¿Brandon? ¿Tu Brandon? ¿Nuestro Brandon? —me preguntó Vicky ojeando unos vestidos.

—Sí, el mismo. —Había quedado con Vicky para ir de compras, quería renovar mi fondo de armario ya que algunos de mis trapitos estaban ya anticuados, pero nunca encontraba tiempo para hacerlo.

—¿Y cómo fue que le dio por ir a tu casa?

—No lo sé, vino a advertirme de Cam. —Me encogí de hombros—. Pero el tema no es ese, lo he perdonado, Vicky.

Soltó una carcajada.

—¿Estás de coña no? ¿Después de lo que te hizo?

—Hablo muy en serio, ha pasado demasiado tiempo...

—¡Da igual! ¡Él te fue infiel! —protestó indignada—. Por cierto, pronto cumpliremos los dieciocho y ya sabes lo que eso significa.

—No corras tanto —reí—. Hay tiempo para todo.

—¡¿Tú sabes lo mucho que llevo esperando cumplir los dieciocho?! —Se puso a dar saltitos—. ¡Seremos mayores de edad! ¡Haríamos todo lo que quisiéramos! ¡Podríamos irnos a vivir a Los Ángeles sin que nadie pudiera impedírnoslo! ¿No es genial?

Vicky tenía una gran obsesión con cumplir los dieciocho años desde... los trece. Siempre había soñado con tenerlos, ya sabes sobre todo por eso de irse de fiesta sin necesidad de llevar un carnet de identidad falso.

—Estás loca si piensas que me iría contigo a Los Ángeles. —Un vestido ajustado con rayas blancas y negras llamó mi atención—. ¿Qué tal este?

—¿Y por qué no? Sería una compañera de piso perfecta. —Me temo que no, vivir con Vicky en un piso supondría ir de fiesta por la noche y sufrir resaca durante el día—. Y respecto al vestido, me encanta, tienes que llevártelo.

—Me lo probaré primero —comenté, la miré extrañada al ver que no cogía nada—. ¿Tú no vas a comprarte nada?

—Me llevaré este de aquí. —Señaló uno de color caqui, era muy bonito, era largo y los tirantes se le anudaban al cuello dejando al descubierto su espalda y sus hombros, además también tenía un poco de escote.

Pasamos a los probadores, como era de esperar, no dejaron que estuviéramos juntas en el mismo, norma que aún no lograba comprender, no obstante no me quejé.

Me deshice de mi bolso y de mi ropa y la coloqué en un taburete que había al fondo del probador. Metí las piernas por el vestido, me subí la cremallera y me observé en el espejo.

No podía decir que me quedaba mal porque estaría mintiendo.

Me quedaba espectacular, ni muy ancho ni muy estrecho, había encontrado mi talla exacta. Aunque se trataba de un vestido muy común era magnífico. La tela abrazaba mi cuerpo y las rayas blancas y negras trazadas en horizontal encajaban a la perfección con el resultado que buscaba. Era un vestido corto y la manga llegaba hasta la mitad del brazo, consiguiendo justo lo que quería porque así no pasaría ni demasiado frío ni mucho calor. Mi cuerpo se veía espléndido y agradecía no tener demasiado pecho porque entonces al ser una prenda ajustada llamaría mucho la atención.

Me giré y me vi de espaldas, definitivamente era perfecto.

—Noah, deja de mirarte en ese espejo y sal de una maldita vez —me apremió mi amiga la insoportable.

Me eché un último vistazo y salí del probador a la vez que Vicky y la dependienta se quedaban con la boca abierta.

—¿Tan mal me queda? —reí.

—Estás preciosa —confesó la chica que había dejado su trabajo solo para mirarme.

—¡Tienes que llevártelo ya! ¡Estás deslumbrante! —me piropeó Vicky—. Eso sí, ¡ni se te ocurra salir de fiesta conmigo llevando ese vestido! ¡Me harías competencia!

Secretos EscondidosWhere stories live. Discover now