Capítulo 9: El Cubito de hielo.

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—¿Dónde estoy? —me pregunté confusa.

—En la senda de los sueños —me susurró una voz angelical.

Sonreí porque entonces debía de haberme quedado dormida en la clase de Biología, si no ¿qué haría allí?

El sol me deslumbraba y supuse que me encontraba en medio del campo pues mis pies caminaban sobre la fresca hierba mientras que las mariposas volaban a mí alrededor con su suave aleteo y más allá, en la lejanía, se situaba un parque en el que niños y niñas jugaban bajo la constante mirada de sus padres, quienes los vigilaban. Las palomas picoteaban los trocitos de pan que encontraban en su camino a la vez que una niña con pequeños bucles rojizos corría a los brazos de una mujer en concreto.

Mi madre.

Por tanto, deduje que en realidad estaba observando un recuerdo, uno que creía ya perdido, de cuando yo era niña y me lanzaba a los brazos de mi madre. Mi querida madre. La nostalgia me invadió como cuando una ola te arrastraba hacia la orilla sin avisar, hacía demasiado tiempo que no la veía.

14 años para ser exactos.

Hannah, mi madre, debió de reparar en mí, en mi yo de ahora, porque le musitó algo a la niña de los rizos y esta salió trotando llena de felicidad.

Si aquella niña hubiera conocido la más absoluta verdad nunca se habría alejado de su madre. No hasta que el tiempo la hubiera obligado a hacerlo.

Mis ojos se inundaron de lágrimas, ¿esa era ella? ¿Mi mamá? Vino hacia mí y me acunó la cara entre sus manos.

—Cariño —susurró mientras atrapaba una lágrima entre sus dedos.

—Mamá. —No sabía qué decir, mi voz sonaba rota porque sabía que nada de esto era real, todo era un sueño—. Esto es un sueño, no es real —me lamenté.

—Abre tu mente mi niña y deja de mirarme como si quisieras despertar —musitó con tristeza.

—Te echo de menos, mamá —sollocé.

—Yo también, mi vida. —Acarició mi mejilla—. Pero aprovechemos el tiempo que nos queda antes de que despiertes, porque no tendré muchas oportunidades para volver a visitarte, el cielo no es tan bonito como dicen.

—Entonces ¿te estoy viendo de verdad? ¿Cuándo despierte sabré que esto ha sido real? —pregunté llena de esperanza.

—Sí, esto es todo lo real que tú quieres que sea. —Llevó sus manos hacia su cuello y desenroscó el colgante con forma de estrella que descansaba en su pecho y me lo tendió—. En el momento en el que abras los ojos, abre la mano y verás que reposa el collar sobre tu palma, esa será la prueba de que aunque esto sea solo un sueño, habrá ocurrido de verdad. Porque que esto sea un sueño no significa que no sea real —sonrió tristemente—. Esta es la única forma que tengo de comunicarme contigo.

Miré el collar, era precioso, la estrella dorada emitía pequeños destellos ante el contacto de la luz, me dije que me lo pondría siempre, nunca me separaría de él ya que sería uno de los pocos recuerdos que conservaría de mi madre.

—Te quiero —murmuré—. Ojalá pudiera hacer algo para traerte de vuelta, te necesito en mi vida, Katia me cuida pero no es lo mismo si no estás tú —lloré.

—Yo también te quiero, Noah. —Cogió mis manos—. Te prometo que pronto nos volveremos a ver —aseguró besando mis nudillos con cariño—. Por favor, Noah, protégete, cuida del collar. —Miró mi cuello—. Y oculta la marca del trueno, tienes que hacerlo porque si no...

Secretos EscondidosWhere stories live. Discover now