Capítulo 14: La Tortura es peor que la muerte.

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—¡¿Pero a ti qué te pasa?! —exclamé poniéndome una mano en el pecho, mi corazón latía desenfrenado—. ¿Sabes el susto que me has dado?

Todavía trataba de recuperarme de la sorpresa cuando vi cómo había quedado el secador.

Le lancé una mirada acusatoria al verlo hecho añicos.

—Era un simple secador, no lo echarás de menos. —Se encogió de hombros quitándole importancia.

—¡¿Cómo que no?! —protesté, Cam no sabía cuánto le detestaba en este instante, no solo por haberme roto el secador sino también por haber allanado mi casa—. ¡Ahora cómo voy a secarme el pelo!

—Al aire libre, como hace todo el mundo —contestó, le lancé con furia uno de los restos del secador, no estaba para juegos.

Lo cogió al vuelo sin darle tiempo ni si quiera a rozarle.

Mi rabia se intensificó.

¿No podía haberle propinado un buen porrazo?

—Mis reflejos son únicos —sonrió maliciosamente examinando el trozo de secador—. No deberías haberlo hecho.

—¿A no y qué vas a hacer? ¿Amenazarme? ¿Intimidarme? ¿Matarme? —inquirí alzando las cejas—. Pues que sepas que todo eso ya lo has hecho, menos lo último claro.

No sé cómo lo hizo pero en tan solo un segundo consiguió arrinconarme entre la pared y su cuerpo.

—No juegues con la muerte, Noah —me advirtió acercándose a mi oído—. Morir es lo fácil, lo complicado aparece luego, cuando empieza la verdadera agonía. No todos descansan en el cielo, hay algunos que arden en el infierno arrepintiéndose de sus pecados durante toda la eternidad. —Deslizó el pulgar por mi mejilla—. La tortura es peor que la muerte.

—¿Vas a torturarme?

—Ya lo estoy haciendo, amor.

Paseó su dedo a lo largo de mi cuello para después recorrer desde mi clavícula hasta alcanzar mi hombro. Sus ojos estaban clavados en los míos impidiéndome rehuir de su mirada, atrapándome en la oscuridad que lo rodeaba, aquella de la que siempre trataba de escapar. Nos comunicábamos sin necesidad de palabras y por primera vez me relajé junto a él, dejándome embriagar por aquel sentimiento que nos pertenecía a ambos. Sentía como si pudiera rozar el cielo con la punta de mis dedos, como si volara.

Sacudí la cabeza intentando mantener la cabeza fría y recordé que debajo del albornoz no llevaba nada. Cogí su mano y la aparté de mi cuerpo sin llegar a soltarla, noté como una pequeña descarga me sacudía de pies a cabeza.

—¿Lo has notado? —musité.

Me ignoró y trazó el contorno del trueno que llevaba marcado debajo de mi oreja, ya no quemaba como lo había hecho anteriormente pero todavía me dolía un poco.

—¿Te duele? —preguntó como si me hubiera leído la mente. Asentí y entonces recordé las palabras de ese hombre, consiguiendo que la ira resurgiera en mi interior.

—¿Por qué juegas conmigo? —le reproché poniendo los brazos en jarras—. Si lo único que querías era llevarme a la cama podrías haberte ahorrado la parte de fingir que te importaba —resoplé—. Y así no habría malentendidos.

—¿Malentendidos? —repitió divertido.

El rubor cubrió mis mejillas, ¿cómo podía ser tan metepatas?

—Olvídalo —suspiré separándome de él. Empecé a ordenar los libros de las estanterías como excusa para alejarme de él.

—Noah. —Me agarró del brazo impidiendo que continuara ignorándole—. No vuelvas a hacer lo que has hecho hoy.

Secretos EscondidosWhere stories live. Discover now