49. Pagando deudas

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Aunque sigo aquí... Un día me fui para siempre. D.S


           

Dulce

Sus ojos emanan fuego y solo me paralizo. Mi garganta se seca de una manera indescriptible y los nervios hacen que me de retorcijones por dentro.

—Dulce, ¿Qué sucede? —Dirige su mirada hacia su móvil.

—Na...Nada. —Exhalo— Te llamaron y cortaron.

—¿Quién? —Toma su móvil de mis manos y ve la llamada perdida de Juan. Felizmente llamó varias veces.

—Juan. —Muerdo mis labios— ¿Y... esa arma?

—Precaución. —Cuando sus ojos leen un aparente mensaje de texto de Juan, solo se enfada y contiene porque yo estoy presente.

—¿Todo bien? —Finjo a la perfección.

—Dulce, ve a dormir. —Se agarra la cabeza y luego lo veo irse hacia un rincón hablando muy bajito con Juan, ¿cómo carajos lo hace? Por más que intento escuchar no puedo. Ni si quiera podría hacerlo.

—¿Qué pasa? —Me enterco. Sé lo que pasa, pero deseo que me lo cuente.

Mis ojos se turban en los suyos y solo espero hasta que por fin corta la llamada. Su rostro luce preocupado, quizá un poco cansado, entonces me quedo en silencio observándolo. Sé que está molesto y por experiencias pasadas... debería dejarlo solo, pero no puedo. Algo en mí tiene una terrible necesidad de estar a su lado.

—Chris... —Susurro y siento un extraño dolor al verlo así. Me angustia ese rostro.

—Dulce, necesito estar solo. —Traga saliva.

—Pero yo quiero estar aquí... —Digo como una tonta afectada.

Fuerza sus ojos y toma su rostro entre sus manos.

—...Pero si no quieres.... —Alzo la cara ¡Mi maldito ego sale ahora! — Me voy.

Giro mis pies y camino lento esperando que me detenga... pero no lo hace. Trago saliva esperando que entre por esa puerta pidiéndome disculpas como siempre... y no pasa, solo hay silencio.

No confió en mí...

¡Por favor, Dulce! —Me digo a mí misma— Es una tontería. Él está afanado con tu seguridad, es un hombre dramático... Sabes cómo es esto.

Mi mente tiene razón... Pego mis labios intentando tomar rápidas decisiones, pero no puedo. Son mil cosas encima, como el chantaje del chino, así que debo arreglarlas.

Mi espejo luce formidable y no puedo evitar la vieja sensación de vanidad que nace en mi rostro. Me levanto, me miro y puedo notar que no soy la misma aunque quiera. Quizá son los golpes, quizá los sentimientos... ¿Qué hago amándolo? Le confesé que lo hacía, aún no me lo creo, pero se lo merecía.

Un leve susurro de sonrisa nace en mis labios. Sí, sonrío como babosa pero solo yo puedo verlo. Levanto mi mentón, sigo siendo joven y hermosa... A veces pienso que debería aprovecharlo, pero él es mi mayor respuesta, mi mayor impedimento, mi torpe debilidad.

Estoy perdida en sus brazos y por más que sea un idiota... es Mí idiota.

Quiero estar con él, realmente lo deseo,  aunque la idea me parezca aterradora. Temo no dominarme y perderme en este sentimiento pero quizá gano más a su lado.

¿Y el dinero?  Trago saliva. Por qué pienso en ello si ya había tomado una decisión definitiva. Muevo mi cabeza en señal de negación y vuelvo a mirarme con los ojos tensos.

Corazón de Hielo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora