18.- Sólo las dos

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Nayeon

Momo no tuvo necesidad de rogarme. Miré sus ojos una vez y supe que ella quería esto tanto como yo. Tener su cuerpo desnudo frente a mí era algo que había imaginado muchas veces. Perdí la cuenta de cuantas veces soñé con ella y cree mundos paralelos, en donde, recorría su cuerpo sin pudor. Mi mente la imagino en tantas ocasiones que no podía creer que estaba a punto de hacerle el amor.

Salí del baño con Momo entre mis brazos. No podíamos dejar de besarnos ni de decirnos lo mucho que nos queríamos, lo mucho que deseábamos estar en los brazos de la otra. No podía alejar mis labios de su boca. La necesidad de tenerla cerca de mi cuerpo me estaba volviendo loca.

Al llegar a la cama Momo me obligo a sentarme en la cama y ella, se sentó sobre mi regazo. Sus labios se movían a la perfección sobre lo míos. No sabía quién había sido el primer beso de Momo, ni a cuantas personas había besado antes que a mí pero, en este momento, estaba agradecida de esas personas. Momo sabía cómo mover sus labios en el momento justo, lograba hacerme temblar cuando su lengua acariciaba el labio inferior de mi boca y después la introducía para lograr el contacto con la mía. Si alguien viera cómo nos estábamos besando en este momento, probablemente no se llevaría una buena impresión. Aunque, el beso era coordinado estaba acompañado por lujuria, desesperación y unas ganas de devorarnos que, lo hacía ver "feo" para los ojos de alguien más pero, no nos importaba. Sólo éramos ella y yo en este cuarto.

Besé su boca como si esta fuera la última vez que la besaría, acaricié su piel con miedo de no volver a acariciarla, le dije que la amaba tantas veces que, con suerte, ella recordaría el número exacto de cuantas veces lo repetí.

Mis manos recorrieron la espalda desnuda de Momo desde la nuca hasta su trasero, este movimiento hizo que gimiera en mi boca y que el movimiento de su pelvis se intensificara. Mordí su clavícula despacio para, luego, pasar mi lengua hasta su mentón. En donde, Momo volvió a apoderarse de m lengua. Su lengua se movía con audacia dentro de mi boca haciendo que todos los fuegos artificiales explotaran dentro de mí. No podíamos dejar de gemir sólo con acariciarnos, escuchar nuestras respiraciones. Quería que todo el mundo se enterara de que ella era mía, de que solo yo podía hacerle el amor, sólo yo podía hacer que se entregara de esta forma. Quería que ella se diera cuenta que conmigo, siempre tendría una primera vez mejor que la anterior.

Luego de algunos minutos acosté a Momo encima sobre la cama. Pude notar lo sensible que su cuerpo estaba. Cada vez que mi manos acariciaba sus caderas, costados ella gemía y empuñaba sus manos contra las sábanas blancas de la cama. Podía notar la hinchazón de sus labios a causa de los besos y mordiscos que ella misma se generaba de lo excitada que estaba.

Comencé a moverme sobre su pelvis mientras me acerqué a su oído y comencé a hablarle. Nada me excitaba más que escuchar que la otra persona me responda las preguntas que hacía mientras teníamos sexo pero, esta vez, sería diferente. La persona que tenía debajo de mi cuerpo era el amor de mi vida, la persona que había esperado 3 años e iba a disfrutar este momento.

-¿Estás húmeda? – pregunté casi, de forma de susurró en su oído. La respuesta a esa pregunta fueron las uñas de Momo en la piel de mi espalda baja - ¿Qué quieres que te haga? – pasé me lengua por el contorno de su oído derecho – Anda, responde. Haré lo que me pidas – continuaba moviéndome encima de su pelvis, cada vez aumentaba más la velocidad y se estaba haciendo difícil, incluso para mí mantener la compostura. Podía sentir la humedad de Momo mezclarse con la mía y me estaba volviendo loca - ¡Dios!, me vuelves loca – bajé hasta el cuello de Momo y comencé a lamer y morder desesperadamente. Momo se agarraba la cabeza con sus manos y mordía sus labios desesperada. Seguí llenando su cuello de besos y mordiscos hasta que comencé a bajar. Sus prominentes clavículas eran mi muerte. Encontraba tan sexy su cuello. Para algunas personas podía significar una tontera pero, para mí. Era el paraíso.

Daño ColateralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora