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¿Qué tan raro es diseñarle obsequios a una persona que posiblemente no te conoce? Mejor dicho, no tener relación alguna con esa persona, pero conocer sus gustos y necesidades

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¿Qué tan raro es diseñarle obsequios a una persona que posiblemente no te conoce? Mejor dicho, no tener relación alguna con esa persona, pero conocer sus gustos y necesidades. Entonces sientes que tienes que darle algo.

Ese es el caso de Tweek, que se enteró de la pérdida que tuvo su amor platónico y le diseñó un peluche de cuyo.

Esa mañana apenas había cerrado los ojos cuando su despertador sonó. Entre gruñidos, Tweek apresuró sus actividades mañaneras y se fue a la escuela corriendo.

En el primer autobús que salía hacia la escuela subía Craig; por lo que Tweek tenía que llegar antes si quería dejarle el regalo en el casillero, sin que nadie lo vea y sin que nadie se entere.

Su carrera fue un éxito. Llegó demasiado temprano y apenas podía ver a los conserjes ir de un lugar a otro.

Cauteloso, el rubio se dirigió al casillero del azabache, muy reconocible a su parecer por la calcomanía que tenía.

Una nave espacial lo saludó.

Tweek registró el número del candado que tenía el casillero. Después de haberlo intentado meses atrás había dado con la clave que Craig usaba en su casillero.

Lo abrió con cuidado y sacó al cuyo de su mochila para acomodarlo entre sus cosas. Lo cual fue demasiado sencillo debido a que Craig no guardaba casi nada dentro de aquel espacio.

—Adiós pequeñín.—Le susurró al peluche.—Haz feliz a Craig.

Lo cerró y corrió de ahí para huir y no ser descubierto. Y se mantuvo guardado esperando que Craig llegara a la escuela y abriera su casillero.

La larga espera se redujo a un segundo de asecho cuando la presencia del pelinegro estuvo en el mismo lugar que Tweek.

Caminaba acompañado de Clyde, quién se desvió a su propios casillero, dejando así solo al azabache, que sin más que hacer abrió su compartimiento.

Su rostro no podía verlo desde donde se encontraba, pero pudo contemplar como elevaba los hombros de la sorpresa y tomaba al pequeño peluche entre sus manos. La sonrisa de Tweek se ensanchó.

Craig giró a ver su alrededor intentando dar con el responsable, pero no tuvo resultado. Tweek se ocultó tan pronto vio que le buscaban.

El timbre marcó el inicio de las clases, Craig volvió a meter el peluche en su casillero y se alejó de ahí, dejando a Tweek con la duda de si le gustó o no la sorpresa.

Craig nunca era expresivo, nunca sonreía cuando algo le hacía feliz o le daba risa, pero Tweek había aprendido a leer su mirada; sus pupilas se dilataban cuando algo le gustaba, el verde de sus ojos se tornaba más oscuro cuando algo le molestaba. El ceño fruncido de Craig se suavizaba cuando algo le parecía divertido, y su frente se arrugaba cuando quería matar a alguien con la mirada.

Pero esta vez no pudo observar sus rostro para comprobar cómo se sentía Craig con su regalo.

Tweek estaba tan perdido en sus pensamientos que no vio cuando Wendy se acercó a él.

—Tweekie, las clases están a punto de comenzar.—Le informó la chica con una sonrisa dirigiéndose a su salón.

El pecoso se limitó a asentir e ir de mala gana a tomar sus clases. Aunque las horas pasaron demasiado rápido para él; cuando se dio cuenta era hora de la comida, periodo donde todos los alumnos de toda la escuela se reunían en la cafetería.

Craig comía ahí. Craig platicaba ahí con sus amigos. Seguramente Craig hablaría de su regalo con ellos.

Salió a toda velocidad del salón hacia el comedor de la escuela y buscó a Craig por todo el lugar moviendo los ojos.

Entonces lo vio ahí, caminando a una mesa junto a Clyde, Jimmy y Token.

Cuando los tres chicos se apoderaron de una mesa, Tweek apretó con fuerza su bolsa de comida y se dirigió ahí.

Lo suficientemente cerca para escucharlo, solo eso.

Las piernas de Tweek se movieron solas y lo guiaron hacia una mesa cercana. Cuando estuvo ahí, miró quienes estaban sentados.

Stan, el capitán del equipo de béisbol junto a sus tres amigos.

—Eh, ¿Hola?—Dijo Stan mirándolo extrañado.

Tweek sufrió un tic en el ojo izquierdo antes de sentarse junto a ellos, a espalda de la mesa de Craig. Kyle y Kenny lo miraron esperando que se vaya, pero una vez que entendieron que no lo haría se limitaron a seguir hablando.

—¿Qué carajos haces aquí?—Preguntó Cartman cuando nadie hizo nada.

—Me iré en un segundo, ¿Podrías callarte? Gracias.

Ni siquiera había centrado su vista en él al decirle eso, solo curveaba su cuerpo hacia atrás intentando escuchar mejor la plática que tenía Craig con sus amigos. Cartman empezó a maldecir, pero Tweek ni siquiera lo escuchó.

—Y c-como las vacaciones s-se acercan, ¿tie-tienen planeado hacer a-algo?—La voz la reconoció como Jimmy.

—Nada en realidad. ¿Qué les parece ir de campamento la primera semana?—Esa era de Token.

—Hoy en mi casillero apareció un peluche de cuyo.—Los vellos de Tweek se erizaron con emoción al escucharlo.

—¿Por qué nos dices eso? Es normal que en tu casillero aparezcan cosas de tus seguidoras.—Esta vez fue Clyde quien habló.

—Pero esta vez es diferente. ¿Por qué me darían algo sin dejar una carta o algo? No tiene sentido.

—Muchas cosas que pasan diariamente no tienen sentido.—Concluyó Token.

—No. Me refiero a que ayer se murió Stripe.—La mesa de Craig de pronto quedó silenciosa. Ya habían entendido su punto.—No se lo había dicho a nadie, ¿No es extraño que al día siguiente apareciera un cuyo de peluche en mi casillero?

—Eh... Lamentamos escuchar eso Craig.—Dijo el moreno sin saber que más decir.

—¿Estás diciendo que, alguien supo que murió Stripe a pesar de no haberle dicho a nadie y que te dejaron un peluche en tu casillero? ¿Es una broma?—El castaño hablaba como si supiera algo.

Tweek tragó grueso al sentir la mirada en su nuca, giró con lentitud su cabeza hacia donde sentía aquella incómoda sensación y se arrepintió al momento de haberlo hecho.

Clyde lo miraba, lo que pensaba al respecto era indescifrable.

Lo habían atrapado.

Sin titubear, Tweek se levantó de la silla y se alejó casi corriendo, recibiendo las miradas curiosas de los chicos que estaban sentados junto a él.

En ese momento, Tweek podía jurar  que si llegaba una nave alienígena a la Tierra y se lo llevaban con ellos al espacio sería mejor que estar ahí con la mirada de Clyde clavada en su espalda.

En ese momento, Tweek podía jurar  que si llegaba una nave alienígena a la Tierra y se lo llevaban con ellos al espacio sería mejor que estar ahí con la mirada de Clyde clavada en su espalda

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Sonríeme a MiWhere stories live. Discover now