Capi 4

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¿Qué tan raro es huir de la persona que te gusta? Peor aún, huir también de sus amigos al darte cuenta que saben tu secreto

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¿Qué tan raro es huir de la persona que te gusta? Peor aún, huir también de sus amigos al darte cuenta que saben tu secreto.

Ese es el caso de Tweek, que se encontraba escondido en el baño de hombres.

Intentaba regularizar su respiración en aquel solitario lugar. A veces escuchaba entrar y salir a algunas personas, pero afortunadamente ninguna de esas voces lo alertaban.

Temía tanto que Clyde le dijera algo a Craig. Se había esforzado tanto en conocer al azabache como para ser odiado por él sin haberse presentado. Sin que se diese cuenta, le estaba rezando a Buda su intervención divina.

—Por favor Buda, quitale la lengua a Clyde, quitale la lengua a...

—¿Qué me quite qué?

Ante la interrupción, Tweek dio un brinco en el inodoro donde estaba sentado al tiempo que gritaba por el susto. Podía jurar que si no moría de un paro cardíaco, sería por caer dentro del inodoro y morir ahogado en las tuberías.

—¡Yo no hice nada malo!

Gritó alertado y sintiendo un ardor en los ojos.

Clyde soltó una risita.—Lo sé Tweek. No esa fue tu intención.

—¿Ahora me odia?

—Dudo que lo haga. Creo que, a pesar de ser algo creepy, a Craig le gustó ese peluche.

El corazón de Tweek se relajó ante esa confesión y retrocedió su camino desde la garganta hasta el pecho.

—Eso... Eso me hace feliz.

Clyde no podía verlo, pero las lágrimas de Tweek pasaron de ser de tristeza a unas de alegría. Además sus mejillas se tornaron rosas y una sonrisa adornó su cara.

El castaño solo suspiró.

—Tweek. Sé que te gusta mi amigo Craig, pero esa no es la manera de hacer las cosas.

El rubio salió lentamente del cubículo donde estaba encerrado para encarar al castaño. El robusto lo miró con curiosidad.

—Te lo ruego.—Susurró acercándose a él.—No le digas nada a Craig.

—¡Oh, yo no le diré nada!—Soltó con una sonrisa. Tweek igualó la acción.—Lo harás tú.

—¡¿Qué?!—Clyde lo tomó del codo y lo jaló fuera del baño hasta la cafetería. En todo el camino Tweek puso resistencia al tiempo que rogaba.—¡N-no puedo!, ¡Es demasiada presión!

El mundo empezó a ir más lento para el pecoso, la escena de ser acusado con Craig era terriblemente aterradora. Incluso vio su vida pasar frente a sus ojos, desde su niñez hasta ese momento.

—¿Clyde?—Entonces escuchó la voz de la salvación. Una voz que detuvo al castaño donde estaba. Una voz que le salvó de la muerte pública.—¿Qué crees que le haces a Tweekie? Le lastimarás el brazo.

—Bebe, ¿qué tal preciosa?

La rubia ignoró al castaño, entregándole toda su atención al más pequeño entre los dos. Caminó hasta quedar frente a él y lo arropó con sus brazos al tiempo que le preguntaba si estaba bien.

Clyde solo observó la escena pasmado.

—¿Qué te pasa Clyde? Esa no es la forma de tratar a Tweekie.

—No, yo... Yo no quería hacerle algo malo.

—¡M-me estaba arrastrando a mi funeral!—Tweek llevó ambas manos a su cabello y le dio tirones.

Bebe lo detuvo dándole una severa mirada al castaño.

—¡Vamos hombre! Yo solo quería ayudarte.

—Luego hablaremos Clyde. Mientras me llevaré a Tweekie lejos de ti.

El castaño quiso protestar, pero la simple presencia de la chica lo sometía. Clyde se alejó de ambos observandolos inseguro.

Una vez que se sintieron solos, Bebe lo interrogó.

—¿Qué sucedió? No sabía que conocías a Donovan.

—Ayer lo conocí durante el entrenamiento de béisbol. Y... Él descubrió mi secreto. T-temo que haga algo contra mi sabiendo eso...

La rubia levantó una ceja como respuesta.

—¿El secreto que todos saben menos Craig y sus amigos?

—¡Nadie lo sabe!, ¡Jesucristo!

La rubia negó con la cabeza mientras reía. Le dio leves palmadas en la espalda en forma de consolación y empezó a caminar esperando ser seguida por el rubio.

—¿Sabes Tweekie? Sé que Clyde puede ser algo torpe y a veces brusco.—Tweek confirmó con la cabeza.—Pero él no es una mala persona.

—¿No?—Dijo con sarcasmo.

Bebé meneó la cabeza.—Es alguien muy sonriente y positivo, sea lo que hizo que te arrastre, seguramente haya sido un intento por ayudarte.

Tweek miraba asombrado a Bebe  mientras hablaba. La porrista más cotizada de la escuela que nunca parecía sentir verdadero afecto por uno de sus pretendientes, estaba defendiendo a Clyde Donovan, el idiota catcher del equipo de béisbol que lloriqueaba ante cualquier discusión que se le plantara.

El amor hace idiotas a las personas, pensó bajando la mirada al suelo con una media sonrisa. Estaba completamente consciente que también lo había hecho un idiota a él.

La campana informó a todos que la hora de la comida había acabado. Poco a poco los alumnos se metieron a sus aulas. Tweek y Bebe que tenían clase juntos esa hora caminaron platicando de diferentes temas.

El pecoso asentía y reía con sus comentarios, pero su mente se encontraba en otro lugar.

En su cabeza no dejaban de repetirse las palabras que dijo Clyde. A Craig le había gustado el cuyo que le hizo, no lo odiaba. Eso mantuvo alegré a Tweek en todo el resto de clases que quedaban hasta la hora de la salida.

Craig no se iría hasta las seis de la tarde por el entrenamiento diario que tenían. Y Tweek tampoco.

Volvió a la rutina diaria de subir a la grada más alta y observar desde ahí como sus musculos se flexionaban y como el sudor resbalaba por su cuerpo. Lo miraba justo como las porristas que le alentaban en los partidos.

—Yo podría ser tu porrista personal.—Susurró contra la palma de su mano. Contento de no poder ser escuchado.

Todo hubiese sido perfecto y normal como siempre, sí tan solo no hubiese chocado con Clyde el día anterior. Pues una vez que el castaño lo halló, sus labios articularon unas palabras que helaron su sangre y levantaron todos los vellos de su cuerpo.

"Tenemos que hablar".

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Sonríeme a MiWhere stories live. Discover now